La fecha, si permiten la impudicia, me da el pretexto para una reflexión. El año pasado recorrí con él, física y verbalmente, los lugares y episodios de su biografía con motivo de una serie televisiva sobre su vida, obra y compromiso político. Al empezar, dos cosas me inquietaban. Quería entender mejor qué es una vida, qué elementos determinan una trayectoria vital y cuáles son secundarios, y cómo se deciden y ordenan todos ellos. Lo otro que quería saber es si, para entender la obra de un autor, es imprescindible conocer a fondo su vida, sus amores y desamores, sus accidentes y circunstancias, las decisiones tomadas y las que le fueron dadas. Saint-Beuve, el célebre crítico francés del XIX, escribió que era indispensable conocer los detalles de la vida de un escritor para entender su obra. Proust, en «Contre Saint-Beuve», sostuvo lo contrario: para él, un libro es el producto de un ser muy distinto del que se manifiesta en los hábitos, la vida social y los vicios del escritor; para entender la obra hay que fijarse en un fondo íntimo que nada tiene que ver con el ser que frecuenta el mundo.
En nuestro largo recorrido, no llegué a una conclusión, pero sí a una intuición sobre ambas cosas. Con respecto a la trayectoria vital de mi padre, mi intuición es que la casualidad ha jugado un papel mucho más importante del que parece. El relato de los hitos de su vida -el trauma del padre «muerto» que resucita y se impone, el colegio militar, la militancia radical universitaria, el exilio voluntario, la evolución ideológica del socialismo al liberalismo, la vida matrimonial y familiar, el retorno peruano, la política, el exilio definitivo, y la obra que se va tejiendo año a año con los hilos de esa vida- es engañoso. Contado así, tiene la apariencia de una progresión lógica y previsible desde un punto inicial hasta el culminante, pero es un espejismo. La voluntad y el talento explican muchas cosas, pero no la infinita, imprevisible cadena de causas y efectos de una vida.
Mi intuición sobre lo otro es que Saint-Beuve tenía más razón que Proust (los vasos comunicantes entre la obra de mi padre y su biografía son clamorosos), pero había algo de verdad incómoda en lo que Proust decía. Quien mejor lo ha explicado es acaso V.S. Naipaul: por mucha documentación que reunamos sobre la vida de un escritor, «el misterio de lo escrito seguirá allí» y toda biografía tendrá siempre una «cualidad incompleta».
La vida de mi padre es escandalosamente pública y la conocemos aún más los seres de su tribu. Pero su obra, incluso para los que conocemos sus fuentes y hemos asistido a su gestación, encierra mucho misterio que los hechos de su vida no explican. Esta constatación, diez años después de que me librara de la maldita pregunta, es mi pequeño homenaje.
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