No hay memoria que pueda advertir, o recordar en toda
nuestra historia republicana una crisis tan abismal y cruel, como la que vive
nuestro país en este lamentable, y triste ciclo denominado ¨socialismo del
siglo XXI¨.
El populismo irresponsable que encarnó el sátrapa Hugo
Chávez desde 1999, hasta su muerte, no puede calificarse menos que de criminal,
por haber destruido la inmensa fortuna que en ese lapso pudo haber servido para
sembrar y apuntalar las bases del desarrollo definitivo de nuestro país, así
como el secuestro de las instituciones venezolanas para la destrucción de la
democracia en primer lugar, y luego para ponerlas al servicio del comunismo
internacional comandado por sus amos de la dictadura cubana para el saqueo y
colonización de nuestro país.
Pero nada de esto hubiera sido posible sin la traición
de Caldera, quien con su discurso justificador de la acción delictiva y asesina
de los golpistas del 4/F-92, convirtió mediante sobreseimiento –desde el poder-
a un cobarde y derrotado militarmente, en un ¨súper héroe¨ vengador con
alfombra roja para llegar a Miraflores electoralmente y humillar, entre otros,
a quien le salvó de la condena que le correspondía cumplir sin atenuantes por
su acción homicida, y violadora de la Constitución por el uso de las armas de
la República contra las instituciones legítimas.
Con su llegada al poder, utilizó su popularidad para
comenzar a demoler los cimientos algo frágiles de la democracia representativa,
inconsistente e incumplidora de la demanda social de los últimos años, hay que
admitirlo, y se dedicó a la destrucción en su estilo personalista, militarista,
resentido y lleno de complejos.
Acabó en forma dispendiosa y corrompida, no sólo con
los recursos económicos y financieros de la nación, sino también con los
recursos humanos formados por el Estado venezolano, a quienes sometió a
persecución, expulsión de sus empresas, y luego forzados al exilio por su
canallada salvaje, pues en su pretensión totalitaria a perpetuidad, no admitía
disenso de ningún tipo.
Por si fuera poca su acción destructora, antes de su
muerte convenció a la mayoría de los venezolanos de que votaran por quien hoy
ejerce la presidencia de Venezuela, de la peor manera posible; esto sí parece
la ¨tapa del frasco¨. Este sujeto está terminando de raspar la olla, si acaso
le queda algo luego de que su equipo se dedicara al saqueo y la ruina total de
la República.
Arrinconaron al empresariado, y a los emprendedores en
su odio contra la propiedad privada; empobrecieron al extremo a los
trabajadores públicos y privados; tiraron al suelo al sector salud, y hoy no
tenemos un solo hospital en condiciones decentes; ahorcaron a las universidades
presupuestariamente, colapsaron el sector transporte, nos arruinaron hasta el
punto de que más del 80 % de la sociedad –según las encuestas- padece algún grado de pobreza.
Padres que retiran a los niños del colegio por
incapacidad económica; compatriotas que huyen a otras tierras buscando mejores
condiciones, gente que come una sola vez al día, si acaso lo logra;
adolescentes descalzos en todas las calles, que nos rompen el alma.
Y en medio de este desastre, nuestra dirigencia
política no ha sido capaz de articularse de manera unitaria para contrarrestar
a un gobierno incapaz, corrupto e incompetente como el de Maduro. Los intereses
del país tienen que estar por encima de las apetencias de cualquiera; primero
tenemos que resolver la transición hacia la democracia para salir de estos
malandros, y ya habrá tiempo de que cada quien exprese sus aspiraciones.
Ni la pobreza, ni el hambre de los venezolanos pueden
seguir en espera. ¡Por Dios, hagámoslo!
Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra
No hay comentarios:
Publicar un comentario