A pocas
horas del proceso electoral del 9 de diciembre, en el que se elegirán los
concejales de los 335 municipios del país, no nos queda más que esperar por el
buen juicio de los venezolanos, quienes con su participación pueden efectuar
una demostración contundente de fuerza y derrotar a un gobierno ventajista,
tracalero, cínico, indolente y represivo, y en este momento claramente
minoritario en el seno del electorado. Sabemos que es muy difícil para la gente
sobreponerse a la desesperanza y el derrotismo existentes, máxime cuando estos
han sido cuidadosamente cultivados, desde hace 20 años por lo menos, por el
modelo político polarizado imperante todavía aunque seriamente
resquebrajado.
En casi el
cien por ciento de los municipios se logró alcanzar acuerdos electorales
unitarios de la oposición democrática, cuyos candidatos, por lo menos en el
caso de los partidos integrantes de la Concertación por el Cambio, surgieron de
las regiones y de los municipios y no fueron impuestos por las direcciones
partidistas. Y esta afirmación no es un lugar común, siempre presente en los
discursos mentirosos de los partidos políticos, sino una realidad que
colectivamente se impulsó y que personalmente ayudé a instrumentar a lo largo
de ese difícil proceso, pues me tocó, junto con María Verdeal, Vicepresidente
del MAS, coordinar el equipo que ayudó y le hizo seguimiento a la conformación
de todas las opciones electorales.
Tenemos
conocimiento que en por lo menos la mitad de los estados, entre ellos Mérida,
Nueva Esparta, Táchira, Anzoátegui, Lara y Miranda, los equipos iniciales de
trabajo electoral se han convertido en grupos plurales de muy activos, que han
hecho de la unidad de la oposición democrática una expresión concreta, mucho
más allá del discurso, y que enfrentan en las calles, barrios y urbanizaciones
a las posiciones abstencionistas existentes en la población y al discurso
negligente que las aúpa. No sé cuál es el grado de inserción social de estos
equipos, pero es de esperar que sus trabajos proselitistas rindan frutos para
el futuro de la democracia venezolana y la necesaria acumulación de fuerzas,
que se requiere para seguir enfrentando a la mafia gobernante actual.
Sabemos
además que las 28 alcaldías en manos de alcaldes opositores, que enfrentaron en
su momento la suicida línea de abstención, se encuentran movilizados, en su
mayoría junto con la oposición democrática, en función de defender sus
municipios y sus cámaras municipales del asalto destructivo del PSUV y sus
adláteres. Esto hace prever que en esos municipios el gobierno vuelva a perder
las elecciones, tal y como ocurrió hace unos meses, a pesar del llamado
abstencionista de los partidos, grupos e individualidades, que han puesto sus
esperanzas en intervenciones extranjeras y de quienes son chantajeados por este
discurso radicaloide. La Iglesia, a través de Baltasar Porras, ya se pronunció
llamando a votar en las elecciones de concejales venideras.
Hacer
vaticinios no es fácil y no me gusta. Sin embargo me atreveré a efectuar
algunos, aunque mezclados con deseos y exhortaciones. Sería ideal que el número
de los votos opositores superara la votación del gobierno, aunque fuera por un
voto; demostraría que no es invencible e iniciaría la imprescindible
recuperación de la confianza en las elecciones. Esta meta es muy difícil de
lograr ante la desesperanza de la gente y el juego perverso abstencionista.
Pienso que se puede ganar en los municipios de aquellos estados, que disponen
de equipos motivados y coherentes, lo que demostraría las dos conclusiones ya
señaladas, pero restringidas a donde la gente salió a votar. En cualquier caso,
felicito a quienes no se han dejado llevar por la desazón, ni por la cobardía,
ni por el facilismo que significa no hacer nada.
Luis
Fuenmayor Toro
@LFuenmayorToro
No hay comentarios:
Publicar un comentario