Uno de los grandes
dramas del país es la reincidente incoherencia de quienes dicen dirigir la
oposición desde su coto en el que se desarrolla una historia interminable
tejida a diario con fracasos y tropiezos. Es una dura realidad que nos obliga a
reconocer que de allí deriva el desconcierto y escepticismo reinantes en el
ámbito político, con una dirigencia opositora que sigue actuando bajo los
mismos códigos, que ahora cuenta con una cuota de poder en un inédito e
inaudito paralelismo “tolerado” a discreción por el régimen. Los resultados de
esta entente parecieran concederle ventajas al oficialismo en su estrategia.
Total, lo asumen como una cuota más entre las muchas que han dispuesto. Para
ellos, esa concesión al G4 no tiene precio.
Luego de la inocua
labor del parlamento que dejó pasar el autobús con mayoría calificada, recién
electo en el 2015 con un CNE designado por el TSJ, y de las elecciones
regionales también regidas por otro CNE igualmente designado por el TSJ, en las
que participó esa dirigencia opositora “legitimando” al régimen, tuvo lugar
aquel auspicioso 23 de enero de 2019 que para entonces representaba el
esperanzador punto de partida para una salida de este infierno. Con renovado entusiasmo los venezolanos le
dimos al interinato un respaldo multitudinario que dotó de invulnerabilidad al
interino. Bajo el amparo de una eventual intervención y el apoyo mayoritario de
la comunidad internacional, el interino retador se hizo intocable.
En poco tiempo se fue
degradando la lucha y se desvaneció la esperanza de la salida del régimen,
mostrando en su plenitud la ineficacia e ineptitud de sus ductores para ese
objetivo. Sin embargo, los hechos demuestran que no han fracasado en su
propósito de mantener y administrar la cuota de poder alcanzada en un
paralelismo institucional que pareciera proceder de una especie de pacto de no
agresión y de “tiroteos inocuos” como los de las dos consultas populares que se
efectuaron.
Observamos que con ese
“laissez faire, laissez passer” del régimen se ha impuesto una dinámica de
“estira y encoge” en el manejo presupuestario paralelo de recursos del Estado
que por supuesto no ha acarreado lamentables consecuencias inmediatas; como
tampoco las ha acarreado la existencia y funcionamiento paralelo de un
parlamento, procurador, canciller, representantes en organismos
internacionales, embajadores, directivos de empresas públicas, etc. Sin
pronunciarnos sobre el buen o mal manejo
de los recursos, creemos que esta dicotomía no ha sido buena, en general, para
la mayoría de la oposición venezolana.
Cuesta creer que un
régimen como este se encuentre impedido por alguna limitante para tomar
drásticas decisiones al respecto. Como también cuesta creer que muchos de los
huérfanos yerros en la lucha opositora solo fueron producto de la impericia y
negligencia de algunos de sus dirigentes. Es una simbiótica manera de gobernar
conforme a los cánones del “gatopardismo”.
Desde esta perspectiva,
cabría concluir en que el interinato del G4 ya no es un factor aglutinante; por
el contrario, su desempeño excluyente ha dejado en el camino a un ejército de
tozudos ingenuos, bienintencionados engañados para quienes nunca fue suficiente
la alerta para activarle el click del entendimiento, ni para atajar el empeño
en el fracaso. Pareciera una condena de los dioses.
Hoy la agenda política
la sigue imponiendo el régimen. Esa dirigencia opositora -que cuenta con su
propia Asamblea Nacional- seguramente bailará al son que le toquen, y con su
proverbial sinuosidad tratará de ir a unas elecciones regionales y locales con
un CNE electo por la rival Asamblea Nacional que no reconocen, a la que por
cierto le dejaron el camino expedito para que tomara este tipo de decisiones
con una holgada mayoría parlamentaria que pudieron haber impedido. Dicho de
otra manera: o no son alacranes los que participaron el 6D o ellos también lo
serán si participan ahora "legitimando" -según su argumentación- no
solo a Maduro sino a esa otra Asamblea Nacional que designó al actual CNE.
Guaidó ha declarado
que, con el nuevo CNE, lo que se busca es engañar y dividir a las fuerzas
democráticas, enfatizando que el parlamento electo en 2015, ni las
organizaciones políticas que forman parte de la plataforma unitaria en
Venezuela, avalan tal designación. Veremos, es raro que desde ese coto se hable
de división y engaño. Ojalá que la posición que asuma el interino no resulte
otra de esas batallas que se libran para que todo siga como está.
Víctor Antonio
Bolívar Castillo
vabolivar@gmail.com
@vabolivar
Venezuela
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