BITÁCORA INTERNACIONAL
Con la resaca de la marea rosada del socialismo en la región, Unasur y
la CELAC tendrán que reinventarse o desaparecer.
En un intento por debilitar la centenaria organización de los
americanos, la OEA, el núcleo duro del Foro de San Pablo formado por sus
fundadores Fidel Castro y Lula da Silva, más el recién llegado Hugo Chávez, se
propusieron crear organizaciones paralelas y subregionales. Dos de ellas
cuajaron al final de la primera década de este siglo: la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC).
Las historias de cada una de ellas muestran desarrollos apurados e
improvisados. La unidad de las naciones suramericanas era el desarrollo lógico
de la integración de las dos organizaciones regionales existentes: la Comunidad
Andina (CAN) y Mercosur, pero esto fue abortado por el castrochavismo al
debilitar la CAN con la salida de Venezuela. Y se creó una nueva: Unasur. La
CELAC es un desarrollo del Grupo Contadora -años ochenta- creado para promover
la paz en ceentroamérica frente a las guerrillas procubanas. Transformado en
Grupo de Río deviene CELAC, otra organización de concertación política donde no
participaban ni EE.UU. ni Canadá y se incorporaba Cuba.
Así el castrochavismo satisfacía dos cosas: politizar estas
instituciones y eliminar las instancias judiciales, o de cualquier tipo, que
fueran independiente y no respondieran a las alianzas políticas entre los
gobiernos.
En esa misma línea, en la OEA, intentaron debilitar el independiente
sistema de protección de los derechos humanos (DD.HH) y fracasaron. Venezuela
optó por salirse de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (DD.HH). Al final, la OEA o al menos su Secretario General ha sido un
faro de defensa de las luchas por la democracia venezolana.
Las recientes reuniones de la CELAC y Unasur mostraron las crisis de
estas organizaciones. La de la CELAC fue una escuálida reunión de bajo nivel,
en la que faltaron muchos presidentes, entre ellos los de Argentina, Brasil,
México, Perú, Chile y Colombia. Solo el eje castrochavista asistió con
discursos antinorteamericanos, pero no criticando el libre comercio
internacional que promueve el imperio sino ahora, en un giro de 180 grados,
atacaron a Trump por proteccionista. En la declaración final, el régimen de
Caracas no pudo imponer un apoyo incondicional al diálogo. Se exigió que el
régimen cumpla ”… sin dilación los acuerdos alcanzados” y garantice “DD.HH. y
la institucionalidad democrática, especialmente la separación de poderes”.
La crisis de Unasur es más grave. No hay reuniones presidenciales desde
el 2014, cuando se nombró a Ernesto Samper (operador político del
castrochavismo) como secretario general. Samper, sin chance a ser reelegido,
renuncia y Unasur se queda sin secretario general. Será difícil conseguir un
candidato que satisfaga al castrochavismo y a los gobiernos democráticos. La
presidencia de Unasur pasará a Argentina y muchos se preguntan cómo afectará el
diálogo en Venezuela. Con la resaca de la marea rosada del socialismo en la
región, Unasur y CELAC tendrán que reinventarse o desaparecer.
Alfredo Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena
Internacionalista
Canada
Caracas - Venezuela
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