"¿Por qué los
japoneses prosperan y superan las peores
calamidades? Porque nacen importándoles los demás más de lo que les importa sí
mismos...En Venezuela la única reverencia es al pillaje."
Seguimos en nuestro
periplo por Asia. La siguiente parada:
Japón. La cultura comparada siempre es fascinante. Responde siempre a la
pregunta por qué, como clave de todo hallazgo. ¿Por qué en Japón se respeta una
fila, una señal de tránsito, un horario,
un acuerdo o simplemente, la palabra? ¿Por qué sus ciudades son bien
señalizadas, limpias, amigables, desprovistas de toxicidad ambiental o sonora?
¿Por qué la criminalidad es mínima, la natalidad es responsable, la educación
es para todos y la salud un deber fundamental? ¿Por qué prosperan y por qué superan las peores crisis o
calamidades? Todas estas preguntas pueden reducirse a una respuesta: porque
nacen importándoles los demás, más de lo que les importa a sí mismo.
No quiero detenerme
en temas latosos; estadísticas sobre el Estado nipón, índices económicos o tipo
de cambio. Todos sabemos que es la tercera economía del mundo y la más
desarrollada en términos de tecnología. Quiero detenerme en lo cotidiano. En
los pequeños detalles están los más notables méritos. Al decir de Shakespeare, el ser o no ser...
Por ejemplo, cuando Ud. llega o se marcha de un restaurante, es normal que
anuncien su llegada o saluden su partida, con un Okaerinasai (Bienvenido a casa) o ¡Arigato gozaimasu!
(Muchas gracias). Es un gesto de respeto y empatía. Acto seguido, una reverencia y una mirada sonriente a los ojos.
Todo un profundo deseo del anfitrión de hacerle sentir a gusto, en casa. Para
el nipón (que significa el origen del sol), la aceptación del otro es
fundamental. Qué mejor manera de demostrarlo que transmitir alegría, exhibir
sumisión (que es humildad), y extender los brazos para señalar el camino,
concediendo obediencia y fortuna... En un pequeño establecimiento de comida el
mesero se equivocó en el pedido. ¡Perdón! Yo me equivoqué... El camarero da
cuenta del error, y no quiero contarles la vergüenza del anfitrión. Al rompe en
la cocina se improvisa toda "una junta" para reponer el pedido. Diez
minutos más tarde se acerca un ejército de empleados con los dos sencillos
platos olvidados. Todos hacen fila, se inclinan y se excusan. ¡Lo que provocaba
era invitarlos a la mesa!
Esta dimensión humana
sobre "la importancia del otro", tiene múltiples desdoblamientos
ciudadanos, urbanos, políticos, económicos y obviamente humanos. La gente no
ahorra para beneficio propio, sino para contribuir a un sistema financiero
sólido donde todos accedan al crédito. Las calles de Tokio van tapizadas de una
señalización en relieve para ciegos. El
aseo es fundamental porque ser pulcro es ser eficiente en los procesos
productivos. La puntualidad es de honor, porque llegar tarde es como no llegar.
Robar es un sacrilegio; una suerte de ofensa religiosa, porque despojar a
otro es hurtarse el propio decoro. Hay
sus excepciones. Pero timar al prójimo o al
Estado, no es lo usual... Uno nota con tristeza y frustración, cómo
nuestra cultura alberga un continuo de agresividad. Los venezolanos vamos por
la vida, desdiciendo de quien ni conocemos. Mejor que no se trate de alguien
exitoso, porque de entrada decimos "que lo que tiene, lo hizo
robando". Así de liso, así de ligero. Si
un mesero se equivoca no tardaremos en decir que es tonto-sic-. Para nosotros,
la corrupción no es necesariamente un antivalor. Es lapidario y ancestral el
"pónganme donde haiga". Nuestra seguridad, nuestro bolsillo, nuestra
estabilidad, es lo importante. La del otro, no es mi negocio. Si quieren
saquear al Estado, qué más da. Pero a mí no me joroben. Poco o nada tenemos sentido de urbanidad. Las señales de
tránsito son una sugerencia. Los fiscales un obstáculo que sabemos
"manejar". Las calles un depósito alterno de basura y las aceras no
distinguen de peatones o motorizados. La vida en Venezuela es una lotería que
ganamos o perdemos en un tiraje, por lo que es una concesión. En Venezuela la
única reverencia es al pillaje. Y la única sonrisa, el gozo del dinero mal
habido...
¿Por qué tanto
desparpajo? Porque el modelo de Estado de inspiración hispana, nos agrede desde
que nacemos. Nos hace sentir que somos una carga, un bostezo, un hastío que hay que mantener. Somos una capitanía de corsarios que ha funcionado bajo un imaginario de
probrecitismo clientelar, que arrastra a sus ciudadanos, como indigentes
mendigando derechos. Esto ha producido una siniestra fractura social donde unos
parasitan de la valija con el Estado-gobierno, otros resienten por no comer del
bacanal y el resto implora piedad desde sus bordas. Bajo esta perversa distensión, la violencia se apodera
del alma y de la voluntad (dixit Schopenhauer) y todos quedamos indefensos,
maltratados, despojados, humillados y
hasta sin vida. Porque una sociedad donde a nadie le importa el otro, apretar
el gatillo por revancha, odio o aberración, ¡es irracionalmente normal!
Venezuela ha quedado
al desnudo frente al mundo. Nuestra dignidad ha sido mancillada de forma
demasiado brutal y gratuita. Es hora que reflexionemos profundamente nuestra
indiferencia, nuestros modales, nuestra permisividad. ¡Y es hora que el sol
salga en Venezuela! En Argentina, ya amanece...
Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario