POBREZA EXTREMA
Las imágenes de hambrientos hurgando sobras de comida en la basura es la
demostración palpable de la crueldad de un régimen tan inhumano como el de
Nicolás Maduro. Este es un socialismo
que está matando a la gente de hambre.
Nada justifica que los venezolanos se
hayan convertido en seres que salen a la calle a encontrar su subsistencia en
pipotes de basura a pesar de vivir en un país especialmente dotado por la
naturaleza para producir en abundancia.
Maduro está sufriendo alucinaciones y
por eso ve buenos resultados en la repartición y venta de las bolsas de comida
–CLAP–, reducidas a la mínima expresión en artículos de la cesta básica; se trata
de una falsificación de la realidad, por eso no sorprende que tanto los
productos como el peso de de las personas vayan disminuyendo escandalosa y
progresivamente.
La fundación Cáritas de Venezuela revela que 202 niños menores de 5 años de edad presentan
desnutrición aguda y otros 225 están en riesgo de padecerla en 25 parroquias de
Vargas, Zulia, Miranda y Distrito Capital.
Estamos sufriendo pobreza extrema
debido a la incapacidad manifiesta de quien funge como presidente de la
República. Maduro agravó los problemas heredados de Hugo Chávez que le declaró
la guerra a muerte a los productores agropecuarios y a los industriales,
confiscó sus propiedades y propició las
invasiones, convirtiendo esos campos fértiles en tierras arrasadas.
La
consecuencia de esos desatinos, de esa inexplicable destrucción del aparto
productivo es que los pobres que nacen durante el período ignominioso de Maduro
no podrán probar ni un bistec, algo que para sus padres es hoy un recuerdo
lejano. Le tocará al gobierno de El Aisammi, presidente de hecho al ser
empoderado de competencias ejecutivas cedidas por Nicolás Maduro en el Decreto
2695 –lo que se traduce en la
formalización del abandono del cargo–, resolver algo de los entuertos o condenarnos
a una lucha más feroz por la vida que empezó por su fase más primitiva, la
alimentación.
Mutación pos apocalíptica
La ridícula orden de Diosdado Cabello de que se exponga un afiche con la
inscripción “Aquí no se habla mal de Chávez” en las oficinas de la
administración pública representa un nuevo paso para frenar el incontrolable
malestar político y social por el desborde de la corrupción y la ineficacia del
gobierno en los problemas más acuciantes, como aumento de la pobreza, desempleo
e inseguridad y es un intento infructuoso de apagar el discernimiento y la
capacidad crítica de funcionarios y contribuyentes, es querer mantener a toda
costa el parapeto revolucionario que solo es una máquina de fabricar odio,
amarguras y miserias.
El mito del “comandante
eterno” ha costado millones dólares en propaganda y publicidad. No han
escatimado recursos –que deberían ser invertidos en alimentos y medicinas–,
para financiar documentales panfletarios sobre la figura del “galáctico”,
reiterado hasta la saciedad en reposiciones de videos, donde dicta pautas desde
el más allá, con su mirada impresa en vallas, pósteres, tazas, camisetas, que
hoy encarnan en el imaginario colectivo una mutación posapocalíptica de Chávez.
Aquí no hay ningún héroe, no hay ningún santo laico, aquí la realidad es feroz
y testaruda, no entiende de mitos, porque en la realidad, Chávez siempre actuó con revanchismo social y odio
de clases, se ensañó contra millones de venezolanos que soñaban con un país
próspero y con calidad de vida. En Venezuela no hace falta hablar mal de Chávez,
lo dice en su Twitter el Padre José Palmar: “Esta es la peor estupidez, es como
si en los templos se escribiera: ‘Aquí no se habla mal del diablo’. Sólo con
nombrarlo es hablar mal”.
Marianella Salazar
marianellasalazar@cantv.net
@aliasmalula
El Nacional
Caracas - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario