Es pertinente el enfoque que sobre el tema de la diáspora hace el comisionado de la Secretaría General de la OEA para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos, David Smolansky, con ocasión del diálogo en México. Es tajante en su opinión cuando manifiesta que esa diáspora no se siente allí representada,
Pone el énfasis en lo que es tal vez la más nefasta consecuencia que deriva de la erosión de los principios y valores ciudadanos y morales del país, cuando al referirse -a la diáspora- expresa que literalmente hoy “somos un país fuera de un país, y que de prolongarse la dictadura, el país de afuera seguirá creciendo”. Y agrega que: “Esos venezolanos tienen derecho, esos venezolanos deben ser tomados en cuenta”. Estas consideraciones nos llevan más allá de lo coyuntural que se pueda suponer por tratarse aparentemente de una demanda puntual en el terreno de las negociaciones en México.
El asunto raya en lo existencial, incluso visto desde los diferentes ángulos desde los cuales se puede percibir a un país. Como Estado soberano, o territorio con características geográficas y culturales propias, o como población o comunidad social organizada, nuestra Venezuela, la del país de adentro, se diluye y deja de responder a los parámetros que desde 1830 la definieron.
Hoy tenemos una parte muy significativa de nuestra población dispersa en todo el mundo que tiende a crecer de manera exponencial, que están en pleno derecho a ser tratados como todos los connacionales. Esos venezolanos que aquí formaban parte de nuestra comunidad social organizada, y que ahora no habitan en nuestro territorio, en modo alguno han renunciado a sus derechos ciudadanos, o a su cultura y sus raíces. Antes por el contrario, todo esto los compacta afuera. Donde se encuentren estará una parte cuantitativa y cualitativa importante de Venezuela,
que por su magnitud no deja lugar a dudas de la gravísima situación política, económica y social que la generó.
Un Estado secuestrado y la entrega de nuestra soberanía, así como el desmantelamiento de nuestras instituciones, marcan la pauta en un régimen que solapa con el ropaje de la patriotera unión cívico-militar su propósito de ejercer un poder hegemónico en beneficio de una pequeña claque y de intereses foráneos. Para materializar este objetivo fue necesaria la alienación inducida de una buena parte de venezolanos que ya condicionada en su personalidad, pasó a ser un “instrumento ciego de su propia destrucción”. Se encuentran en merma los elementos esenciales de la Venezuela territorial y sus habitantes, auspiciado por los cultores del antivalor de la deslealtad y de la ambición de saqueo. Pareciera tomar cuerpo la premonición del término “ex país”, acuñado por el Dr. Agustín Blanco Muñoz, para referirse a Venezuela, ya convertida en Venecuba, como colonia del nuevo macro imperio conformado por Cuba, Rusia, China, Irán y Turquía.
Abordó el tema Carlos Blanco, en una de sus excelentes entregas en este diario: “Venezuela: un ex país hacia la transición”, en el que se refirió al Estado, la población y el territorio como elementos integrales de la nación venezolana disminuidos o en vías de extinción. Percibía al Estado, como un amasijo de escombros institucionales; a la población, en desbandada en el calvario inenarrable de la migración y al territorio encogido. Así retrató a un ex país, que “ve abatirse sobre sus ruinas a los jinetes del apocalipsis: la conquista, la peste, la guerra y la muerte”. Lástima que el gobierno de transición, que para entonces formaba parte del mantra de quienes dirigían a la oposición, resultó ser un fiasco y no fue posible que se tomaran en cuenta sus recomendaciones.
Esperemos que los derechos de esos 6 millones de migrantes y refugiados venezolanos, no queden otra vez por fuera con este nuevo mantra del Acuerdo de Salvación Nacional (o el que siga a este), y no se incurra en un desatino que dé pie a lo que finalmente apunta Smolansky: “El régimen siempre ha utilizado la negociación para ganar tiempo. Ganando tiempo permanece en el poder, permaneciendo en el poder, la gente se desmoraliza y terminan muchos tomando la decisión de irse de manera forzosa de Venezuela, se enfría la comunidad internacional y se fracturan más los factores democráticos”.
Esto debe revertirse. Ajenos al eufemismo y a la retórica, tenemos que decir que será duro el camino por transitar para rehacer el país, en un tiempo que dependerá de cuán pronto iniciemos su recorrido con coraje y desprendimiento.
Víctor Antonio Bolívar Castillo
vabolivar@gmail.com
@vabolivar
Venezuela
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