En apoyo a esto anterior, se debe considerar que todo
individuo -de cualquier especie- incluyendo al humano, ha debido salvar o
enfrentar una lucha constante contra la depredación. En ésto, la especie humana
ha tenido que luchar con el avatar antropológico que ha derivado de las
desavenencias que ocasionan el manejo del poder, tanto
en la historia, como en nuestros tiempos. Nietzsche crítica a esta
cualidad señalada por los biólogos en sus hipótesis como una cualidad
“humana demasiado humana” en sus aforos explica la condición que
caracteriza al individuo respecto a su comportamiento, contemplando el instinto
de conservación –que comulga con Darwin y Spencer- “autoestima” en los casos
más sublimes y, egocentrismo, egoísmo, codicia, etc., en los casos severo.
Todos comportamientos naturales que deslindan de lo humanitario.
Esto, antes señalado, lo tipifica Sartre con sus
postulados político literarios en “Escasez y el enfrentamiento de la praxis” y en Escasez e historia, inspirados,
del galimatías marxista, donde, se plantea –con mucha razón- lo humanista de su
dialéctica científica y el desembarazo de la praxis humanitaria en comunión con
la otredad y, en función de la concordia, solidaridad y paz, a lo cual hacen
una desproporcionada alharaca. Sin embargo,
quienes aúpan este falaz discurso en pro de la eliminación de las
clases, el advenimiento de la prole al poder y, la eliminación del Estado,
ejercen todo lo contrario para consolidar tanta belleza. En cambio lo que sí
han logrado es: aumentar la miseria y el terror.
Para Sartre, según André Gorz, todo individuo se sabe
determinante del otro y cada otro se sabe cómo sobrante en el mismo momento en
que, con su praxis, quiere realizar el significado de para sí. Por
consiguiente, en esta situación, cada hombre, por lejano y desconocido que sea,
como inhumano aparece para todos los otros hombres y, al mismo tiempo, cada
hombre se sabe inhumano para todos los demás.
“Se trata de una estructura objetiva de mi ser, ya que
soy realmente peligroso para los otros”
Sartre igualmente determina a la escasez como
productora de revoluciones, considerando la necesidad individual –que se hace
colectiva- de sobrevivir. En este sentido, Sartre sentencia una máxima
desiderata, cito: Contrario a Aristóteles que, determina las causas de las
revoluciones, entre otras, de la envidia y los resentimientos políticos.
“la necesidad que (a través de miles de años y muy
directamente, hoy mismo) le impone ser exactamente lo que es”
Igualmente contempla, que aun habiendo una gran
riqueza de productos, el trabajo como praxis dialéctica, prevalecerá, pues el hombre tendría la necesidad de recogerles
en tanto que desaparecería la singularidad de la historia.
Sartre enconado marxista, sin embargo, no toleraba el
totalitarismo estalinista, al concebir la razón dialéctica como construcción
antropomórfica y no como resultado de un
positivismo sin sentido o una pretendida acción humana, de este modo va contra
todo dogmatismo o culto a la personalidad en función de hacer al hombre
práctico, considerando la praxis dialéctica como el trabajo y, no el sumiso
contemplado en la palestra de la extinta URSS.
Qué es, lo que ha quedado, con su estalinismo, en el
cerebro de los comunistas sintéticos del siglo XXI, nada nuevo que no sea la
ambición del poder antes que toda causa filantrópica, para ello acuden al
engaño tanto con el sofisma como con la soberbia y el cinismo. Su miseria se
patentiza en el discurso rallado de acabar con la pobreza, mientras la única
pobreza que acaban es la de los bolsillos de los tiranos sus acólitos y
nepotes, y la que aumenta es la de la ignorancia y el esclavismo. El dogmatismo
o culto a la personalidad se observa en una apología exacerbada hacia la
persona de difuntos y líderes megalómanos, como el caso del chavismo venezolano
y el castrismo cubano.
De ahí que solo se identifica de ellos la miseria
humana y no la piedad ni la benevolencia humanitaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario