Con el secuestro de Roberto Marrero, el gobierno no
esperaría una ovación cerrada del mundo. Ya ni estupor desprendió por los ya
acostumbrados abusos autoritarios de un régimen con la compostura en desorden.
Todo está previsto de unas mentes endemoniadas.
Tuvieron el atrevimiento de tomar a la fuerza al jefe
de despacho y mano de derecha de Guaidó. Los agentes de inteligencia del
régimen irrumpieron en su casa con la violencia de los descerebrados. Es una
provocación ante las acciones desmesuradas de EEUU por buscar apoyo de otras
naciones para cohesionar las acciones que están por venir.
El arresto lo efectuaron a las dos de la madrugada,
sin basamentos legales ni reflexiones políticas. La maldad se revistió de tanta
ignorancia, que le dejaron dos ametralladoras y una granada como pruebas de
encabezar una célula terrorista y un plan magnicida. Quién en sus cabales
tendría un armamento de ese calibre en su propio domicilio, siendo foco del
interés de la dictadura.
A Maduro y sus secuaces les gusta contar con rehenes
en su agenda de negociaciones. Saben con certeza que los dados se están
lanzando en las reuniones que realizan Trump y sus delegados en el continente,
para emprender un plan sin errores.
La visita casi emocional del presidente de Brasil,
Jair Bolsonaro, a la Casa Blanca no está revestida de convenios económicos ni
de acuerdos multilaterales. La razón primordial es Venezuela y se lee
entrelíneas con una caligrafía perfecta.
El interés de Washington por el país de la samba no es
otro que buscar su venia para resolverle los entuertos a nuestra nación en
desgracia. Meses atrás el presidente norteamericano también compartió una
velada similar con su homólogo colombiano, Iván Duque. Las diatribas,
deliberaciones diversas y estrategias precisas se tornan hacia no dejar
resquicios a las equivocaciones.
Asimismo, esta semana también Trump prometió
inversiones a los gobiernos de República Dominicana, Jamaica, Haití, Bahamas y
Santa Lucía. Este ofrecimiento lo efectuó en una reunión inusual con los jefes
de gobierno de estas naciones en su club privado. Prometió que una delegación
los visitaría en los próximos 90 días para determinar las inversiones, lo cual
no deja resquicio de duda de la claridad en las decisiones sobre nuestra
pequeña Venecia.
La coalición internacional es la panacea. No se
quieren los murmullos interminables de los trastornos de Vietnam o ser pasto
agrio para la crítica. Por eso este propósito de convencer a la vecindad de
Venezuela, para contar con el apoyo fiel de los planos concretos, resulta
primordial. Ayuda mucho que la ONU se haya puesto el traje serio de la cordura
y reconociera la violación desmedida a los derechos humanos que a diario se
viven en el país.
También estoy convencido que esta primera cumbre de
Prosur fue una excusa inigualable para terminar de definir los lineamientos.
Este foro de integración suramericana -que sustituye al disparatado Unasur-, no
lo veo como un abreboca de acuerdos macroeconómicos entre países. Seguramente
trazó las diferentes ecuaciones para tener en un futuro cercano, a la patria de
Bolívar como uno de sus miembros más vinculantes y como un ejemplo de
libertades.
Lo de Marrero es solo otro ejemplo del propio
arrinconamiento de la dictadura. Aunque duela la injusticia, el ciudadano común
lo tomó con una normalidad pasmosa, acostumbrado a los mismos abusos, pues
Venezuela es un gran periódico de sucesos y variedades. Se lee sin centavos en
los bolsillos y atragantado por el hambre. Se viven las noticias por la
estremecedora realidad que circunda al pueblo. Pese a ello, esta nación de
peripecias y trasnochos está agotada de las mismas maniobras del poder. Sufre
por un mandato sin virtudes para la bondad y sin la puesta en orden de la
cordura.
El gobierno tiene la desafortunada tarea de dar
órdenes sin dolor. Lo hace con el empeño de mantener su dominio y a sabiendas
que las decisiones del planeta están tomadas. Que las reuniones entre
presidentes se realizan con la convicción de salvar a nuestro territorio. Que
el convencimiento por la intervención militar está a la vuelta de la esquina y
debe contar con un manojo de salvoconductos para no terminar en su propia
inmolación.
Eso es lo complejo del tablero enfebrecido del poder.
Mover sus piezas jactándose de su propia inmundicia y jugar como siempre, con
la ansiedad de una población desconsolada. Pero el plan para el cese de la
usurpación cuenta con este tipo de maniobras previsibles.
No deseamos realmente una intervención militar. Habría
una cantidad de muertos considerable y destrozos por doquier. Tristemente,
estos bellacos no saldrán por las buenas y las cartas se están jugando para
determinar el futuro del país más hermoso del mundo.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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