lunes, 31 de diciembre de 2018

JOSÉ RAFAEL AVENDAÑO TIMAURY, SOLILOQUIAR II


     El ciudadano poseedor de una cultura democrática arraigada y suficientemente decantada está signado con una característica fundamental. La misma consiste en establecer que no es necesariamente un sujeto político eminentemente activo las veinticuatro horas del día. ¡Lo es potencialmente! Lo que significa que no se encuentra participando siempre. Pero sabe, por estar persuadido, (aunque sea instintivamente) de que lo puede hacer cuando lo considere conveniente si resulta necesario y las circunstancias apremiantes así lo determinan. En nuestro país ha llegado la hora –más que para debatir pura y simplemente-  de actuar con decisión firme y apasionada. Al  dilucidar resueltamente la duda existencial actual. Consistente en determinar si la cultura política democrática del venezolano es causa o consecuencia de la forma de gobierno que nos oprime. Actuar para obtener el impostergable corolario. El totalitarismo pretende seguir disfrutando y abusando  del continuismo anacrónico (La misma utopía de todos los dictadores de turno) que ha sido perjudicial -a todas luces- en el desarrollo económico, político y social de Venezuela.

               “… En América Latina, algunas experiencias recientes de regímenes que han transitado a la democracia han mostrado que las dificultades para impulsar un nuevo modelo de desarrollo económico son un factor que atenta contra la vigencia y la consolidación de la vida democrática. Sin embargo, la propia crisis económica fue un condicionante para el derrumbe de los regímenes autoritarios y para el inicio de la transición democrática”.

               “… El sentido de confianza interpersonal es un ingrediente necesario para la vida democrática porque alimenta la capacidad organizativa de una sociedad y, con ella, la posibilidad de que se desarrolle una participación política eficaz. Es también un factor indispensable para el buen funcionamiento de las reglas democráticas del juego, esto es, para que se reconozca al otro como un adversario con el que hay que convivir, para que se considere a los partidos contendientes como oposición leal, que actúa en función de las disposiciones normativas establecidas. La confianza interpersonal es entonces, un requisito para la construcción de un compromiso de largo plazo con instituciones democráticas que promueven el pluralismo y la competencia institucional”.

               “… La cultura política sirve de sostén a la vez que es respaldada por las instituciones políticas vigentes, pues no es posible pensar en ciudadanos que mantengan una visión de la política basada en la confianza interpersonal y la satisfacción frente a la vida sin que existan instituciones que animen y den sentido a dichas percepciones.
     Por ejemplo, difícilmente una sociedad puede desarrollar una cultura de la legalidad, es decir, de respeto y sujeción al marco normativo, que es el fundamento indispensable a una cultura cívica, si las leyes no se respetan regularmente o si la aplicación de las mismas está sujeta a un manejo discrecional o a una interpretación casuística. Sin embargo, para que las leyes se respeten es necesario que los individuos estén dispuestos a someterse a ellas, es decir, que encuentren beneficios claros en el cumplimiento de las disposiciones normativas.

     De igual suerte, la construcción de una cultura de la legalidad dependerá de que el marco legal se aplique regularmente y de que existan pruebas de que eludirlo es evidentemente más costoso económicamente y socialmente para los ciudadanos.

     De igual manera, tampoco se puede esperar que se desarrolle una cultura de la pluralidad si no existen condiciones para que diferentes partidos políticos y organizaciones sociales de todo tipo tengan las mismas oportunidades para agregar y articular intereses y para movilizar a la población en favor de los programas y proyectos que defienden”.

               “ … La socialización política. Que hace referencia al tema de cómo, qué y cuándo aprende la población acerca de la política, es un proceso de aprendizaje e interiorización de valores, símbolos y actitudes frente a la política, de larga duración y mucho menos directo, formal y cognoscitivo que el aprendizaje escolar… La socialización política sirve de lazo de unión entre las orientaciones de una población hacia los procesos políticos y las normas que el sistema reclama como las guías de su desempeño. La socialización es la adquisición de una inclinación hacia determinado comportamiento valorado de manera positiva por un grupo, junto con la eliminación de disposiciones de hacia una conducta valorada negativamente por dicho grupo… Visto desde el punto de vista del sistema político, la socialización política es la garantía de la perpetuación de de la cultura y de las estructuras que lo configuran, pues fomenta su reconocimiento y aceptación por parte de los ciudadanos, lo que no es sino una manera de reforzar su legitimidad. En otras palabras, el objetivo de la socialización es conseguir que los individuos se identifiquen y estén conformes con la estructura normativa y política de una sociedad.

     “… Para fomentar la cultura cívica es importante preparar a los individuos para su eventual intervención en el sistema político y crear el entorno político apropiado para que el ciudadano actúe y participe en los canales institucionales. Para lograr tal propósito es necesario que haya congruencia entre los valores e ideas que se transmiten y las estructuras en que aquellos se expresan.    
     
               “ … Para modificar la cultura política …. Ahí donde la diversidad social no se ha polarizado al punto de enfrentamiento, las culturas autoritarias alimentan conductas políticas de retraimiento o de apatía entre la población que no son sino manifestación de una contención, la cual en el momento en que se encuentra un resquicio para expresarse lo hace, y generalmente en forma explosiva, más allá de los canales institucionales existentes.

     “… Una cultura política democrática es ideal para las sociedades en proceso de cambio, sobre todo si dicho cambio se quiere en sentido democrático, en la medida que constituye el mejor respaldo para el desarrollo de instituciones prácticas y democráticas. Es una barrera de contención frente a las actitudes y comportamientos anticonstitucionales que violenten la vigencia de un Estado de derecho. Al mismo tiempo, es un muro en contra de eventuales inclinaciones a la  prepotencia  o a la arbitrariedad del poder, ya que se resiste a reconocer autoridades políticas que no actúen con responsabilidad, es decir, que no estén expuestas al escrutinio permanente de las instancias encargadas de hacerlo.

     “… Los valores culturales no solamente dan apoyo y consistencia a las instituciones de una sociedad, sino que pueden jugar un papel significativo en el desarrollo económico y político de la misma, comprenderemos que promover expresamente una cultura política democrática ayuda a la construcción de instituciones y organizaciones democráticas.

     “… La construcción de una sociedad democrática requiere, entonces, de una estrategia de varias pistas, ya que hay que promover declaradamente las bondades de los valores democráticos, a la vez que impulsar la construcción de instituciones que funcionen a partir de los principios de legalidad, pluralidad, competencia, responsabilidad política, es decir, a partir de principios democráticos”. (1).

     Hoy concluye 2018. Hace sesenta años los venezolanos disfrutamos (luego de diez largos años) la navidad, con el advenimiento del nuevo año, en disfrute de democracia plena. 1958 fue un año promisorio y lleno de expectativas. Luego de cuarenta años de aquello –con errores y aciertos cuyo balance, como el actual, es necesario tenerlo presente para no cometer los mismos errores en el futuro inmediato- comenzó en 1998 un periplo también lleno de expectativas. Éstas recurrentes esperanzas, transcurridos veinte años de desaciertos, no solamente se vieron truncadas, sino que se agravaron  arrastrando al país al caos generalizado inédito en lo económico, social y político que, como un todo, configura la médula de la Crisis Nacional.

     Pienso que la pasada navidad y el advenimiento del nuevo año será el último que padeceremos bajo el yugo totalitario. Para que la predicción se materialice se hace necesario que la ciudadanía y la población en general asuma la responsabilidad de propiciar la transición para  recuperar la república como sistema. Ni la transición  ni el republicanismo serán producto de diálogo y negociación alguna entre parte de la oposición organizada y el gobierno. La razón es diáfana: Maduro y su combo no lo permitirá ni lo facilitará… “Ni lo uno, ni lo otro. ¡Todo lo contrario!

     En cinco días se instala de nuevo la Asamblea Nacional. Es el único de los Poderes Públicos constitucionales que ostenta el inequívoco rango de legitimidad. Esta legitimidad de origen y de actuación ha sido objeto por parte del Poder Ejecutivo de diversos actos tendentes a desvirtuar el contenido programático que le otorga la Constitución Nacional. Sin embargo Maduro se ha atrevido a hacerlo de manera ladina; haciendo uso de peculiar derecho torcido. Prevalido de tortuosas acciones oblicuas y torticeras emanadas del TSJ con la finalidad exclusiva de minimizarla.

     Todo indica que el nuevo periodo será presidido por un joven parlamentario procedente de un partido opositor duramente golpeado por la dictadura. Al jefe, luego de largo presidio en cárcel, se le mantiene vilmente secuestrado en su casa. Los sucesores jerárquicos también han sido, de igual modo, objeto de persecución represiva. Uno se encuentra en el exilio y el otro (parlamentario principal) asilado desde hace más de un año en la embajada chilena.

     Al novel diputado comienzan a lloverle consejos variopintos. El más oportunista y sinvergüenza proviene de una persona que se autodenomina de “izquierda”. Es converso por partida doble. Le indica, con inaudito desparpajo, que una vez juramentado como presidente de la AN, proceda a efectuar la ansiada negociación politiquera (como la realizan siempre todos los politicastros de ocasión) “de manera abierta y no oculta como lo vienen haciendo con el gobierno para procurar acuerdos” (sic … ¡Como si viviéramos en una auténtica y paradisíaca democracia!

     Otros piensan que se trata de un mero problema jurídico. Que debe asumir “ad hoc” las riendas del Poder Ejecutivo ante la ilegitimidad manifiesta de Nicolás Maduro. No deseo ponderar la pertinencia o no de tal propósito. De acuerdo –sin duda- a lo asentado en los principios constitucionales señalados en la CN. La asumo (la propuesta) como una táctica política acertada en condiciones de normalidad republicana. En la actualidad constituye simplemente un acto de presunción utópica. Sería un “saludo a la bandera”. ¡Para nada repudiable! Pero inocuo nada más, si no viene acompañada de acciones políticas concretas de presión en la calle…

     La conducta de los hombres públicos en muchas ocasiones se ve determinada y mediatizada por la edad biológica. En algunos casos la juventud biológica no cuenta -en principio- con la necesaria experiencia. En contraste la madurez biológica reprime y represa principios éticos irrenunciables. Cayendo en la alcahuetería pura y simple. Como lo hacen los políticos de gabinete.

     Algunos historiadores conceptúan la actividad desplegada por Rómulo Betancourt en 1936 (luego de la muerte del dictador y su retorno del exilio) como  el comienzo del periplo formativo de Estadista. La célebre frase: Hay que reconocer el congreso (elegido a dedo por Juan Vicente Gómez) y aceptarlo con un “pañuelo en la nariz”. (sic). Recordemos que las “masas populares” estaban en la calle ansiosas de libertad y de justicia. Estrenaban un nuevo método desconocido para los compatriotas de entonces: Las masas en la calle exigiendo libertad luego de 27 años de barbarie. El gobierno sucedáneo se tambaleaba. La mayoría de los nuevos y emergentes dirigentes políticos no provenientes de las tradicionales “montoneras” no alcanzaban los treinta años de edad. Estos accedieron a dialogar con Eleazar López Contreras estableciendo la correspondiente negociación política. Esta permitió, al final, que el último de los “generales en jefe” (de verdad verdad) se afianzara en la presidencia luego de ganar el tiempo necesario para su apuntalamiento. 

Al rato, la mayoría de los incautos, pero aguerridos jóvenes fueron reprimidos “jurídica” y policialmente, encarcelados y exiliados. Gobernó por cinco años (restó uno la duración del periodo) y, al final, -como de costumbre- designó a dedo a su sucesor. Este último, a su vez, permitió una parcial apertura democrática mediante la legalización de los partidos, libertad de prensa y sin detenidos políticos. Pero carente de la elección universal, libre y secreta para elegir presidente y parlamentarios. Sólo se elegían mediante el voto popular a los concejales. Por tal razón (diez años después de la muerte del dictador) los venezolanos gozábamos de una chucuta  democracia por faltarle el voto como ingrediente fundamental. Aparentemente la transición impuesta duraría hasta 1950. Todo producto del apaciguamiento de las masas populares desbordadas en 1936. Al final la democracia sin sordina se instauró a plenitud el 18 de octubre de 1945. Una vez que el ya no tan joven veinteañero de 1936 encabezó la Junta Revolucionaria de Gobierno. Enmendando el error originario cometido. ¡Esta vez sin el pañuelo en la nariz!

     La narración es hecha de forma apresurada, apretada y casi atropelladamente. Los acontecimientos debemos recordarlos y tenerlos presente ahora para no perder las perspectivas. Nuestro país no soportaría seis años más de totalitarismo. La evocación no significa que los hechos históricos se repitan de manera idéntica. Sólo lo hago con la intención de establecer una pertinente ayuda memoria para no cometer viejos errores y tropezar con la misma piedra.

     El nuevo presidente de la AN jugará un rol importante en esta nueva etapa del proceso. En sus manos estará actuar con sindéresis. No pretendo cometer la pedantería de darle consejo alguno. Pero me tomo la libertad de señalarle la insoslayable circunstancia histórica. Deberá asumir responsabilidades y tomar decisiones congruentes. Independientemente de las tácticas políticas aleatorias y coyunturales posee el obligatorio sustento teórico emanado y otorgado por los artículos 333 y 350 de la Constitución Nacional para actuar de manera pronta, apropiada y expedita.

     El poder real de la ciudadanía en esta delicada etapa está cimentado en la calle. Con la protesta cívica, activa, continua y no espasmódica. La oportunidad y los medios están al alcance de la mano. El 10 de enero es propicio para realizar una Huelga General o Paro de 24 horas. ¡Lo demás viene por añadidura!  Procede instaurar un gobierno de transición democrática plural y amplio.

Notas:

 1.- Jacqueline Peschard. La Cultura Política democrática. Séptima reimpresión en pdf. Noviembre 2012. Instituto Federal Electoral. México DC.

Cheye36@outlook.com
https://jravendanotimaurycheye.wordpress.com
@CheyeJR  

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