"El privilegio de la mentira es que siempre vence a quien pretende servirse de ella. El odio es en sí mismo una mentira. No se puede odiar sin mentir". Albert Camus
Quisiera usar el
símil de un enorme remolino marino que succiona hacia el fondo del océano al
chavismo y a la dictadura con que oprime a Venezuela. Pero el símil que
realmente rinde fidelidad a la situación actual de ese esperpento purulento que
nos gobierna, es el del vórtice que observamos al bajar la poceta. Por ahí se
va el chavismo al lugar al que siempre perteneció: la cloaca de la historia.
En estos pasados 17 años ese pretexto para dominar y saquear llamado chavismo ha amenazado al pueblo venezolano con muerte si no lo mantiene en el poder. “Soy yo o la guerra […] esta revolución es pacífica pero armada […] si gana el imperialismo la AN vendrán tiempos de masacre y muerte […] si perdemos la AN se acabará la paz en el país […] si no ganamos tomaremos los fusiles rodilla en tierra”, y la novísima “si perdemos las elecciones no entregaremos el poder y gobernaremos con el pueblo en una unión cívico-militar”, proferida este jueves 29 de octubre por Nicolás.
Por una parte, esta
amenaza viola uno de los más acendrados tabúes de la política: hablar de la
propia derrota. Por otra, es inevitable concluir que el chavismo prevé esa
derrota y que cuando acompaña la hipótesis con frases como “en el supuesto
negado y transmutado (?) de que…” no hace más que reforzar la percepción de que
tal derrota es no solamente inexorable, sino muy temida.
Pero lo más grave
de tal declaración no es la admisión por parte de la jerarquía de que el
chavismo encara su final, sino la más absoluta impudicia que le permite
confesar que ni aceptará el resultado de las elecciones ni entregará el poder
cuando el pueblo le diga que se vaya, es decir, que el proceso electoral no es
más que un teatro para el liderazgo chavista.
La mayoría de los
venezolanos siempre hemos sabido que el chavismo no concibió jamás la
alternabilidad en poder. Que recurrió al fraude masivo y multifacético para aferrarse
perennemente al mismo. Que –como asociación de psicopátas que es- jamás respetó
límites, ni siquiera el delito, para el logro de ese objetivo. De manera que no
es enteramente nuevo el aserto de Nicolás.
Pero el régimen
siempre fue cuidadoso en mantener un halo de democracia en sus procederes y en
el sistema político venezolano. La ficción de democracia era vital para
consolidarse en el poder. No es este el caso en esta ocasión. Nicolás no
solamente está anunciando un golpe de Estado, sino que está definiendo la Junta
de Gobierno de carácter cívico-militar. No dudamos que intentará cumplir esta
amenaza. La verdad, el chavismo no tiene otra alternativa más que ver a sus
líderes y testaferros terminar en las cárceles del mundo si llega a perder el poder.
En consecuencia, está dispuesto a cometer el más terrible de los crímenes, aun,
genocidio, para tratar de evitar (inútilmente) ese destino que inexorablemente
le aguarda.
De esta manera el
gobierno nos confiesa lo que tanto he repetido en mis artículos: el chavismo no
cree en elecciones libres a menos que las gane, con o sin fraude. Mientras esto
era un secreto a voces y era necesaria la ficción de democracia para sostenerse
en el poder, tenían sentido los procesos electorales, de ahí la necesidad de hacer
tantos. Pero al quedar desnudos por las evidencias y ahora, por propia
confesión, es incomprensible que la dictadura chavista persista en hacer
elecciones.
Si a un mes de las
elecciones parlamentarias Nicolás anuncia que si pierde su partido desconocerá
el resultado, no entregará y formará una junta cívico-militar para gobernar,
¿para qué hacer elecciones?, ¿por qué insiste la dictadura en hacer otro
proceso electoral cuyo resultado ya está desconociendo de antemano? (Pues no
quepa duda, el chavismo no puede ganar ni con el más formidable de los fraudes,
que ya está montado, por cierto).
Hay más
contradicciones, lo que no sorprende pues la contradicción es algo en lo que el
chavismo siempre ha brillado; la contradicción es su esencia. Inmediatamente antes
de pronunciar esa amenaza, Nicolás propuso un pacto de respeto a los resultados
electorales y al CNE. Obviamente pidiendo un pacto que garantice el respeto a
su fraude y a los perpetradores del mismo. Acompañó tal proposición de respeto,
con la advertencia de que su partido estaba dispuesto a ganar “como sea”. Mayor
confesión, imposible.
Y la madre de todas
las contradicciones típicas del tan “democrático” chavismo: Soslayando el hecho
de que todas las encuestas, amigas o enemigas, indican que el 90% del pueblo
rechaza el chavismo y a su gobierno, es indiscutible que si el chavismo pierde
las elecciones es porque el pueblo votó en su contra, le dijo “¡fuera!”
Entonces, ¿cuál es ese pueblo con el que Nicolás piensa dar el golpe y
gobernar?, ¿el cubano, el chino, el ruso? Porque es clarísimo que si pierde es
porque el pueblo venezolano votó contra su “revolución”.
Y como ese pueblo
del que habla Nicolás no existe, sólo resta el “militar” de esa junta
cívico-militar. Lo que no es una novedad, pues son los milicos detrás del trono
los que gobiernan este país justamente de espaldas a ese pueblo que padece
extremas penurias y miseria, muerte por falta de medicinas, colas para
precariamente alimentarse, brutal inflación que lo esclaviza pues trabaja para
ni siquiera llegar a cubrir sus necesidades básicas, apagones y cortes agua en
un emporio energético y acuífero tropical; mientras ellos, los de verde, se
enriquecen groseramente y guardan los miles de millones dólares robados a ese
mismo pueblo –a ese mismo bebé que muere sin medicinas anticancerosas en el JM
de Los Ríos- en cuentas congeladas en el Imperio y Andorra.
Así que lo que dijo
Nicolás es que ya únicamente cuenta con las armas de lo más corrupto del sector
militar como la brocha que lo sostiene a la pared del poder.
Leonardo Silva
Beauregard
leobeauregard@gmail.com
@LeoSilvaBe
Miranda – Venezuela
Aquí... Pensando... Blog de Leonardo Silva
Beauregard
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