viernes, 7 de diciembre de 2018

CARLOS PADILLA, LA CORRUPCIÓN QUE NO DEBE CONTINUAR


Si alguna palabra ha signado este devenir venezolano esta ha sido “corrupción” y ella es una mala palabra que afecta al todo lo que la incluye; a individualidades, a oligarquías y a la sociedad toda.

La palabreja en cuestión tiene los siguientes sinónimos: perversión, compra, vicio, podredumbre, envilecimiento, peste, desintegración, soborno, inmoralidad, deterioro, cohecho, fermentación, depravación, prostitución, deshonestidad, putrefacción, descomposición y corruptela. Y tan solo dos antónimos: honradez e integridad.

En el latín es donde podemos establecer que se encuentra el origen etimológico del término corrupción. En concreto, emana del vocablo “corruptio”, que se encuentra conformado por los siguientes elementos: el prefijo “con-“, que es sinónimo de “junto”; el verbo “rumpere”, que puede traducirse como “hacer pedazos”; y finalmente el sufijo “-tio”, que es equivalente a “acción y efecto”.

Tan corrupto es quien abusa de su poder manipulando los medios de un sistema para obtener un beneficio, como aquel que la permite con fines inconfesables, entre ellos el control del corrupto para obligarlo a cometer otros delitos y obtener su obediencia bajo chantaje, todo ello en perjuicio de los ciudadanos pues el sistema fue ideado para servir y beneficiar y no para esclavizar y perjudicar.

Es corrupta la persona real que de forma premeditada maneja las situaciones para beneficiarse ilegalmente y pecuniariamente: pero también es corrupta quien induce, incita y/o coacciona a otra a corromperse e integrarse así al sistema de corrupción pública institucional.

La corrupción política, en términos generales, es el mal uso y abuso público del poder, para conseguir una ventaja ilegítima y un beneficio personal y privado, generalmente secreto y delicado, entendiéndose que este fenómeno no se limita a los funcionarios públicos.

La corrupción afecta a las sociedades, perjudicando a los ciudadanos porque se nutre de dineros públicos que son el objeto de malversación. Es una enfermedad moral asociada a una táctica que tiene como estrategia el mantenerse en el poder. Los casos de corrupción recientemente descubiertos en el exterior nos sorprenden por las descomunales cantidades a las que se hace referencias y a la súbita inmensa riqueza pecuniaria de sus actores fundamentales.

Aquí se ha instalado una oligarquía que, escondida tras un ropaje ideológico, se ha dedicado a corromperse y a corromper como fórmula para mantenerse en el poder y disfrutarlo de una manera enferma sin que en realidad le importe lo que ocurre al resto de la sociedad que se ha vista depauperada tal como ha ocurrido en todos los regímenes arropados en las banderas del comunismo, del socialismo totalitario o del fascismo que en sus procederes vienen a ser la misma cosa; dictaduras, en fin.  Sus “jefes” viven como reyes y los ciudadanos viven como verdaderos lacayos.

El comunismo que ha mutado, utilizado elecciones muchas veces arregladas, mediante el Foro de Sao Paulo, utilizan el populismo, corrompen el lenguaje, fracturan a las instituciones, suman a los hombres de armas politizándoles, e integran una oligarquía de cómplices que se aferra al poder mediante la violencia haciendo a la miseria como la justicia de los pobres y fabricando un enemigo externo como acicate para la masificación de sus adherentes. 

Carlos Padilla
@carpa1301

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