A invitación del
párroco de Barrancas del Orinoco, asistí a la misa conmemorativa por los 226
años de la fundación, por Fray de Joaquín Morata, de la Misión de San Rafael
Arcángel, patrono de la capital del Municipio Sotillo del estado Monagas.
Arribé casi a la medianoche del día anterior, tras una jornada extenuante que
incluyó sesiones de trabajo con los candidatos a diputados circuitales de la
entidad –Piero Maurum, María Gabriela Hernández, Juan Pablo García y Miguel
Véliz- caminata en 1 de Mayo, visita casa por casa en Los Guaros y asamblea de
vecinos en Colinas del Paramaconi, encontrándome con Larissa que en la semana
cumplió su propia agenda como candidata a diputada por Delta Amacuro.
Con San Miguel y
San Gabriel, San Rafael es uno de los tres arcángeles que, según las sagradas
escrituras, sirven a Dios día y noche y en su caso particular se le otorga el
carácter de sanador del cuerpo y del alma.
En cuanto a
Barrancas, como me lo recordó su cronista Armando Coll, se afirma que es el
asentamiento más antiguo del continente dado que su origen se remonta a mil
años antes de Cristo –como testimonian piezas de la cultura barrancoide
sometidas a prueba del carbono 14-. Documentos de la época, refieren que en
Agosto de 1531, remontando el Orinoco en búsqueda de El Dorado, Diego de Ordaz
se encontró con el poblado que pasaba de cuatrocientos bohíos, desembarcando
para entrevistarse con el cacique Uyapari.
Un buen amigo, el
Vicario de la Diócesis de Maturín, ofició la misa ante centenares de
entusiastas feligreses que la siguieron con devoción; presentes se encontraban
el Alcalde, los Concejales, líderes de las distintas organizaciones políticas,
vecinos de todas las tendencias. En el momento de darse la paz, me resultó
reconfortante ver a hombres tocados con gorras de Acción Democrática o jóvenes
con franelas de Voluntad Popular abrazándose con barranqueños de camisa roja,
alegres y sin distinciones. Ese es, pensé, el verdadero espíritu de la paz, el
que debe prevalecer entre el pueblo venezolano, el que sin distingos de
banderías partidistas nos hermane, el de una unidad superior.
Previo a las
lecturas, una mujer que habló con muchísimo aplomo, advirtió sobre “la crisis
económica y de valores” que nos afecta. Alguien ubicado detrás de mí, me sopló
al oído: “Ella es una importante funcionaria de la Alcaldía” que, preciso, en
el Municipio Sotillo copa el oficialismo. Muy bajo, le respondí: “a ella
también le afecta la crisis como a la casi totalidad de los que alguna vez
votaron por quienes hoy son responsable del estado de cosas que sufren los
venezolanos”.
No hay distingos
entre oficialistas, opositores y/o independientes en las humillantes colas para
comprar migajas.
No hay distingos
entre oficialistas, opositores y/o independientes ante el malandraje que mata,
roba o secuestra sin piedad.
No hay distingos
entre oficialistas, opositores y/o independientes cuando se cae la
electricidad, no hay servicio de agua potable, no se consigue gas.
No hay distingos
entre oficialistas, opositores y/o independientes frente a la inflación
desatada –la más alta del mundo- ante la pulverización del bolívar, ante la
imposibilidad de llevar completo el mercado a la casa o comprar los uniformes
de los hijos para la escuela.
No hay distingos
entre oficialistas, opositores y/o independientes con las medicinas que no se
consiguen o en los hospitales colapsados.
No hay distingos
entre oficialistas, opositores y/o independientes, en suma, frente al drama que
viven por igual, las familias venezolanas, desesperanzadas y desesperadas.
Mi oración final,
frente a la imagen de San Rafael Arcángel, fue de ruego porque sane las tantas
heridas del pueblo venezolano y nos permita en paz y en unidad, emprender
prontamente la ruta del progreso y el bienestar general.
Luis Eduardo
Martínez Hidalgo
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve
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