En cincuenta años abandonaron atrás el radicalismo y llevan veinte siglos derrotando a los radicales.
En 2000 descubrieron
el llamado Evangelio de Bernabé o Biblia de Turquía. En él, entre otras muchas
fertilidades, se afirma que a quien crucificaron no fue a Jesús sino a Judas
que lo suplantó y engañaron así a María y a la Magdalena -y a la Humanidad
entera-, que no se dieron cuenta del contrabando. Además Jesús era un profeta y
no el Redentor. En 2006 se conoció, después de largas peripecias, el Evangelio
de Judas concebido para reivindicar al epítome de la traición, con un argumento
filosóficamente no desdeñable: Cristo vino a la tierra a morir por los pecados
del Hombre, ese era su destino desde la eternidad y Judas fue simplemente el
instrumento de la voluntad Divina a conciencia de ambos. En 1945 habían
conseguido 52 textos en excavaciones hechas en Egipto, entre ellos el Evangelio
de Pedro, el Apocalipsis de Santiago y el Evangelio de Tomás.
Sobre éste, hace unos
años se rodó la película Estigma con Gabriel Byrnie. También los arqueólogos
consiguieron fragmentos del Evangelio de Magdalena, que la reivindica como
discípula preferida y posible líder de la secta. Los investigadores piensan que
en el siglo II circularían unos doscientos evangelios (más que su traducción
literal, buena nueva, evangelio es sinónimo de biografía de Cristo) La Iglesia
acepta solo cuatro: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los otros se denominan
apócrifos, muchos elaborados por grupos hoy llamados gnósticos. La
proliferación de esos textos confirma que el Cristianismo nace en polémica
teológica intensa, que lejos de cesar se ha mantenido viva dos mil años, desde
el mencionado Evangelio de Tomás hasta las proclamas de Camilo Torres.
Blandina
era una dura
A lo largo de veinte
siglos hubo sectores comprometidos en construir y mantener una iglesia, una
institución estable y poderosa, mientras otros se han dedicado a cuestionar esa
institucionalización, sus privilegios, poder y riquezas, a nombre de una
relación directa entre el individuo y Dios, o entre el pueblo y Dios, lejos de
los recamados hábitos de los obispos. Tomás pone en boca de Cristo:
"búscame en una piedra o en un pedazo de madera y allí estaré"
(entonces... ¿para qué Iglesia?) Un convulso proceso político estableció los
cuatro evangelios canónicos y los en total 27 libros del Nuevo Testamento. El
filósofo Horígenes fue el primero que intentó configurar una biblia, pero
llevado por su antisemitismo excluyó todos los de origen judío y aceptó
únicamente documentos griegos. Esta ofensiva secesionista y herética produjo la
respuesta de los de activistas.
Los grupos que
organizaban las iglesias dispersas de Alejandría, Siria, Corinto, Roma, Atenas
y Nicea asumieron los cuatro evangelios como arma para hacerle frente. Luego
cerca del año 180, en medio de una furiosa represión romana, Ireneo, Obispo de
Lyon, confirmó los cuatro evangelios, así como la exclusión de los demás
documentos. En medio de persecuciones, torturas, asesinatos, martirio, era
necesario que los cristianos tuvieran un credo muy sencillo y firme y no los
confundieran las complejidades de un debate filosófico planteado por los grupos
gnósticos que cuestionaba la jerarquía, el liderazgo de esa lucha, incluso la
Iglesia misma, por no decir las bases de la fe. Y esas creencias firmes y
claras que trasmitían Mateo, Marcos, Lucas y Juan, dieron a cientos de mártires
fuerza para morir heroicamente, como la inmortal Blandina (que de blanda no
tenía nada) calcinada en una silla de hierro calentada al rojo vivo mientras
gritaba sus principios.
Eterna
Teología de Liberación
Más tarde, cuando las
cosas cambiaron y el emperador Constantino se hizo cristiano convocó el
Concilio de Nicea en 326. Allí decidieron oficialmente qué textos componían la
Biblia y ordenaron producir 50 ejemplares para las cabezas de las iglesias
locales, ahora centralizados en Roma. A lo largo de 2000 años, la Iglesia ha
enfrentado en una repetición borgiana, los mismos planteamientos que la ponen
en la picota -cuyos exponentes más exitosos fueron Lutero y Calvino-, en el
intento de desmantelar su estructura de poder político y económico y que tuvo
su penúltima expresión en la Teología de la Liberación, de íntima
correspondencia con el castrismo de los sesenta y setenta. El Cristianismo era
uno entre cientos de grupos judíos que predicaban en Roma, pero es el único que
sobrevivió y logró un éxito político asombroso: que sus antiguos perseguidores
lo convirtieran en religión oficial del Imperio, lo que hizo Teodosio en 380.
Ese verdadero milagro
fue posible gracias a la progresiva moderación de sus planteamientos. Si los
primeros cristianos se presentaban con aire irredento, fundamentalista y
amenazaban a los romanos con el venidero Apocalipsis, el Día de la Ira en el
que el pueblo tomaría venganza, en relativamente poco tiempo perfilaron un
discurso agradable a sus oídos, para convencer.
Si el politeísmo pagano era
profuso en diosas, el santoral cristiano se pobló de vírgenes y santas. Si en
el primer evangelio se decía "bienaventurados los pobres... (y) los que
tienen hambre y sed", en el último se desliza suavemente "bienaventurados
los pobres de espíritu (?) y los que tienen hambre y sed de justicia". En
cincuenta años abandonaron atrás el radicalismo y llevan veinte siglos
derrotando a los radicales. Les ha ido bien.
Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@CarlosRaulHer
El Universal
Caracas - Venezuela
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