La
dinámica de la economía está condicionada por el comportamiento de los
individuos que fungen como agentes económicos y toman decisiones de consumo,
producción, ahorro e inversión sujetos al conjunto de incentivos existentes en
la realidad. De igual forma, los esfuerzos de grupos de presión para lograr
objetivos políticos conlleva al uso de estrategias para manipular, tergiversar
e influir en las señales que reciben las personas al momento de interactuar en
los mercados, dando lugar a experiencias inauditas de relaciones entre
oferentes y demandantes, donde los que ofrecen bienes y servicios pretenden
controlar las fuerzas del mercado para asegurar determinadas conductas por
parte de los consumidores.
En
una economía como la venezolana, atiborrada de precios máximos que se
actualizan cada día con mayor frecuencia, se presentan sucesivos esfuerzos para
controlar, regular y supervisar la actividad económica. Esto trae consigo
recurrentes aumentos de la demanda de mercancías en detrimento de la actividad
productiva, que se ve forzada, para obtener rendimientos, a la participación en
mercados paralelos infringiendo el marco normativo vigente. El agente económico
sin capacidad para adentrarse en los mercados negros, solo dispondrá del
sistema de racionamiento ideado por la autoridad para acceder a los productos
básicos que garantizan una vida de calidad, convirtiéndose de esta manera en
blanco fácil de los intereses políticos de quien maneja dicho sistema.
Ya
sin alternativas, la dinámica de los consumidores que deben adentrarse en el
sistema de racionamiento oficial incluye: destinar tiempo para realizar cola en
compañía de otros ciudadanos en igual situación; aceptar la estructura
jerárquica que facilita un rol preponderante al vigilante del establecimiento comercial
por sobre el cajero o supervisor; evitar seguir gustos y preferencias al
momento de escoger los productos a comprar; condicionar la adquisición de
mercancías a la gentileza, disposición y carácter revolucionario de los
funcionarios encargados de la administración del racionamiento; y utilizar los
mecanismos de pagos ideados e implementados por las autoridades.
De
esta manera, toneladas de leche en polvo, azúcar, arroz, y demás productos de
primera necesidad, son más útiles si se dejan guardadas en un cuarto cuya
puerta se abre y se cierra estratégicamente para obtener la reacción de los
consumidores en cola; es más provechoso actualizar precios que permitir el
común acuerdo entre oferentes y demandantes acerca del precio de los productos;
es útil reforzar conductas gerenciales del “no hay” – “se acabó” para
garantizar la disminución del número de personas en cola, y hacer que los
consumidores supliquen por el acceso a los productos regulados; y es más fácil
presentar nuevos precios regulados que garantizan disponibilidad temporal de
las mercancías en los estantes, que implementar una seria política de
recuperación de los mercados que permita la pronta estabilización de la
economía.
Esta
forma de llevar la nueva economía, administrando mediante leyes la relación de
oferentes y demandantes, no ve ningún problema en la generalización de los
estantes vacíos; y tampoco considera incorrecto que los miembros del sistema de
racionamiento tengan acceso a una mayor cantidad de mercancías en comparación
con los niveles que puede adquirir el resto de la población. Conductas de este
tipo persiguen objetivos políticos en lugar del bienestar de la sociedad,
fragmentan las bases de nuestra economía, incrementa los niveles de desigualdad
de la población y demuestra uso ineficiente de los recursos por parte del
sector público.
Alberto
Jose Hurtado B.,
@ajhurtadob
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