domingo, 5 de febrero de 2017

LUIS ALFREDO RAPOZO, EL HAMBRE LLEGÓ PARA QUEDARSE

DESNUTRICIÓN 

¿En qué tiempo se puede abastecer el mercado de productos accesibles?

¿Qué políticas se requieren para alimentar al pueblo?

¿Son eficientes los CLAP? 

Esa mañana me llamaron por teléfono, para pedirme el favor, que fuera a buscar a mi comadre Rosalinda a su casa y llevarla al hospital, porque se sentía muy mal y no se podía levantar de la cama. Yo dije que me esperaran, que faltaba poco para que saliera el sol y entonces, iría como un rayo a colaborar con el traslado de la amiga a un centro asistencial. Ustedes saben que salir a las cuatro de la mañana para La Pastora es una cosa muy peligrosa y uno no sabe, si en mala hora se le aparece a uno un tipo con malas intenciones.

La verdad, es que tenía mucho tiempo sin ver a la comadre y sinceramente me quedé impresionado cuando la vi.: Estaba sumamente delgada, casi en el hueso. Atrás había quedado su gracia de mujer cuarentona, con sus amplias caderas, sus muslos hermosos y toda esa belleza de mujer encantadora con atributos llamativos para cualquier cristiano normal y corriente, así sea su compadre. Entonces, se veía notablemente desmejorada, con ojeras, desencajada y completamente ida, sin reaccionar coherentemente. 

-¿Cuéntame-le pregunté a mi ahijada-, Qué tiene la comadre?

La muchacha se me quedó mirando y me dijo que tenía varios días vomitando y no retenía la ingesta de alimentos.

Con ese cuadro me comencé a preocupar viendo su debilidad extrema e inmediatamente, me presté a trasladarla al sitio más cercano en la parroquia San Bernardino, porque si la llevaba al Vargas o a un CDI, seguramente no vive para contarlo, entendiendo el mal estado en que se encuentran esos servicios. 

Un día fue suficiente para “parapetear” a la mujer con sueros y medicamentos. Los médicos se pronunciaron: “Esa señora está desnutrida”.

Mi ahijada me dijo entonces que la comadre comía arepitas de auyama, sopitas de apio y mucho huevo, porque el sueldo no alcanzaba para nada, cuando no se conseguía arroz, ni pasta, para más o menos montar la olla. 

En esos momentos tan tristes, uno se queda pensando en muchas cosas y recuerdo que en 1998 la pobreza estaba en un 49%, pero en estos tiempos ronda el 70%, esos indicadores son para preocuparse.

¿Cómo no va a estar la comadre en esa situación, si no ingiere suficientes proteínas?-Me pregunto-. Usted puede buscar sustitutos a la harina inventando ingeniosas recetas con la yuca, el ñame, el plátano y la auyama; además de comer mango cuando hay época de ellos y también mandarinas, pero si no come carnes, pollos, pescado…pues habrá problemas.

Esa noche dejé a mi comadre en su casa y colaboré llenando su congelador de carnes y le dije que procurara comer proteínas, porque si hay algo que ella siempre tuvo bonito, es un buen trasero. 


Naturalmente, uno se preocupa en extremo cuando ve la carestía de los alimentos y los bajos ingresos. No hay familia que aguante ese tren imparable que incide en la baja de la ingesta de jamones, quesos, y carnes de todo tipo. Definitivamente, hay que elevar la producción de alimentos con urgencia y también hay que enseñar a nuestro pueblo a comer en forma balanceada.

Luis Alfredo Rapozo
luisalfredorapozo@gmail.com
@luisrapozo
Anzoategui - Venezuela

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