DESDE
COLOMBIA
El
pueblo venezolano ha elevado su apuesta contra el dictador Maduro a su máximo
límite. Cuando las gentes salen a las calles a encarar la fuerza bruta de la
represión están indicando que llegó el momento del esfuerzo supremo.
De
otro lado, la historia política nos demuestra que cuando un gobierno
dictatorial apela a la brutalidad, al asesinato de los manifestantes inermes,
al encarcelamiento de los líderes, a maniobras dilatorias, es porque ve
inminente su caída. Es la señal del desespero, de la turbación mental del no
saber qué hacer ni para dónde salir.
El
régimen dictatorial de Maduro y el experimento chavista han llegado, también,
al tope de su ineptitud. Sus líderes se apropiaron de la bonanza petrolera no
para mejorar el nivel de vida de la población sino para beneficio propio. Las
mafias y la corrupción sin límite de la mano de un sistema anulador de la
iniciativa privada y de una retórica populista, todo un mar de babas,
arruinaron a uno de los países más ricos del mundo.
Es
una historia triste que se hace más lamentable porque se repite y se insiste en
replicarla por doquier aunque solo
destrozos tiene en su haber. Es el modelo del empobrecimiento de las mayorías,
es la destrucción de la democracia, de la separación de poderes, es la
anulación de las libertades individuales, es la cooptación de los poderes
públicos por una gavilla de malandros, de seres sin escrúpulos, ordinarios,
groseros, es la eliminación del empresariado, de la iniciativa privada.
El
desastre de su país fue adobado con la ideologización de la fuerza pública y la
adopción de banderas partidistas como insignias nacionales. El chavismo, Chávez
y Maduro y Diosdado y El Aisami, y los Castro y la “inteligencia” cubana y su
gobierno parásito, y una mano de ingenuos y de idiotas útiles y de oportunistas
que llegaron para llenar sus billeteras y cuentas bancarias, destrozaron el
país más promisorio de Latinoamérica.
La
lección es clara y contundente: pueblo que se deja embelesar por el discurso
del socialismo bolivariano del siglo XXI y se deja seducir por paraísos
terrenales es pueblo aptos para experimentar sufrimientos y carencias
impensables.
La
mayoría de los venezolanos no creyeron en principio que iban camino al
desastre. Muchos se alegraron con el supuesto cambio prometido por unos
monigotes del modelo castrista que es el modelo de la ruina.
La
lección es dura: cuando ese tipo de fuerzas políticas asume el poder no hay
forma de que lo suelten o de que respeten la alternancia. El gobierno policíaco
de Cuba lleva 58 años en el mando, sus epígonos en Ecuador, Bolivia y Nicaragua
hacen trizas sus constituciones para eternizarse.
En
Colombia, un presidente impopular y cuestionado adelantó una política
entreguista con una guerrilla que bañó en sangre a la sociedad y que busca, en
palabras de uno de sus jefes, hacer en Colombia lo mismo que hizo el chavismo
en Venezuela. Lo grave es que tienen quienes les ayude, empezando por los Samper
y los liberales de mediopelo e insulsos como los Barreras, los Benedetti y los
Lizcano y escritores y columnistas dispuestos a apoyar el triunfo del modelito
fracasado con tal de que Uribe “no se salga con la suya”.
Para
ciegos sobran especímenes como los citados, aunque al parecer también perdieron
el olfato pues es como si no percibieran la fetidez que expele la dictadura
chavista.
Ojalá
los colombianos tengamos la entereza de resistir las tentaciones de la retórica
del socialismo bolivariano mirando lo que está sucediendo en la atribulada
hermana república.
La
evidencia es contundente: no es nada fácil tumbar una dictadura. Es
prácticamente imposible vencerlos por vía electoral porque apelan al fraude
como en las recientes del Ecuador.
Con
tal de que las fuerzas opositoras a la dictadura madurista, unidas al fin en
este envión definitivo, sean sordas a los cantos de sirena de quienes hacen
llamados a inútiles diálogos.
Lo
que está próximo a suceder puede significar el recomienzo de las libertades, de
la democracia, de la vida republicana y el entierro del populismo más ordinario
de los últimos tiempos. Ojalá las izquierdas menos propensas a la idealización
revolucionaria entiendan que deben romper de una vez por todas con el embeleco
castrochavista. Hay ejemplos de ello en Chile, en Uruguay. Ahí está el del
secretario de la OEA, Luis Almagro.
CODA:
Resulta increíble y grotesca la salida oportunista de Juan Manuel Santos al
pretender tomar distancia de sus “mejores amiguis” tardíamente y afirmando que
él ha respetado la separación de poderes y la voluntad popular. ¿Será que
guarda silencio ante la amenaza de Maduro de cantar los secretos de la
negociación en La Habana?
Ruben Dario Acevedo Carmona
rdaceved@unal.edu.co
@darioacevedoc
Colombia
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