Como se podrá apreciar, no existe -salvo algunas pequeñas diferencias semánticas- ninguna disimilitud con la teoría expuesta y criticada anteriormente (es decir la 3° teoría, que hemos llamado marxismo fiscal). Reformar o transformar el régimen económico es exactamente lo mismo a reformar o transformar el régimen social, no existe ninguna desemejanza entre uno y otro, por la sencilla razón de que la economía es una ciencia social. No hay una economía animal, vegetal o mineral, la economía siempre es una ciencia social. Separar economía de sociedad es un error tan absurdo como frecuente, tal -por ejemplo- lo hacen los autores en estudio. Y los socialistas son los más entusiastas partidarios de este yerro. Creen que la economía es una especie de "fenómeno extraño" a la sociedad que, quizás, imaginen viene impuesto por seres sobrenaturales o extraterrestres, porque hablan de una y otra como si fueran cosas desiguales y -particularmente- de la economía como si se tratara de un cuerpo extraño dentro de la sociedad.
Digamos también (como ya lo hubiéramos aclarado en otras partes) que el "socialismo de estado" no tiene -en lo sustancial- ninguna disparidad con el socialismo sin calificativos. Todas las variantes del socialismo persiguen el mismo objetivo: abolir la propiedad privada, y sus discrepancias son nada más que de estilo y metodología. El socialismo marxista -que es el paradigma del socialismo- proponía un método de implementación por las vías violentas. Los restantes socialismos propician rutas más "moderadas" o sutiles, pero todos los socialismos apuntan siempre al mismo fin: a la abolición completa de la propiedad privada.
Sin duda que, como ya dijimos, el impuesto cumple un rol clave en los socialismos "moderados"; es la forma más tenue e inadvertida de derogar, gradual y paulatinamente, toda propiedad, e implantar el socialismo completo. Por eso los socialistas actuales la prefieren a cualquier otra clase de revolución violenta. Es el mecanismo más "indoloro" para expoliar a la gente.
Luego, sobre la falacia acerca de la existencia de "algo" llamado "estado" y sus supuestas "necesidades" como ente orgánico vivo, con voluntad e inteligencia propia con independencia de los individuos que lo componen, ya hemos dicho suficiente en los párrafos precedentes. Nada de eso existe.
Recordemos también que el "estado" no puede distribuir riqueza, sólo puede redistribuirla, ya que la distribución de la misma se hace (y sólo puede hacerse) a través del mercado.
"Wagner es, en esta tendencia, una fuente de sugestiones vasta y compacta. Considera la renta como fuente normal y principal del impuesto, aunque no desecha del todo los impuestos sobre el capital. En efecto, admite este tratadista que los impuestos sobre el capital establecido de una manera permanente terminarían por perturbar la producción, reducir los salarios y arruinar las industrias. Pero, ello, no obstante, debe tenerse en cuenta: a) Hay casos en los que está justificada la gravación del capital; b) Que no debe identificarse, como suele hacerse, la imposición sobre el capital "nacional", con la imposición sobre el capital "individual*. Según este autor, para saber en qué casos se puede y debe acudir al capital individual como fuente de impuestos, es preciso considerar: el "origen" del capital; el "empleo" del capital, y el "empleo del producto del impuesto sobre el capital"."[2]
Nada de lo que Wagner diga tiene antagonismo alguno con lo que han predicado -salvo matices más o menos fuertes- todos los socialistas del pasado y del presente.
Padece de los mismos errores que -del lado opuesto- sufrían los autores clásicos cuando se inquietaban por encontrar una explicación plausible a la fuente de la renta y no la hallaron, creyendo -en suma- que era una suerte de composición entre el trabajo y "otra cosa" que no dieron en la tecla en descubrir. Quedó, pues, diseminada la falsedad que la renta era una suerte de entelequia, cuya existencia no podía darse con prescindencia del trabajo.
Naturalmente, la renta no es "fuente" del impuesto, lo cual es una aberración conceptual, sino que es objeto de rapiña por parte del impuesto. Sea que el impuesto se cobre sobre el capital o sobre la renta sus efectos destructivos son análogos en un caso o en el otro. En su proporción, el impuesto no deja piedra sobre piedra en rentas, capitales y todo bien o servicio que resulte gravado, con independencia de los rótulos y calificativos que se le quieran dar. El impuesto siempre es demoledor, nunca constructivo. No interesa si el impuesto es "permanente o transitorio"; la perturbación que Wagner admite para un impuesto permanente es la misma que la de un impuesto transitorio. La única distinción es que, en un caso la perturbación es permanente y en el otro es transitoria. Por lo demás, los impuestos al capital -una vez adoptados y legislados- difícilmente sean derogados posteriormente. En Argentina -por ejemplo- el impuesto a las ganancias fue instituido en el año 1935. En la ley de creación, se hacía énfasis en la transitoriedad del impuesto, lo que nunca sucedió posteriormente hasta la fecha en que estas líneas se escriben.
En ningún caso se justifica la gravación del capital, y menos aún existen pretendidos contrastes entre capital nacional e individual. El capital sólo puede ser individual, porque únicamente los individuos (solos o asociados entre sí) lo pueden crear. El origen de todo capital siempre es individual, porque en el mundo natural y social los únicos que existen son los individuos.
[1] Mateo Goldstein. Voz "IMPUESTOS" en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05.
[2] Goldstein, M. ibidem.
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