SESQUIPEDALIA
A mí siempre me ha causado estupor, espanto, que alguien que ha sido
vicepresidente, ministro, gobernador, diputado y presidente de la Asamblea no
sepa lo que dice la Constitución.
La
última del capitán Hallaca (verde por fuera guiso por dentro) fue la admonición
—que no exhortación, consejo— que todos los escritorios de los empleados
públicos venezolanos, en las casas que presta (no las da en propiedad) el
Estado y en los cuarteles que fueron de las FFAA, pero ahora se han convertido
en las sedes del brazo armado del madurismo, se debe poner un letrerito que
diga algo parecido a lo que escribí en el título. Y será tanta la intimidación, el descarado
chantaje, que remata la faena pidiendo que quien no se adhiera a esa campaña
debe ser denunciado.
Por algún “patriota
cooperante”, supongo. Lo que se busca
con esa impertinente exigencia es continuar con lo que hace el régimen desde
hace varios años: intentar que la nación, aturdida por los golpes tan seguidos
que le propinan, les coja miedo, y se desesperance, que crea que nada se podrá
hacer para sacárnoslos de encima. Pero
están pelados de medio a medio. Los
venezolanos seguimos en la tarea —ímproba hasta ahora, pero no por ello
imposible— de cambiar a esa cuerda de incapaces, solo óptimos en eso de
entrarle a saco al erario.
Ese amago intimidante va directamente en contra de lo que reza el Art.
57 de “la mejor Constitución del mundo” (pero que ahora les estorba). ¿Será que hay que recordarle al rollizo
furrialense ese derecho que tenemos todos? Aquello de: “Toda persona tiene
derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva
voz, por escrito o mediante cualquier medio de comunicación y difusión, sin que
pueda establecerse censura”. Y no puede
ser de otra manera en esta tierra en la que el deporte nacional, aparte de
hacer venezolanitos, es hablar mal del gobierno. Cualquiera que este sea.
Pues, de Boves II sí se puede decir muchas verdades que no habrán de
gustarle al de “los ojitos lindos” (como lo ponderaba el hoy cadáver). Y lo peor es que él las sabe, pero no le
conviene reconocerlas porque se le haría más difícil seguir pegado a la
teta. Y ya que hasta reo solicitado
internacionalmente sería. Recordemos un
par.
Lo que está de moda —en mucho propiciado por algunos del mismo cogollo
del PUS— es echarle la culpa a Nikolai de todo lo malo que acontece en el
país. Lo cual no es cierto. Este es, además de un pobre diablo, culpable
de no haberle cambiado el rumbo a unas políticas económicas y sociales que nos
han traído hasta el desastre actual; de haber seguido borregamente la senda que
marcó el pitecántropo barinés de sumisión a la gerontocracia cubana; de seguir
forzando una artificial división en la nación, cuando éramos el más igualitario
de los países de Hispanoamérica. Pero el
causante, autor y promotor de la desventura y la infelicidad venezolanas fue su
“padre”.
¿Cómo no hablar mal de quien causó la fuga de cerebros más grande de la
historia? Para mí, el pecado más grande
que cometió el héroe del Museo Militar.
Las estadísticas indican que casi el 80 por ciento de los emigrados
tienen título universitario; y que el 12 por ciento hasta PhD es. Estamos enriqueciendo otros países mientras
que por aquí nos empobrecemos a ojos vistas.
Nosotros, a lo largo de la historia recibimos millones de inmigrantes
—los europeos de la postguerra, los suramericanos atraídos por la Venezuela
Saudita, los “turcos” llegados por el desmoronamiento del imperio otomano— y
tenemos que estarles agradecidos por ayudarnos a echar para adelante nuestra
patria. Pero, con muy contadas
excepciones, las personas que llegaron traían, cuando mucho, instrucción
primaria o un bachillerato incompleto; eran campesinos en su mayoría. Y, aun así, progresaron ellos y el país que
los acogió. Es imposible, entonces, que
nuestros expatriados no estén labrando, junto con su futuro, el progreso de los
países que los acogieron, mientras que Venezuela lamenta y sufre su ausencia.
¿Cómo no hablar mal de quien dilapidó el caudal de divisas más grande
que haya recibido Venezuela? Y mire que
bastante se le dijo (le dijimos) que se acordara de la historia de José y las
vacas flacas que cuenta la Biblia. Pues
no, para él era más importante realzar a nivel internacional su muy inflamado
ego. Repartió no-sé-cuántos planes
Marshall entre sus amigotes del Foro de São Paulo, todo aquel que le dijera que
él era lo más grande que haya parido Venezuela después de Bolívar, un poco de
mandatarios africanos cuyos países apenas aparecen en los mapas, en vez de
invertirlos en el país. Y recalco lo de
“invertirlos” porque “malgastarlos sí hizo.
En exceso. El tren Puerto
Cabello-Caracas sigue inconcluso diez años después de la fecha que él mismo
dispuso para su inauguración. El sistema
de transporte rápido Caracas-Guatire, otro.
Ambos —al igual que muchas otras obras inconclusas por toda Venezuela–
no pasan de ser monumentos de concreto inútiles hasta ahora.
Y así podría seguir con muchos más ejemplos, pero se me acabó el
espacio. Dejo a la imaginación de los
lectores la enumeración de la miríada, por lo menos, de materias por las cuales
es casi un deber hablar mal de quien mató el presente y futuro venezolanos…
Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
Carabobo - Venezuela
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