A partir del año 2000 comenzaron a subir marcadamente los
precios de los commodities (materias primas): El petróleo, el hierro, el acero,
el níquel, el estaño, el cobre y también los productos agrícolas como el trigo,
la soya y muchas otras.
Cabalgando sobre
el precio de las materias primas llegaron al poder simultáneamente varios gobernantes populistas. Seguían
directrices que habían sido trazadas 10
años antes desde el Foro de Sao Paulo en 1990.
Los protagonistas de aquel entonces habían sido Fidel y Lula. Lucían
derrotados cuando la historia vino en su auxilio bajo la forma de un aumento
inesperado de los commodities.
Bajo esa
circunstancia llega a la presidencia de Venezuela un líder que cambió el rumbo
del país: Hugo Chávez.
Fue visto como un
mesías por las izquierdas del mundo. Los recursos del petróleo venezolano
comenzaron a fluir hacia los creyentes en las directrices del Foro de Sao Paulo
y los herederos del comunismo. Llegaron también a Podemos en España.
Los primeros
grandes beneficiados fueron Fidel y
Lula, pero también Kirshner (Néstor y Cristina), Evo, Fernando Lugo, Correa,
Ortega y otros.
No comprendieron
que el aumento de las materias primas era pasajero. Durante los años de la
abundancia nadie se preocupó mucho por guardar las formas. Los gobiernos que
surgieron en esos años, se vieron plagados por increíbles casos de corrupción.
Me viene a la
memoria un poderoso empresario que me comentó acerca de las vagabunderías que
estaban ocurriendo en Brasil, donde firmaban multimillonarios contratos. Me
dijo: "Hemos aprendido a movernos
exitosamente en medio de toda esa porquería sin que la 'mierda' (sic) nos
toque"
Pues bien, los
hechos vinieron a demostrar que no habían sido tan hábiles como creía y que la
porquería realmente los había embadurnado.
Tan grande fue el
porqueriero que la corrupción está dando al traste con el populismo
"lulaputiense". Algunos de sus más importantes ministros están en
prisión, al igual que muchos empresarios.
El propio Lula está en riesgo.
Su pupila, la
presidenta Dilma, vino en su auxilio y le ofreció una cartera en su gabinete
para darle un cierto grado de inmunidad. Al hacerlo pareciera haberse atado un
yunque al cuello en medio de las aguas de un mar encrespado. El destino de
ambos parece ser el de hundirse juntos en esas aguas, en las cuales centenares
de miles de brasileños, si es que no millones, salen a la calle a pedir un
impeachment.
Quienes hasta
ahora lucían como aliados irrestrictos de su gobierno, ya no lo son. Ante el
clamor popular algunos partidos comienzan a dejarlo. Ese es el caso del PMDB
que -con sus 70 diputados en el Congreso- está abandonando el barco. Eso puede
conducir a un efecto dominó en el cual otros partidos sigan el mismo ejemplo y
el gobierno sucumba al impeachment. Hoy Dilma no cuenta con los votos para
impedirlo.
Lo cierto es hay
vientos de cambio en toda Latinoamérica. Una nueva tendencia está surgiendo en
esta parte del continente. El primer exponente es Macri, que representa el polo
opuesto de los populismos que surgieron al amparo del súper ciclo de los
commodities.
Sería iluso pensar
que ese tsunami se va a quedar solamente en las costas de Argentina y Brasil.
Viene avanzando hacia el norte y ya tuvo algunos efectos en Bolivia, frenando
las ambiciones reeleccionistas de Evo.
En Venezuela,
desde luego, las primeras olas crecidas
llegaron a las playas el 6D, permitiendo que la MUD controlase las 2/3 partes
de la Asamblea Nacional. Al gobierno no le quedó otro recurso que aceptar los
resultados, para inmediatamente comenzar a neutralizarlos a través de acciones
inconstitucionales de los otros poderes. Pero a esos señores les tengo una mala
noticia. No hay nada ni nadie que pueda enfrentar la fuerza del tsunami social
que se les viene encima. Lo de Brasil luce imparable y después le toca a
Venezuela.
Quienes sí parecen
estar claros son los Castro. Ya saben que les está llegando su hora menguada.
Saben que el petróleo venezolano ya no alcanza para mantenerlos a flote. Saben
que sin Chávez, ni Lula, ni Kirshner, ni Dilma, el rumbo de su revolución va a
cambiar. Ni cortos ni perezosos voltearon la mirada hacia quien hasta ahora
consideraban su mayor enemigo: el imperio.
El presidente
Obama les dispensó una visita y parece haberse robado el corazón de los
cubanos. Y no bien abandona el Air Force One el espacio aéreo de la isla, otro
símbolo del capitalismo aterriza en Cuba: los Rolling Stones.
Qué cosa más
grande, mi hermano. Tantos años de revolución y prédica comunista y resulta que
ahora la música que cautiva en el mar de la felicidad es el Rock y las dos
figuras más populares son Obama y el Papa.
Nada hay más
elocuente que unas imágenes, ni nada resume mejor lo que está pasando en el
continente que dos bailes que ocurren al mismo tiempo. El primero de ellos lo
vimos en la Argentina: Obama bailando
tango. El segundo está ocurriendo en Brasil: Dilma y Lula bailando sobre un
tusero.
Jose Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
Miranda - Venezuela
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