Es muy difícil
comprender el papel de pacificador en diferendos internacionales que pretende
interpretar el dictador Raúl Castro, rol en el que cuenta con el respaldo de
gobiernos y dignatarios extranjeros, cuando los ciudadanos de la isla viven
bajo un clima de represión, inseguridad y miedo.
Recurrir a Cuba como
sede para encuentros de paz y conciliación de partes en disputa es una profunda
ironía, porque el gobierno le niega con
violencia y encarcelamiento a sus opositores, el derecho a expresarse,
manifestarse libremente, y organizarse
en partidos políticos que puedan convertirse en alternativas de poder.
No obstante hay que reconocer que el gobierno de los
hermanos Fidel y Raúl Castro han creado un ambiente muy especial para que
encuentros internacionales que demandan extrema discreción, puedan realizarse
en la isla en un marco de seguridad que quizás solo pueda ser superado por
Corea del Norte.
En el mundo exterior
se conoce la circunspección de los funcionarios cubanos, también que el país
cuenta con un excelente servicio de inteligencia que muta a diplomático o
publicista, según las necesidades y conveniencia.
Otro punto de
atracción para los negociadores de conflicto es el control que ejerce el
gobierno sobre la prensa nacional y extranjera al interior de la isla.
Los medios están
censurados y los periodistas nacionales y extranjeros están sometidos a una
fiscalización extrema que incluye el
contenido de las informaciones que trasmiten, pero también, el acceso a los
recursos técnicos que hacen posible la divulgación de los debates y posibles
acuerdos.
Las entradas y
salidas del país están estrictamente controladas, condición que significa un
sin número de limitaciones para los que rechazan el encuentro de partes en
conflicto.
En lo que respecta a
los habitantes de la isla el control es aún más estricto. La curiosidad en la
isla puede ser considerado un delito, al extremo, que el
ciudadano está habituado a no preguntar el por qué un área está cercada
y qué ha motivado un despliegue policial. Tampoco se acerca a la residencia de
los funcionarios y evita acercarse a las embajadas.
Al individuo se le ha inoculado por décadas la idea de que lo que no está expresamente permitido está prohibido. La inseguridad es un sentimiento compartido en toda la sociedad, al igual que la desconfianza y la desinformación.
El temor a las
autoridades está ampliamente extendido, el sujeto no sabe cuándo un funcionario
policial va a recurrir a la sacrosanta acusación de que “Ud. está atentando
contra la seguridad del estado”, lo que puede acarrear prisión, con el riesgo
de que al carcelero se le olvide donde dejó la llave.
El miedo está en todas partes, en cada esquina y rincón del país. La incertidumbre es una certeza que angustia. El sujeto es capaz de reprimir sus pensamientos para evitar la indiscreción de la palabra.
La primera evidencia
de que Cuba podía ser un remanso de paz para los extranjeros, no para los
nacionales, fue la decisión del
gobierno de Colombia de dialogar en La Habana con las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, un viejo aliado de la dictadura que recibió por
años el respaldo militar y logístico del régimen de la isla.
Por supuesto que
sorprendió que el presidente Juan Manuel Santos no considerara que su
delegación podía ser espiada, tomando como referencia las estrechas relaciones
entre el anfitrión y su contraparte, pero es posible que los encuentros fueran
simplemente la crónica de un entendimiento previamente acordado.
Posteriormente, en el
2014, se celebró en La Habana la II Cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, Celac,
todos los mandatarios que participaron habían sido elegidos en comicios
secretos y plurales, pero ninguno puso reparos a que la cita fuera presidido
por un dictador dinástico, que había
heredado el gobierno por designación de su hermano, sin que la voluntad popular
hubiera podido manifestarse al respecto.
Por último, la cita en la capital cubana entre el papa Francisco y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, aparte de atentar contra la memoria de los numerosos jóvenes que murieron frente al paredón gritando “Viva Cristo Rey”, el honor de los que se encuentran en prisión y la golpiza que reciben religiosamente las Damas de Blanco todos los fines de semana, permite considerar que La Habana puede convertirse en una seria rival de la ciudad de Ginebra en Suiza, en eso de servir a los usos de la diplomacia a favor de la Pax a lo cubano.
Pedro Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
Estados Unidos
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