Quizás, el largo
transitar por los caminos del periodismo político nos hayan hecho escépticos.
El día que escuchamos a Julio Borges y a Henry Ramos declarar sobre los
resultados electorales antes de que el CNE ofreciera su primer boletín oficial,
demorado a la espera de instrucciones de Miraflores (no lo dude) creímos que la
oposición haría mejor exhibición de finteo político.
Rememoramos la
mansedumbre de Henrique Capriles, cuando aun sabiendo que había ganado las
elecciones permitió que Nicolás Maduro las asumiera como suyas impidiéndole al
país todo tipo de movilizaciones “en nombre de la paz”, porque Capriles no
tiene idea del país en el que hace política. Aquél pasado 7 de diciembre,
apenas en la mañana, nos estrujó las tripas el mal presentimiento sobre el
triunfalismo opositor. Y no erramos el tiro.
No fue sino hasta el
5 de enero cuando escuchamos a Henry Ramos amenazar con destituir a Maduro en
el lapso de seis meses “contados a partir de hoy”. Quizás creyó Henry que el
triunfo de un mes atrás había amilanado al chavismo así como AD se achicopaló
cuando Chávez ganó su primera elección. Pero no fue tal. La MUD tropezó con un
muro de contención magnífico desde el punto de vista político.
Una férrea decisión
que utiliza argucias e ilegalidades de cualquier factura soportadas en la Sala
Constitucional. Un hecho erróneo en su forma, pero acertado en la defensa de
sus propios intereses, distintos a los de la oposición.
Pero era algo que
podía preverse de un oficialismo abarrotado de dólares y temores. Un grupito de
líderes rojos atrapados en su propio país porque al poner un pie en el exterior
estarán enjaulados por la DEA. Una banda de narcos con mucho poder político,
gubernamental, judicial y contralor que no pueden ser obviados alegremente. En
nada de ello pensaron los más conspicuos líderes de oposición. Lástima de 6-12.
¿Qué hacer?
José Angel Borrego
periodistaborrego@gmail.com
@periodistaborr1
Anzoategui .
Venezuela
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