jueves, 27 de abril de 2017

MALÚ KIKUCHI, CUANDO MIRAR SIN ACTUAR, ES COMPLICIDAD

CASO ARGENTINA

Córdoba. Domingo de Pascua. Estadio Mario Kempes. Partido de futbol entre Belgrano y Talleres. Emanuel Balbo, 22 años, aprendiz de carpintero, ¡evangélico oficio!, desde la popular norte, un grupito de 5 o 6 bárbaros, lo arrojan desde la tribuna, a metros de distancia.

Balbo llegó al hospital con muerte cerebral. Murió al día siguiente. Es sólo una anécdota, casi una nota de color periodística. Por increíble que parezca, el partido no se suspendió. Los negocios son más importantes que la vida de un ser humano. ¡El partido se jugó! ¡Los bárbaros pudieron disfrutarlo!

Los bárbaros son eso, irrescatables marginales, sin respeto alguno por la vida. No vale la pena hablar de ellos, son tema del poder judicial, quizás de un psiquiátrico. ¿Pero los espectadores? Eran muchos, muchos más que los atacantes,  hubieran podido detenerlos, por lo menos intentarlo. Pero no.

No lo hicieron. Miraron como si formara parte de un espectáculo que no les interesara. Con indiferencia. Inmóviles, quietos, impasibles. Atacaban a un muchacho, deberían haber hecho algo, lo que fuera, pro no lo hicieron. ¿Por miedo? No, eran más. Por insensibilidad hacia el otro, sin recordar que todos son el otro para el otro.

Una sociedad enferma, enferma grave. Una sociedad tan acostumbrada a la violencia que ya la tiene incorporada a lo cotidiano. Pero por acostumbrada que esté la sociedad,  no puede, no debe quedarse impasible frente a la violencia que está ante sus ojos y que puede evitar. Está deshumanizada.

Lo  que no se puede perder bajo ninguna circunstancia, es la humanidad. Es lo que diferencia al hombre de los animales. Y los que miraron como a través de la TV el asesinato de Emanuel Balbo, habían perdido su calidad  humana. No horroriza tanto el homicidio como la indiferencia de los espectadores ante el mismo.

Los asesinos, salvo milagro, lo seguirán siendo. Los espectadores ¿podrán volverse humanos y reaccionar como tales ante otro episodio del mismo tipo? ¿Serán capaces de sentir empatía por el agredido, existan o no existan razones para agredirlo? ¿Llevará mucho tiempo humanizarlos?

Preguntas de difícil respuesta. En cuanto a los dirigentes del Belgrano y de Talleres, ¿qué decir de la decisión de seguir y jugar el partido como si nada hubiese ocurrido? En el futbol los dirigentes son los primeros culpables de la violencia permanente en los estadios y sus alrededores.

El poder de las barras bravas es casi omnímodo sobre los dirigentes de sus clubes. Que más allá del cacareado amor por la camiseta, es un gran negocio al que no renuncian.  Si los dirigentes no son cómplices activos, por lo menos lo son pasivos y les permiten a las barras lo que no les debieran permitir.

Por supuesto que son chantajeados con armar escándalos durante los partidos si no les dan lo que piden: entradas, el control del estacionamiento, la venta del “merchandasing” y “otras cosas”.  Y los dirigentes no tienen coraje para enfrentarlos.

La policía no controla todo lo que debiera. ¿Porque no sabe cómo, porque no puede, porque no quiere, o porque no se lo ordenan? Tampoco tiene el coraje que debiera  tener.  Y acá entran los gobiernos, que por las razones que fueran, no toman las medidas correctas para terminar con este flagelo. También les falta coraje.

Y tanta falta de coraje de todos los responsables directos de la muerte de Emanuel Balbo, también son responsables de la indiferencia criminal de los espectadores del estadio Kempes, que el domingo de Pascua vieron, cómplices impávidos, cómo mataban a un chico de 22 años, aprendiz de carpintero, amante de la música.

Para sentir más vergüenza, Balbo, ya en el piso con muerte cerebral, ante la mirada CÓMPLICE de los espectadores, alguien, le robó las zapatillas.


¿Dónde se pide la baja de la sociedad?  

Malu Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@soymalukikuchi
Argentina 

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