El ejercicio de la política, casi ha defenestrado el concepto de “política”. De hecho, su sentido se ha degenerado entre la abulia y la indolencia que de forma consecutiva ha servido a su praxis para retrogradar su importancia. La conducción de los asuntos públicos, se tornó en un verdadero desorden donde la estupidez, la ignorancia, el egoísmo y la envidia se convirtieron en recursos para dominar desde el poder que endilga la política en sus cursos de acción.
Por eso no ha sido difícil inferir cómo las ideologías
políticas se desprestigiaron en el tiempo histórico. Ni siquiera la teoría
política que, en su momento le infundió significado al socialismo engendrado
con base en el pensamiento de Engels y Marx y que luego presumió ponerlo a
prueba el dictador José Stalin, alcanzó a ocupar el lugar que las ciencias
política y social guardaban para la aludida ideología.
Tampoco funcionó debidamente para el liberalismo,
inspirado en el ideario de Jean Jacques Rousseau. Pareciera entonces que las
ideologías políticas, no convencieron totalmente. Sobre todo, aquellas que
distorsionaban las libertades a partir de valores que poco o nada adecuaron las
actitudes humanas a exhortar comportamientos de honestidad, solidaridad, respeto
y dignidad.
De manera que el concepto de política se tergiversó en
detrimento de lo que configuran sus elementos. Particularmente la que a juicio
de Hannah Arendt, resulta de mayor injerencia en el terreno de la política. Y
que se halla representada por el “pluralismo”, concepto éste que remite a la
“diversidad política”. A su vez, asociada con la “tolerancia” en tanto que
valor moral.
Pero más allá de una crisis de ideologías como la que
ha afectado al mundo luego de la segunda Guerra Mundial, está ocurriendo una
crisis de sociedad. La sociedad abierta se ha impuesto a la sociedad cerrada o
confinada por el ejercicio de la política que sólo ha servido para camuflar
asquerosas prácticas sociales y políticas asquerosas dada su infección de
impudicia que las deformó. Así se tiene el desfachatado ejemplo del socialismo
del siglo XXI llevado de la mano por el resentimiento de sus operadores.
El caso Venezuela
Haber pretendido fraguar el socialismo del siglo XXI
en Venezuela, dio al traste importantes proyectos que, de alguna forma,
comenzaban a mostrar resultados. Aunque modestos, apuntaban a definir un país
fundamentado en las capacidades formadas en sus universidades y centros de alta
profesionalización. Y en las potencialidades
configuradas por la onda de industrialización que venían acoplándose y
alineándose con la dinámica de un país que mostraba vigor y pujanza en su
crecimiento.
Pero todo fue zarandeado por un discurso que se sirvió
del poder que la corrupción le brindaba al ejercicio de la política para cundir
cuanto estamento institucional podía. En consecuencia, inspirado
equivocadamente el ejercicio de la política en las presunciones de una
ideología que ya se mostraba agotada toda vez que no atendió las lecciones de
la historia política mundial contemporánea, degeneraron en tramadas
conspiraciones que arruinaron al país en casi toda su extensión.
Todo así se confabuló. Gracias a los postulados disgregadores que le dieron forma al mal llamado “socialismo del siglo XXI”. Es así que a sus pretensiones, se le endilgó el remoquete de “revolución”. Aún cuando a decir de algunos observadores, eso de “revolución” no ha sido otra cosa distinta que la perversa conjugación de elementos de perversa composición. Fueron y continúan siendo “dinero, poder y odio” lo que ha permitido la manipulación de ideas, promesas y hechos.
No hay duda que el susodicho socialismo del siglo XXI,
ha sido una cruenta pesadilla que ha durado demasiado. Sus víctimas han sido
sindicalistas, profesores universitarios, empresarios, comerciantes, militares,
activistas políticos demócratas y periodistas, particularmente. Muchos de
ellos, asesinados. Otros, torturados, presos políticos, perseguidos,
coaccionados, robados, extraditados, inhabilitados, humillados, exiliados,
apaleados y expropiados, principalmente.
Las promesas incumplidas o deudas sociales de tan
desvirtuado socialismo, superaron los límites de la “sorpresa cáustica”, dado
el número a que las mismas llegan. El socialismo del siglo XXI, además de haber
logrado elevar a Venezuela como el país de mayor miseria a nivel mundial, tan
aberrante socialismo carcomió los cimientos de la institucionalidad democrática
degenerando en la gruesa crisis que hoy corroe al Estado venezolano. Consintió
la irrupción de grupos armados extranjeros lo cual es expresión de la extorsión
y chantaje que le infunden al régimen la temeridad para actuar al margen de
acuerdos internacionales de paz. Es decir, la sarcástica burla del concepto de
“soberanía” y que la hace ver cual insolente y escueta “paradoja”. Esto ha
funcionado para que el régimen acentúe
su condición de usurpador y pusilánime.
Hoy, la desvergüenza tipifica a Venezuela. El índice
de miseria es 6 veces mayor que el de Zimbabwe, un país situado en el África
austral, inmerso en una pobreza de colosal magnitud. Y con un índice de
desarrollo humano sumamente deplorable.
Todo esto, condenó a Venezuela a un atraso jamás
pensado. Podría decirse que la “somalizaron”. O sea, la convirtieron en una
extensión de la empobrecida República Federal de Somalia. Tanto por la
violencia desatada allá por motivos del terrorismo padecido, secuestro y
delitos de variada tipología, como por los peligros que a diario se viven en el
“Estado más fallido de África”.
Aunque lo peor en Venezuela, no sólo pareciera no
haberse alcanzado. Pero sí, el hecho de tener un régimen cuyo ejercicio de la
política lo lleva a cabo sostenido por criterios que excluyen a quien se
pronuncia en su contra pues el régimen ha vedado capitales libertades.
Las ideologías parecieran haber servido para derruir
situaciones. Así como para dividir familias. Para polarizar poblaciones. Para
radicalizar determinaciones. Para urdir pretextos que valen cuales leyes de
coyuntura. Por eso el mal nombrado “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, ha
sido razón para hacer útiles a tontos de vocación y a pícaros de oficio.
Pero también, tan retorcido
socialismo ha sido perspicaz al momento de atenuar sus pilladas, perversiones y
fanfarronadas. Por tanto, ha buscado sustentar sus ejecutorias según el
principio tiránico “o te sometes o desapareces”.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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