Hugo Chávez
utilizó el truco de la unión cívico militar como una de sus principales
banderas en el proyecto revolucionario
que trató de imponer en Venezuela desde
1999. Sus motivos para impulsar esa tesis fueron de distinto orden: el primero,
convencer a la opinión pública de la fuerte presencia militar que tendría su
gobierno como garantía de apoyo y estabilidad. El segundo, muy personal. Su
prestigio militar, después del rotundo fracaso del 4 de febrero de 1992 por su
muy lamentable actuación ese día, se encontraba muy debilitado. Su desastrosa
conducción de las operaciones y la inacción cuando contaba con un batallón de
paracaidistas, mientras sus compañeros de conspiración combatían, a las puertas
de Miraflores, tratando de derrocar al gobierno democrático, le merecieron el
rechazo de sus subalternos.
De
inmediato, apenas tomó el poder, inició una permanente penetración en los
cuadros militares. Entendió que la generación que estaba, en ese momento, en
los mandos, constituida por oficiales más antiguos que él, no veía con agrado algunas de las medidas
iniciales que empezó a tomar. Por ello, con la excusa de la urgente necesidad
de obras de infraestructura, implementó el Plan Bolívar 2000, con la entrega de
ingentes cantidades de dinero sin ningún control, para generar el desorden y la
corrupción administrativa. Seguidamente, Hugo Chávez continuó con la
penetración ideológica en los Institutos militares. Sin embargo, no pudo evitar
la crisis militar del 11 de abril de 2002. La desobediencia militar terminó en
fracaso por distintas razones… A partir de ese momento el esfuerzo para el
control interno se incrementó sin ningún límite institucional. Se reformó la Ley Orgánica de la FAN y los
programas de estudios en varias oportunidades. Uno de los puntos fundamentales
fue la creación inconstitucional de la Milicia con sus propios cuadros. El
motivo: fortalecer la unidad cívico militar.
Ese truco continúa siendo uno de los principales slogans
utilizados en las campañas de propaganda
del régimen, aunque su verdadera efectividad ha sido muy limitada. La razón es
muy sencilla: en nuestra Fuerza Armada se mantiene la tendencia a rechazar la
ideologización y vinculación con estructuras político-partidistas. No importa
que algunos jefes militares señalen públicamente que la Fuerza Armada es chavista, revolucionaria y socialista, ni que
se mantenga una campaña para fortalecer el culto a la personalidad de Hugo
Chávez. Ese esfuerzo terminará, como ya empieza a observarse, en un seguro
fracaso. Es un choque de principios y valores. Eso deben conocerlo los
venezolanos.
Esa fue la razón por la cual titulé mi anterior artículo:
“La pretendida ideologización de la Fuerza Armada Nacional”, para crear en la
opinión pública la certeza de que esos esfuerzos, realizados durante diecisiete
años, no lograrían el éxito esperado. Las razones son muy variadas. Lo primero
a considerar es la propia sociedad venezolana. El llamado proceso socialista y
revolucionario no ha logrado realmente destruir nuestros tradicionales valores
democráticos. En Venezuela se discute de política en el seno familiar, donde
existe un pensamiento pluralista que abarca todo el espectro ideológico. Es muy
difícil que los cadetes no sean influidos, con mucha mayor fuerza por esas
discusiones, que por cualquier intento de ideologización orientado hacia un
solo pensamiento. Además, la formación
académica que reciben los cadetes en los institutos militares les va creando,
igual que en las universidades, aspiraciones y valores de clase media.
Otro aspecto a considerar son ciertos requerimientos
profesionales que garantizan la eficiencia de una Fuerza Armada. En eso no
interviene la ideología ni el tipo de gobierno de turno. La historia, muy de
moda después de la Revolución de Abril de 1917, desarrolló por algunos años la idea de las exitosas
milicias populares. Al necesitar realmente hacer la Guerra, todas ellas se
transformaron en organizaciones militares profesionales. Así ocurrió con el
Ejército Revolucionario Soviético, reorganizado por León Trotski, cuando tuvo
que combatir contra la alianza de catorce ejércitos extranjeros con los
ejércitos contrarrevolucionarios blancos durante la guerra civil rusa, y con
las milicias revolucionarias de Mao al necesitar enfrentar al ejército japonés
y al del general Chiang Kai-Shek, para sólo utilizar dos ejemplos. Valores como
la disciplina, la jerarquía, la obediencia, etc. para transformar una milicia en una Fuerza
Armada profesional no aceptan vincularse
activamente con una tesis demagógica como es la alianza cívico militar. Ella
desaparecerá, por exigencia de la Institución Armada. Diferente sería el
natural respaldo de toda la Nación a su Fuerza Armada ante un reto que
comprometa su propia seguridad.
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
Caracas- Venezuela.
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