Las elecciones del 6 de diciembre de 2015 fueron
concebidas por la oposición y muy particularmente por los adherentes a esa
opción, como el camino a la superación de la crisis generalizada que atraviesa
el país. Debatir la caracterización de la crisis tiene poco sentido, en tanto
que ésta ha sido suficientemente analizada, siendo más importante señalar que
el único cambio en esta materia es el reconocimiento por parte del gobierno de
su existencia, aun cuando sobre el origen existan severas divergencias.
Mientras para la oposición agrupada en la MUD la crisis
deviene de una concepción política que solo estimula su profundización, para el
gobierno es simplemente una guerra de agentes abstractos –guerra económica,
pelucones, burguesía, imperio…- que impiden que el modelo “socialista”
desparrame en la sociedad su bondad traducida en enormes dosis de bienestar.
Lo cierto es que mientras el gobierno se embarcaba en la
misión de convencer a los venezolanos de semejante idea dejó de tomar medidas
urgentes en materia económica que pudieran aliviar la crisis que en estos
momentos azota a los venezolanos.
La crisis es naturalmente consecuencia de un modelo que
de arrancada estaba signada por el fracaso, pero, de nuevo, insistir en ello
solo tiene sentido para explicar el presente y hasta el futuro a menos de que
se introduzcan correcciones inmediatas que hagan variar el mañana.
El gobierno estuvo alertado de lo que se le avecinaba;
los indicios de la crisis presente están sustentados en la destrucción del parque industrial, de la expropiaciones de
tierras y empresas productivas que hoy dan pérdidas , además, de la montaña de
dinero que ingresó al país de la renta petrolera que permitió temporalmente
suplir las deficiencias con importaciones a granel. El gobierno, borracho de
los aportes petroleros obvió el daño causado a la productividad nacional. Si lo
podía comprar a empresarios foráneos para qué preocuparse por los de aquí.
Al día de hoy el gobierno se enfrenta a una realidad que
sus ejecutorias ayudó a construir: el resultado del último trabajo de
Latinobarómetro realizada en el mes de febrero es de lo más elocuente. El 88.3%
de los entrevistados cree que la
situación del país está muy mal, solo el 11.8% tiene la fortuna de ver una
realidad distinta. El 95.6% de los ciudadanos dice tener que hacer grandes
colas para acceder a los productos alimenticios, pero la noticia más alarmante
es que el 87.1% dice comprar menos comida que antes, esto es, la ficticia
inflación, descubierta por un muy breve ministro de Maduro, se traga
inmisericordemente la capacidad de compra del venezolano.
Maduro, cuyo juicio luce extraviado, se ha presentado
ante el país con un plan que casi sugiere que se acaba de encargar del
gobierno. Un plan de motores que harán de la Venezuela rentista que ellos
profundizaron una productiva, es la receta ante la crisis. Pero ni modo, unos
motores que deberán arrancar con la destreza del conductor de turno solo nos
augura una agudización de la crisis.
La mayoría parlamentaria debe salir al encuentro de los
ciudadanos para promover un plan que permita enfrentar los males del presente y
transitar hacia un cambio de gobierno a través de las instituciones. Ese es el
reclamo elevado el 6D que aún hoy sigue vigente.
Leonardo Morales
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
Caracas - Venezuela
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