La reforma de la Ley del Impuesto sobre la Renta era la excusa perfecta para convertir a Colombia en un polvorín. Lo han logrado y los destrozos no alcanzan solo a la propiedad privada y a los negocios. Para esta hora son 25 los colombianos caídos y más de 700 heridos en las calles de las ciudades inflamadas por la violencia.
Tiene
sentido que haya molestia y desazón en el país por los enormes problemas
sociales y económicos que lejos de resolverse se han profundizado durante el
actual gobierno. Las razones aducidas no son válidas, ni siquiera su sumatoria
: ni el drama sanitario ocasionado por la pandemia del COVID, ni el flujo
desmedido de refugiados venezolanos, ni el recrudecimiento de la inestabilidad
protagonizado por la guerrilla y por el narcotráfico, ni los desórdenes
provocados en la frontera del Arauca, ni la inflación rampante.
Es cierto
que el gobierno de Iván Duque ha tenido que actuar como prestidigitador, con
muchas pelotas en el aire desde que le pusieron en las manos el Palacio de
Nariño, pero ello no lo excusa de haber permitido que la situación del país se
deteriorara y que la calidad de vida retrocediera tan aceleradamente.
Los
destrozos y las muertes que se han visto en las calles como consecuencia de la
convocatoria a paro no tienen correspondencia alguna con el hecho que las
origina. Un proyecto de reforma tributaria por extemporáneo, por inconveniente
y por injusto que sea, no es motivo suficiente para desordenar el país y
producir un mayor descalabro en el momento en que Colombia necesita mayor
calma.
Lo que
ocurre es que esta equivocación de la administración de Duque de proponer un nuevo
articulado para la Ley del Impuesto sobre la Renta ha sido muy bien utilizado
como disparador para alimentar el descontento general. De lo que se trata es
del aprovechamiento vil de la inconformidad colectiva en favor del caos, porque
el caos siempre genera beneficios a quienes saben extraer proventos de él.
Convertir en indignación y hartazgo la explicable decepción de muchos por la
falta de avance en la solución de los problemas nacionales redunda en lo que
hemos estado presenciando a través de la manipulación de las masas: desórdenes
en los que son maestros los líderes de las izquierdas radicales que han ido
cogiendo cuerpo y ocupando espacios en la tierra vecina. Es lo que llaman los
filósofos franceses pro-totalitarismo la“Teoria de la Deconstrucción”
El primer
paso es cortar el flujo de la normalidad de un país con hechos violentos que
inciden en la vida cotidiana. Se detienen los servicios de transporte, se
siembra en la población el temor de salir a la calle, se impide el
funcionamiento de los colegios. En dos platos se obstaculiza el funcionamiento
normal de la sociedad como hicieron en Chile a fines del 2020.
De seguidas
se inocula una mayor dosis de odio y de inconformidad de la población hacia las
instituciones y sus representantes al utilizar la arenga pública para explicar
cómo el levantamiento poblacional no es solo producido por la reforma tributara
sino que lo alimenta la pobreza, la desigualdad, el caos sanitario, la carestía
de la vida.
Al fin, la
meta es el desprestigio de las fuerzas del orden encargadas de contener el
vandalismo y hacer retornar las ciudades a la normalidad. Hoy por hoy los
uniformados colombianos no pasan de ser perversos represores.
El caos
colombiano no se va a detener. El desorden seguirá pasando a más, y continuará
siendo motorizado por una descolocada izquierda que tiene en la mira las
elecciones del 2022. En menos de dos semanas una nueva convocatoria incluirá
igualmente al componente indígena, otros de los grandes olvidados del devenir
colombiano.
El fin último
de todo esto es sintonizarse con las angustias de las gentes pero hacerlo de
manera perversa.
Lo que le
toca hacer al gobierno, a la institucionalidad y a los partidos del centro y
derecha, así como a la prensa, los empresarios y a otras fuerzas vivas del país
es restablecer pronto la vida ciudadana basada en el Estado de Derecho. Y en
segundo lugar, conseguir fehacientes pruebas de evidencien que los operativos
desestabilizadores vienen de los extremistas, del exterior además, y probar
quienes financian, asesoran o participan del proyecto de sembrar el caos.
Sentarse a
negociar la Ley que ya fue retirada no rima a nada.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
Venezuela – España
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