sábado, 21 de noviembre de 2015

MOISÉS CÁRDENAS, ARGENTINA ELIGE PRESIDENTE, DESDE CÓRDOBA, ARGENTINA.

Ya está listo el Bastón de Mando que tendrá en el nuevo presidente de la Republica a partir del diez de diciembre cuando se siente en la silla y ejecute sus funciones desde el escritorio. En su mano girara el sello punzón con el año 2015, los veinticuatro  cardos que representan las  veinticuatro provincias argentinas, los tres pimpollos y escudo nacional. Con él golpeara la madera y simbólicamente representara su figura presidencial. 

Pero nos encontramos ante la pregunta ¿quién será? este próximo 22 de noviembre los habitantes de la Argentina escogerá a su mandatario. Todos saldrán con civismo propio de una democracia. Una sociedad quebrantada, dolida, preocupada por doce años de un mismo gobierno; decidirá con el voto sus cuatros años. 

Muchos esperan un cambio de gobierno, de un partido político distinto al actual y lo que es más de ideas diferentes a los que gobiernan en el país. Pues el gobierno que se va ha dejado vacio en su poder, generó rencor y odio entre los ciudadanos hasta el punto de pelearse en hogares por asuntos políticos. El gobierno que se va, se va con la desilusión de no mover el Bastón de Mando desde el escritorio, a la presidente le tocara llevárselo para su casa y tenerlo de recuerdo. El ismo, dejará de resonar y vendrá otro ismo en caso que sea el movimiento fuerte. Los argentinos esperaran al que el nuevo presidente le de respiro económico y seguridad.

La Argentina indudablemente necesita una nuevo rostro para el país y el mundo, ya que el electo presidente también será visto para la confianza de otras naciones, entre ellas Venezuela, que pide a gritos la liberación de nuestros presos políticos. Si el nuevo presidente de Argentina ayuda para que se haga justicia en el caso de López, esto será un empujón para el restablecimiento de las nuevas ideas republicanas en la región sudamericana. En caso que el nuevo presidente argentino no abogue por Venezuela, seguiremos imersos en el fondo del océano, entonces prevalecerá la fomentación de los presidentes acérrimos, autoritarios y desalmados con ropaje de Santos y Puros.
Argentina ha  decaído la educación y la cultura, pero no el deseo de muchos por un cambio, y ese cambio es de un nuevo presidente con un gobierno distinto al actual que ha pregonado el insulto, la ira, la soberbia entre ellos mismos y sus habitantes. Pues el populismo es un resaltar de una figura más no de ideas de propuestas, sino de ecos legendarios y míticos de un mismo Ser, en caso Argentina es Perón, el caso Venezuela, es Chávez. Ambos vivificados como salvadores. ¿Pero de qué? Más bien fueron seres que se adoraron así mismos, y ciegamente condujeron a mentes débiles en su resaltar, como si los que lo siguieron y aun los «siguen» fuesen ricos económicamente como sus adorados, que hasta tienen mausoleo. Es probable que muchos de sus partidarios iran a parar en una fosa común a diferencia de sus amados benefactores. El populismo es una  especie de «religión» donde hay un dios «presidente» que cuelga sus himnos, marchas, afiches, por doquier; mientras una parte de pueblo aplauden y bebe el aliento de su manipulador. Y Argentina ha tenido populismo duro y blando, pero lo ha tenido. Sobre el adorado muy bien lo expresó el escritor Barón BIZA:
         «Y así llegó el Anticristo. Aquél que terminaría incendiando los templos y dignificando su amante. No fue como el Maestro que perdonara a la Magdalena arrepentida, la cortesana que dejara sus joyas, palacios y amantes, para seguirle. Fue un pacto entre ella, con su rencor a los    hombres y a la vida, y él, con su ambición de tiranuelo y una sonrisa dentífrica.
         Podía también haber triunfado en las tablas. Pero el     aplauso reducido de una sala, no satisfacía su ambición.
         Añoraba el aullido de las masas que había escuchado en la  Plaza de Venecia y en los estadios germanos. En el cuartel, había aprendido que los hombres marchan a la voz de orden. Había contemplado en la Italia del Duce cómo se    enloquecían las muchedumbres, cómo se las llevaba al   hambre y a la guerra con sólo presentarse con un disfraz o    una camisa negra. 
Había estudiado, seguido paso a paso la vida del gran Hitler. Con alma de cortesano fue    organizando la trama que lo llevaría al poder. Buscó para   dirigentes los tránsfugas, los resentidos de los partidos     políticos, los trepadores con alma de valet, los incapaces de        surgir por sí mismos que siempre existen entre veinte millones de habitantes. Les prometió la rapiña de los países          vecinos y llegó a afirmar que tenía, en una isla del sur, el     poder del sol.
         Les tiró sidra y pan dulce. Les habló de derechos, pero se    cuidó bien de mencionarles las obligaciones que emanan de    todo derecho, que es el respeto para los derechos de los otros. Organizó con sus cómplices la mascarada de elecciones democráticas. Llegado al poder con el oro producto del trabajo acumulado de más de un siglo por un pueblo, compró conciencias y adhesiones.
         -¡La vida por el líder! -y seguramente, de esos cientos de      miles, el día que el dictador cayera no habría uno a su lado, como no los habrá cuando caigan los que lo remplazaran.    El pueblo, la masa, creyó en la profecía. Explotada,          sudorosa, andrajosa y hambrienta, necesitaba el guía que   la llevara contra los privilegiados, los explotadores. Pero el   profeta era falso y la virgen no era virgen. El paraíso        prometido era una escenografía teatral, un decorado de          telones, pero dejó entrever lo que podía ser ese paraíso, para el proletariado. De haber sido sincero, de no haber amado el aplauso y aullido de las masas, de no haber su       compañera querido borrar su miseria pasada, aquel          hombre habría ocupado un lugar en la historia junto a los  grandes libertadores sociales».
Ojala que el pueblo Argentino para este 22 de noviembre pueda decir ¡Salud! y que el final del himno nacional resuene no en unas gradas de un partido de Futbol, sino en la vida y en el ser del alma de cada uno de los ciudadanos, y que sus corazones se ablanden de amor. Que cambien de gobierno, salgan de tantos retratos y pancartas que inundan, en especial que bajen la figura que está colgada en un edificio de Buenos Aires, pues no hace falta demostrarla tanto, al fin de cuentas fu finita su existencia. Ojala que los habitantes de esta nación busque un cambio de idea, de cara y lo más importante busquen la paz.
Moises Roberto Cardenas Chacon
viajesideral2@hotmail.com
@viajesideral

Argentina

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