Nuestra República está
moribunda y no puede levantar vuelo con medias verdades ni con súbditos sumisos
y resignados. Tenemos que nacer de nuevo como ciudadanos para quienes
“soberanía del pueblo” no sea palabra engañosa del dictador para legitimarse y
dominar. Soberanía significa poder del pueblo sobre la vida nacional donde cada
venezolano se sienta corresponsable de la construcción de la Venezuela que va a
resurgir de las actuales ruinas.
Dos alas para volar
El renacer de Venezuela
requiere dos alas: Producción y Solidaridad, que tienen que remar juntas para
que el país levante vuelo. Pero son tan distintas que tienden a rechazarse
mutuamente.
Pr oducción
En cinco años el
Producto Interno Bruto (PIB) se ha hundido a menos de la mitad; tragedia increíble
para cualquier país, y hambre, miseria y éxodo para Venezuela. Ello no es
causado por una catástrofe natural o una guerra arrasadora, sino por una
demagogia reparticionista y populista del aclamado mesías militar: Venezuela
-decía- es un país riquísimo, con las mayores reservas petroleras del mundo.
¿Cómo se explica que el pueblo sea pobre en país tan rico? La respuesta
mesiánica gustaba a muchos: porque hay tres bandidos que asaltan nuestro
ingreso petrolero: el imperio, los corruptos partidos políticos y la empresa
privada de los ricos. Pero yo -continuaba diciendo el mesías- llego como
vengador y acabaré con la corrupción, expropiaré a estos asaltadores y
repartiré al pueblo lo que es suyo. Arrancaré de raíz la empresa privada,
invento diabólico para apropiarse de la sangre y producción del trabajador.
¡Grandes aplausos y luz verde sin control!
En estos veinte años el
“socialismo del siglo XXI” ha hecho el trabajo: La mayoría de las empresas
están cerradas o al 25 % de su capacidad productiva, las instituciones
republicanas en ruinas, en quiebra la “Pdvsa del pueblo” y el país en el pódium
mundial de la corrupción. Estos “socialistas” demostraron que el liberal Adam
Smith tenía razón: la riqueza de las naciones no consiste en la cantidad de oro
y plata (petróleo, coltan, esmeraldas…) que poseen, sino la cantidad de bienes
y servicios que produce su población. Hoy la producción venezolana es
ridículamente pobre, debido a que la prédica revolucionaria sembró la idea de
que gobernar es distribuir (sin necesidad de producir) la abundante renta
petrolera y estimuló todos los reflejos reparticionistas e improductivos hasta
llegar a la ruina total.
Para reconstruir el
país, todos esos reflejos condicionados deben ser sustituidos por reflejos,
estímulos, capacidades e instituciones para producir la riqueza que no tenemos.
Productividad y solidaridad son nuestras primeras necesidades.
Solidaridad
La República no es un
conglomerado de individuos, de “yos” yuxtapuestos cada uno en su juego
impulsado por su egoísmo. La República surge cuando esos habitantes descubren y
deciden formar un “nos-otros”, una unión con voluntad común con raíces en el yo
de cada uno. No puede haber solidaridad sin pacto social de derechos iguales y
sin instituciones de bien común alimentadas y acatadas por todos. Y que todos
sientan la Re-pública como una verdadera riqueza y oportunidad en su vida.
El igualitarismo en
economía es romántico y gusta a las utopías laicas y religiosas, que son
utopías justamente porque atraen pero no tienen lugar en este mundo. El hecho
productivo no es igualador, sino diferenciador. Empeñarse en lo contrario es la
causa fundamental del fracaso de todos los socialismos y colectivismos. Es
diferenciador porque premia más al que produce más y mejor; todo empeño de
pagar y retribuir igual a quienes producen distinto, lo mata. La retribución
desigual a producción distinta no es un invento perverso del capitalismo, sino
que ya practicaba hace miles de años el hombre primitivo que al salir a cazar,
recolectar, pescar o sembrar sabía que a mejor trabajo mejor cosecha.
En la retribución
diferenciada está el imprescindible estímulo económico. La carencia de
estímulos productivos mató a la economía soviética y sigue matando a la cubana.
Los hechos demostraron que los intentos soñadores de suplir los “estímulos
materiales” por “estímulos morales” son pecados “contra natura” económica.
Fomentar la productividad, inversión, tecnología, creatividad, libre iniciativa
y libre mercado, han hecho que la humanidad pase de una modesta subsistencia a
la “revolución permanente de las fuerzas productivas”, como diría Marx.
La Venezuela productiva
que necesitamos reverdecerá con estímulos económicos y garantías jurídicas a la
inversión, a la productividad, y con un matrimonio bien avenido entre
formación-educación y sistema productivo. La buena educación es para formar
buenos ciudadanos y productores, no para repartir títulos para el ascenso
social. Es desacertado seguir hablando y pensando en “fuerza” de trabajo, pues
hoy en el siglo XXI la empresa más vale cuanto mejor sea el “talento” de todos
sus integrantes, y mejor enlazados estén los talentos de todo su equipo. Con la
primitiva mentalidad capitalista del siglo XIX el fracaso y el conflicto social
serían insuperables.
Ahora es más fácil de
entender que el divorcio entre empresa y educación, radicalizado por este
insensato régimen político, trae la ruina para toda la población y todos los
sectores sociales. Con las instituciones en ruinas y bajísima productividad
pública, a los gobernantes reparticionistas no les duelen las suspensiones de
clases, ni las largas colas de millones de personas perdiendo el tiempo en la
aventura cotidiana de conseguir los servicios más básicos y elementales.
Liberalismo y
Solidaridad
Cuando el liberalismo
económico no se toma como una básica condición humana sino se ideologiza con el
nombre de “neoliberalismo”, se cae en la ilusión de levantar vuelo sin el ala
de la solidaridad y se rechaza enfermizamente todo lo que sea estado social. Es
indispensable la solidaridad comprendida y querida (voluntad general) con
reconocimiento mutuo entre los diversos miembros y sectores. Voluntad colectiva
que se hace realidad en vasos comunicantes, en instituciones verdaderamente
solidarias. Por eso cualquier sociedad de economía capitalista inteligente, ha
desarrollado instituciones de beneficio común y entre un 35 y un 55 % de los
ingresos individuales van al presupuesto común para garantizar a todos el
acceso a los básicos y comunes bienes públicos, como salud, educación,
seguridad, y múltiples servicios. Ello permite la igualdad de oportunidades que
va acompañada de desigual retribución a desigual rendimiento.
Lo que demuestra la
historia contemporánea es que las sociedades de liberalismo unilateral o de
estatismo igualitario de sello socialista, fracasan por su intento de volar con
una sola ala. Libertad sí, pero con igualdad de oportunidades y de dignidad
humana, nutridas por la siempre renovada fuente espiritual de la fraternidad
que alimenta a ambas.
Es un arte difícil
combinar una economía capitalista con una sociedad de democracia solidaria,
pero imprescindible afirmar ambos componentes de manera que el uno no anule el
buen funcionamiento del otro.
¡FELIZ NAVIDAD Y
RENACIDO AÑO 2019!
fernandamujica@gmail.com
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