Heráclito,
filosofo griego, entre muchas otras, dijo estas dos frases: “Lo único constante
en la vida es el cambio” y “nadie se
baña dos veces en un mismo río”. Reflexionando sobre la profundidad de estas
frases, me sitúo frente a mi computadora y comienzo a evocar la conducta de mis
contemporáneos durante el devenir de las semanas santas, que formaron parte de
mi niñez y de mi adolescencia. Trato de establecer similitudes y diferencias
entre las actuaciones del presente y aquellas épocas pretéritas. Para no
hacerle juego a quienes piensan que todo pasado fue mejor, presentaré algunos
hechos puntuales y serán ustedes, los encargados de inferir las conclusiones.
Recuerdo
que mis padres, formados en la religión católica, nos decían, que durante la Semana
Santa no se debía escuchar música ruidosa, decir groserías, tomar licor,
bailar, golpear cosas o personas, bañarse, ni comer algún tipo de carne. En el
ambiente dentro del cual se desenvolvió mi juventud ésta era la tradición, y la
conducta de cada uno de mis contemporáneos se acercaba bastante a los
estándares.
Para
quienes vivimos en la Candelaria, la noche del Viernes Santo 2016, fue de
añoranza por el pasado y desvelo por el presente, debido a que unos
simpatizantes oficialistas, ocupantes de un edificio invadido, estuvieron
regalándonos música chillona, durante toda la noche. ¿Dónde quedó la
convivencia ciudadana? El miedo al agua, para no convertirnos en peces,
dio paso a la escasez de este líquido,
traída por la desidia y torpezas del gobierno, secundadas en menor grado por el
fenómeno El Niño.
El
temor a la ira divina por golpear cosas o personas, ha sido silenciado por el
ruido ensordecedor de los disparos y el golpe de los cuerpos heridos o
asesinados al rodar por el pavimento. La abstinencia por la carne, ha sido
ayudada por su alto precio pero combatida por el valor estelar del pescado. La
otra forma de abstinencia está soportada por la falta de anticonceptivos y la
escasez de preservativos. La pregunta: ¿en tu época no existía la televisión?
Parece que se repondrá pronto de moda.
Este
gobierno, tal como sucedía con el caballo de Atila, donde pone los pies, por no
decir otra cosa, la hierba no vuelve a crecer y la que existe, se marchitará
sin retoñar jamás. Sus malas acciones repercutirán por décadas, pero tal vez,
lo que nunca podremos perdonarle es: el
quiebre de la moralidad ciudadana que propició, entre otras terribles cosas, la
reaparición del dicho ¡Compadre yo no quiero que me dé, sino que me ponga donde
haiga!
Noel
Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
“Gente”
Generación Independiente
@alvareznv
@beanavas
Caracas - Venezuela
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