FORMATO DEL FUTURO…
" El odio, la envidia y la venganza, conforman la amarga bilis del
ser. La bondad, el perdón y una sonrisa
son el elixir de la vida. "
¿Rivales?. ¿Contrincantes?. ¿Adversarios?. ¿Enemigos?. Cada quien lo
denomina de acuerdo a su mejor apreciación. Aunque en un país que dice vivir en
Democracia, lo lógico sería que se les llamara grupos antagónicos por causas
ideológicas. Nada más. Pero aquí, en Venezuela, en donde existe una mescolanza
de interpretaciones que va desde lo democrático hasta lo autocrático, y que
pasa por una tropicalísima
interpretación en la que se combinan neodictadura y populismo, para concluir en que la cosa es de narcisismo
insuflado con revanchismo social y senilidad histórica, entonces, todo queda en
la práctica deductiva similar a lo que sucede con la economía: mucho
oscurantismo hace fácil la abundancia interpretativa y deductiva de un
degradante neolenguaje, cargado de suspicacias y curiosas impresiones.
En fin, lo visible ante los ojos de quien se ocupa de auscultarlo con
detenimiento, es que, en verdad, todo termina siendo una práctica de dibujo libre, en la que una parte se
autocalifica ser de izquierda, cuando pensamiento y conductas terminan
demostrando que es expresión de lo contrario. Mientras que la antítesis, la
otra parte, insiste en demostrar que no es de derecha; que sencillamente es de
algo que se barniza con nuevo brillo, dependiendo del sitio donde se actúa,
cómo se hace y con qué fin se promueve.
Se trata, en fin, de la manera como la población percibe al Partido
Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y a la Mesa de la Unidad Democrática
(Mud). Dos fuerzas, grupos o expresiones antagónicas que aún no han terminado
de demostrar en qué consiste su diferencia. Porque cuando cualquier inquieto analista trata de
interpretarlo objetiva y responsablemente, se encuentra ante la necesidad de
preguntarse qué representan los componentes de dichas siglas, porque la verdad
verdadera es que su estructuración organizativa y desenvolvimiento social,
evidencian que, entre tales partes, no hay mucha diferencia. Por el contrario,
que hay mucha similitud entre ambas.
En primer lugar, habría que analizar quién trabaja para cuál de las dos
o para las dos. A la luz de las acciones y reacciones de ambos bandos, lo único
que aprecian desesperados y decepcionados ciudadanos, es que la citada combinación
de siglas tiene un objetivo común: la ambición y control del poder en sí; no
accionar primordialmente en atención y
beneficio del ciudadano; del hombre y la mujer de a pie a quienes ya
poco les interesan las diatribas, como sí de qué manera va a evitar que la
inflación le siga arruinando, o que la inseguridad le termine convirtiendo en
parte de una finalmente manipulada estadística.
Durante las últimas casi dos décadas, es decir, cuatro gobiernos de los
de antes, al PSUV-Gobierno, en su actuar sólo se le ha visto presionado por un
desenfreno alrededor de todos los recursos lícitos o ilícitos necesarios para
mantenerse al frente del Gobierno a toda costa, y convertir el ejercicio del
poder en un instrumento de uso sistemático –cuando ha sido necesario- al margen de lo que le exige e impone la
vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Inclusive, no ha sido cauteloso en la mejor administración del sonrojo,
cuando ha necesitado, además, apelar al populismo exacerbado para justificar un capcioso reparto de fondos
públicos, un encadenamiento verbal para justificar formas de dilapidar millones
y millones de dólares, y siempre al margen, absolutamente desentendido de la obligación de someterse a
la norma rectora del control. Sí, de ese cacareado control social que se le
encomienda al eufemísticamente llamado pueblo cuando se trata de vigilar a
cualquier burócrata aparentemente realengo en la entrega de cuentas, pero que
desaparece cuando el celo, el reparo y la exigencia se centra en los llamados a
ser ejemplo de pulcritud, honestidad, modelo de moralidad: a los
administradores.
¿Resultado?: todo eso que expele mal olor por la presunción de su
materialización, y de lo que ya hay jurisprudencia para que no se cite,
mencione o se insinúe: corrupción. Mucha y poderosa corrupción, dentro y fuera
del ámbito de la nación. Mejor dicho, destrucción casi absoluta del sustento
moral del que Venezuela venía haciendo alarde histórico, pero que después
sirvió de excusa para que se gestara una acción insurreccional en contra de la
institucionalidad democrática, hasta concluir en la destrucción del aparato
productivo público y privado, en el motivo principal de una ruina total, en
hambre en el pueblo, y en la consagración de la violencia y de la inseguridad.
De hecho, a tanta violencia se ha llegado en el país que hoy se disputa, con
otras dos naciones, el liderazgo en ese renglón de peso mundial.
¿Y la otra expresión política?. ¿La llamada fuerza opositora
organizada?. Desde que la otra parte se hizo del poder, su gran objetivo ha
sido siempre el mismo: rescatar ese espacio; convertir en hecho la
desafortunada práctica de "Quítate tú para ponerme yo"; causa, motivo
y razón lo suficientemente poderosa, como para convertir en práctica común la
producción de errores, la de reeditarlos, hasta terminar en el sacrificio
histórico de hacer del país un espacio para la práctica democrática con base en
la información y formación de la población.
La presunción de aciertos, por supuesto, reaparece cuando se hace necesario
minimizar la gravedad de los equívocos. Pero eso no impide que se tenga
presente el haberle dejado la Asamblea al libre dominio del Psuv y del
Gobierno; de sacar a la población a la calle a llevar sol y concluir en cierres
simbólicos, hasta concluir en el desafortunado momento que nace con un triunfo
electoral, del cual hoy sólo saca provecho quien controla el poder, mientras se
trata, ingenuamente, de avivar esperanzas entre hambre y decepciones.
En el alma del ciudadano ofendido, burlado y frustrado pesa excesivamente la incidencia
general en la que se ha traducido la manera como los poderes Ejecutivo y Judicial han actuado, en un abierto reto al
Poder Legislativo, que ha terminado dejando entrever una conducta permisiva,
tolerante y cuasitimorata. Esa misma población cree que es la Asamblea la
responsable de la destitución de los Diputados de Amazonas para complacer un
absurdo, de haberse desperdiciado la
oportunidad del referendo revocatorio, de no haber impedido la permanencia en
sus cargos de los mal llamados Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y
rectores del Consejo Nacional Electoral y hasta la prolongación en su cargo del
Contralor General de la República, entre otros.
¿Cómo se puede actuar y no ser aguerrido en la lucha, mientras,
simultáneamente, se trata de convencer a la población de que en Venezuela no se
vive bajo la formalidad de un régimen realmente democrático?. Y si en razón de
dicho razonamiento se dice que Venezuela vive bajo el peso de una Dictadura
Comunista, ¿a qué se debe que la estrategia de resistir y de confrontar
responda más a los obvios fines individuales de capitalizar posiciones
públicas, y no de convertir al mismo decepcionado y frustrado ciudadano en un
promotor del cumplimiento de la Constitución, que sigue vigente?.
La Constitución en una Democracia es un traje a la medida que consagra
el derecho ciudadano, pero a ese mismo ciudadano no se le puede ni debe someter
a la voluntad de una conducción cargada
de ambiciones individuales, ajena a lo que debe ser y proyectarse como la
conducción de un verdadero liderazgo. Porque un asunto es autoconsiderarse
dirigente y otra hacer sentir que se es
líder. ¿A qué se debe la timidez con respecto a exigir soluciones electorales
en Venezuela, tal y como está establecido en la Constitución?. ¿Por temerle al
costo que implicaría dejar de ser opositor para ejercer conducción en un
ambiente hostil? .
Tomando en consideración todas las encuestas realizadas hasta hoy en
término de simpatizantes, se observa que, porcentualmente, en Venezuela la
población de aquellos ciudadanos inclinados a favor de una pronta solución de
la situación que se vive en el país, está dividida en cifras redondas en tres
partes: Psuv-Gobierno: 20%; Mud: 20% e Independientes 60%. Por supuesto, ir a
elecciones, plantea la posibilidad de que las expresiones democráticas
independientes y la Mud pasen a constituir una fuerza capaz de configurar una
población votante del 80%. ¿Y por qué no es posible llegar a ese objetivo?.
La mayoría de independientes que triplica individualmente a cada uno de
los otros dos incluyentes de casi todos los partidos políticos en Venezuela, de
hecho, conforma un fenómeno mundial, según el cual los ciudadanos cada día
participan menos en los partidos y no
buscan el poder. Lo que ellos desean, es: trabajo, paz, seguridad jurídica, un
gobierno descentralizado con independencia de poderes, un sistema bicameral,
producción abundante, seguridad alimentaria y de salud, una moneda fuerte y de
libre convertibilidad, buen sistema educativo, libertad de prensa y expresión,
libertad empresarial y respeto a la propiedad privada, erradicación del Estado
empresario. Igualmente, un excelente sistema de comunicaciones de vialidad,
como en telecomunicaciones. De igual manera, colaboración y amistad en el foro
mundial de naciones y que, obviamente, los ciudadanos, los únicos y verdaderos
dueños del país, puedan pensar y planificar para un futuro próspero y
posible.
Eso, desde luego, no se podrá
lograr si esos dos grupos minoritarios se mantienen terca y absurdamente en un
enfrentamiento sistemático, con el que
sólo lograrán arrastrar al país a una eventual guerra civil de
impredecibles consecuencias, aun a sabiendas de que, al haber sangre, habrá más
violencia que la actual, indistintamente de que tampoco pueda haber perdón.
Hay que detener la marcha desenfrenada del presente hacia ese camino de
nada ni de nadie. No se le debe temer a una amnistía entre las partes, que
concluya en acto público con todas las garantías de rigor y en un llamado a las
Fuerzas Armadas del país, para que, como los civiles comprometidos, asuma que
el entendimiento entre los venezolanos en disputa, se hace imprescindible. Ese
Acuerdo, desde luego, tiene que concluir en una Asamblea Nacional
Constituyente, para reorganizar el país en profundidad y que facilite el
nombramiento de un Gobierno de transición. ¿Por cuánto tiempo?: no más de 2
años y sólo para estabilizar a la nación, a partir de la elaboración de un plan
de desarrollo inalterable en atención a cambios estructurales , supeditado al compromiso de que sea el gobierno electo
el responsable directo de concluir su ejecución.
En ese Gobierno de transición, las Fuerzas Armadas, apegadas al
cumplimiento de lo que les establece la
Constitución, tendrían que ser las garantes de restaurar el orden, defender al
país y la seguridad ciudadana. Tienen que volver a los cuarteles y dejar que la
administración del Estado y los poderes públicos sean ejercidos por la
población civil. No más pretorianismo comprometedor de la que debería ser
expresión inobjetable de una institución respetada y respetable.
De igual manera, el país tiene que crear condiciones para que el imperio
de la ley sea una verdad; no otro instrumento más para enmascarar solvencia
moral y rectitud administrativa. Y eso pasa, inclusive, por la obligación de
garantizar una cierta independencia de
poderes públicos y la idoneidad de sus responsables directos, como igual debe
suceder con el funcionamiento del Banco Central de Venezuela. Este debe ser
autónomo, capaz de funcionar con base en los términos que le fija la
Constitución, y no en obediencia sumisa a la voluntad de algún Poder.
Si nada de eso fuera posible, porque los venezolanos prefieren seguir optando por la convivencia
en un ambiente de rabia, de odio y a merced de lo que les impone la ambición de
unos pocos, nada impedirá que tal conducta termine en destrucción y en dolor.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Coordinador Nacional
de Independientes por el Progreso (IPP)
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