1 Wagner
relata en el Anillo del Nibelungo que después de despedazar al dragón, Sigfrido
se encharca salvajemente en la sangre para hacerse invulnerable, y arrebata el
tesoro Nibelungo que la bestia defendía. Pero una hoja de tilo adherida impidió
que parte de su hombro se mojara y recibiera el hechizo. Por ahí lo matan a
traición, como a Aquiles por el talón que inspira el mito germánico. Nos enseña
que ningún héroe por poderoso, valiente, generoso, es indestructible, y un
cobarde puede asesinarlo por la espalda. Tenía pacto de sangre con el rey
Gunther, su mejor amigo, pero él trama su muerte con la protegida del dios
Odín, la poderosa valkiria Brunilda ciega de celos, quien arrepentida se
entierra la espada ante el cadáver. No hay vacuna perfecta.
2 Las vacunas
son milagros humanos que eluden la muerte y su origen es apasionante. El médico
rural e investigador británico Edward Jenner observó que en las manos de las
ordeñadoras nacían aterradoras viruelas, de los males más terribles de la
humanidad, pero allí se secaban sin daños, porque el virus atenuado de las
vacas inmunizaba a las mujeres. Iluminado por el descubrimiento, decidió dar
otro paso e inocular el pus benigno de las lecheras a otros y luego exponerlos
a contagio con moribundos, del que salían indemnes. Prohíben el tratamiento en
1840, por miedo a que salieran cuernos o rabos a los variolizados. Pasteur usó
el método contra ántrax, cólera y rabia, y en 1881 propone llamar vacuna la
inmunización por cepas decaídas, en homenaje a Jenner y la antivariólica.
3
Protección en mano, la Corona española remite a América unos discutibles
envases de pus, e imaginamos qué cochinadas llegaron a destino después de la
travesía atlántica, y por qué modificaron la forma de enviar la medicina. El
nuevo intento, más viable, es expedir vacunas humanas. Embarcaron desde España
un grupo de niños y al zarpar variolizaron al primero. Cuando estaba por
cumplirse el ciclo de inmunización, con su flujo inocularon al segundo y así
una cadena hasta que luego de vicisitudes, llegan a Caracas en 1804. Andrés
Bello, el hombre más importante del país, atendió la delegación aunque cometió
el error literario, tal vez el único, de escribir una horrible Oda a la vacuna
(“Suprema providencia, al fin llegaron a tu morada los llorosos ecos del hombre
consternado/ y levantaste de su cerviz el brazo justiciero/ admirable y pasmosa
en tus recursos/ tu diste al hombre medicina/ hiriendo de contagiosa plaga los
rebaños/ tu nos abriste manantiales nuevos de salud en las llagas/ y estampaste
en nuestra carne un milagroso sello/ que las negras viruelas respetaron/ Jenner
es quien encuentra bajo el techo de los pastores tan precioso hallazgo”)
4 Ningún
guerrero podía derrotar en combate a la esplendorosa valkiria Brunilda, fuerte,
bella e invencible guerrera, reina de Islandia. Las runas le anunciaban que su
destino sería el único hombre sobre la tierra capaz de vencerla, el valiente
Sigfrido y para alejar zopilotes, impuso que se entregaría al que la sometiera
en combate (por el estilo, Penélope no aceptaría cortejos hasta que terminara
de tejer. Así esperaron al único). Su castillo, construido entre hielo, lo
protegía un círculo de fuego y Wilhelm Reich saborea la simbología erótica del
mito. Con hechizos, malas artes y trampas, el rey borgoñón la vence, y se casa
con él, aunque sospecha la trampa. Estaba vacunada, según versiones con un
cinturón de castidad, especie de tanga de leves cadenitas cruzadas, pero no
sería fácil quitárselo salvo para Sigfrido, según Reich alusión al orgasmo.
Cuando el rey bribón viene por su noche de bodas, ella se mofa: “me dominaste
en lucha y te será fácil quitármelo porque tu fuerza puede sobre mí”. El pobre
terminó atado simbólicamente a sus pies fuera de la cama (“soy tu esposa, no tu
mujer”)
5 Kipling
indica “no perder la cabeza cuando otros la pierden a tu alrededor” y hay que
entrenarse en pandemia, pues crecen la depresión, violencia doméstica y
suicidios que afectan al prójimo. Hacer política con la desgracia es terror
sicológico y arrastra gente de buena fe. Difundir miedo, cuestionar datos sin
evidencia, desacreditar las vacunas -eficaces y poco peligrosas-, es dañino.
Según la OMS, los países de alta mortalidad por millón de habitantes van en
este orden: Brasil 1.815, Colombia 1.381, Italia 1.353, Reino Unido 1.334, EEUU
1.200, México 1.111. Con rango bajo de decesos, están Finlandia 163, Noruega
127, Japón 77, Venezuela 69, Australia 36, Surcorea 35, Ruanda 26, Singapur 5,
Burkina Fasso 8, Nueva Zelanda 5.11, China 3.5, Eritrea 2, Fiji 2, Bután 1.31,
Burundi 0.52, Tailandia 0.58, Taiwán 0.47. Sorprenden las diferencias de
letalidad entre países desarrollados, igual que entre atrasados. Que estén
globalizados o cerrados tampoco hace el contraste, ni tener buenos o
deficientes sistemas de salud. Descubrir por qué, exige estudios especiales.
Pero de las grandes pandemias, esta ha sido la más benévola, hasta ahora.
Carlos Raul Hernandeaz
carlosraulhernandez@gmail.com
@ElUniversal
Venezuela
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