En las relaciones
internacionales, el juego estratégico de los Estados es evidente a primera
vista, pero detrás de él se mueven fuerzas económicas, sociales y culturales
influyentes, que trascienden las fronteras de cualquier país. Frente a la
alianza transnacional de los grandes negocios, los trabajadores del mundo se
esfuerzan por hacer contrapeso a través de su propia coalición.
De 1850 en adelante,
el Occidente –y a partir de 1917 el mundo entero- tuvo conciencia de que había
nacido un nuevo actor de creciente importancia entre bastidores de la política
internacional. La coalición global del capital privado se vio enfrentada a un
ascendente movimiento obrero internacional, generador no sólo de
reivindicaciones materiales sino de nuevas maneras de concebir la convivencia
humana y el porvenir de la humanidad.
Durante largo tiempo,
estos impulsos internacionales hacia una democracia más igualitaria y de mayor
justicia social quedaron frustradas y, en cierta medida, pervertidas. La opción
rusa por un ensayo socialista demasiado centralista y autoritario, si bien tuvo
vasta acogida y difusión internacional, y ganó méritos en la defensa de la
humanidad contra la agresión fascista, terminó desacreditada por su desviación
hacia la tiranía de una nueva clase burocrática explotadora. La alternativa
socialdemócrata occidental, aunque es la que más se ajusta a un ideal de
socialismo democrático y humanista y en ciertos países avanzados dio buenos
frutos, es criticada por pueblos impacientes por su “prudencia” a veces
excesiva. El tercer tipo de socialismo existente –el de países ex coloniales y
en vías de desarrollo- ha dado resultados positivos en casos en que se aproximó
al modelo socialdemócrata y, en cambio, cae en abominables extremos de tiranía
y de corrupción cuando adopta el modelo “populista” de subordinación a un
caudillo despótico y a una neo burguesía burocrática y militar.
Otra frecuente tara
de los socialismos existentes ha sido su subordinación a nacionalismos
excluyentes y divisionistas. Aunque los pensadores clásicos del socialismo
definieron bien la relación entre el nacionalismo y el socialismo (aquel puede
ser progresista, pero debe subordinarse a las exigencias de la lucha social),
en el siglo XX la corriente comunista se subordinó servilmente a
social-imperialismos nacionales (ruso, chino o cubano). Asimismo muchos
socialistas del mundo confundieron el fenómeno del imperialismo con el país que
circunstancialmente lo ejerce, y cayeron en un anti-norteamericanismo
chovinista y cretino que les impide ver la potencialidad progresista futura del
pueblo estadounidense para el movimiento hacia la democracia social.
Creemos que ha
llegado un momento en el cual el movimiento internacional de los demócratas
sociales –basado en trabajadores organizados y otros movimientos sociales en
lucha por un orden de mayor libertad y justicia- está cayendo en cuenta de sus
errores y entiende que debe erradicar las ilusiones autoritarias y las
desviaciones divisionistas y chovinistas en su seno. El ejercicio cabal de la
democracia a todos los niveles, y la eliminación de fórmulas autoritarias o
personalistas en su seno, es la condición más esencial para que renazca con
fuerza el movimiento internacional de la gente común en búsqueda de una
sociedad más libre y justa.
El importante avance
que ha dado el pueblo venezolano, por las elecciones del 6 de diciembre, sin
duda constituye un aporte valioso en esa dirección. Después de que durante
décadas la oposición democrática era despreciada como supuestamente
“reaccionaria” y “derechista”, hemos triunfado por los votos de la inmensa
mayoría popular del país. ¡Y resulta que de los 112 diputados de oposición
electos, 57 pertenecen a partidos miembros de la Internacional Socialista!
Nota: Este fue el
último artículo enviado por el profesor Demetrio Boersner, para ser publicado
en el blog de Espacio Abierto.
http://espacioabierto44.blogspot.co.id/2016/01/
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