Con la muy plausible
excusa de que es imperativo emigrar para poder sostener económicamente a sus familias, los trabajadores chinos de
las zonas rurales se mudan a miles de kilómetros de sus hogares para generar, para sí y para todos, el
sustento. Con ello, a la China de
nuestros tiempos le está tocando ser la protagonista mundial de las más masivas
migraciones que haya conocido la humanidad a lo largo de su Historia.
Es que vivir de lo
que es capaz de producir la tierra es poco
menos que imposible en China. Hablamos de la explotación de pequeños
predios unifamiliares de naturaleza totalmente anti-económica.
Una de las
consecuencias para la sociedad de estas voluntarias migraciones es la fractura
de centenares de millones de familias, la incapacidad de proveerles una
existencia adecuada a los que quedan atrás y el daño irreparable que se les está produciendo a los
niños que crecen lejos del influjo paterno, con la sola figura de la madre.
Esta debe, a su vez, dedicarse a rudimentarias tareas de la tierra para poder
proveerle alimentación a la prole –por lo general un solo hijo- y a los padres
ancianos de la pareja, en la espera del retorno del jefe del hogar.
Pero es igualmente
frecuente que sean ambos- el padre y la madre jóvenes- quienes abandonan
físicamente el entorno familiar, si el propósito de su alejamiento es ahorrar
un poco más para disponer de una vivienda para su vejez u ofrecerles una mejor
educación a los vástagos que dejan atrás. Es casos como estos, el niño es
elevado por abuelos de elevada edad, muchas veces analfabetas, quienes poco
tienen que aportar a su mejoramiento individual. El problema sociológico que el
país debe enfrentar es de inmenso calibre.
Estamos hablando de
cerca de 250 millones de personas afectadas por el drama migratorio. Pero peor
que ello es que 61 millones de niños en
situación de virtual abandono es el precio que el pujante Imperio del Centro,
la moderna China hoy convertida en segunda economía mundial está teniendo que
pagar por su industrialización y por el sideral crecimiento de las regiones
cercanas a las costas. 2 millones de infantes son dejados a la deriva y son
obligados a proveer a sus necesidades hasta el retorno de los mayores.
La consecuencia
económica también es atroz: la agricultura ha perdido en ese país a 140 millones de sus trabajadores en los
últimos 15 años a favor de la industria y de los servicios.
De lo que muchos no
se percatan es de lo irreversible del daño individual para quienes sufren
en carne propia el abandono del hogar. Las distorsiones de
conducta que se ven en los hijos de familias divididas por las migraciones
están siendo estudiadas, principalmente por expertos del exterior. Estos han
encontrado manifestaciones corrientes en estos jóvenes: notas más bajas, actitudes más violentas, sentimientos de
fracaso y de baja autoestima, abandono
de los estudios, enfermedades frecuentes.
El dramático fenómeno
de los “huérfanos del progreso” no tiene una solución inmediata, además de que
los propios chinos observan sus nefastas consecuencias asumiéndolas como el
costo indispensable de la evolución hacia un país más fuerte. El gran drama es que para cuando el daño quiera
ser reparado, será ya demasiado tarde.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
El
Nacional
Miranda
- Venezuela
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