miércoles, 13 de enero de 2016

CARLOS E. AGUILERA ARTEAGA, CAMINO A LA ASAMBLEA NACIONAL

“Las cualidades eminentes que caracterizan al hombre grande: valor para arrostrar el peligro, inteligencia para vencer, amor a la patria y odio a la tiranía”. Simón Bolívar
Debo comenzar esta crónica admitiendo en principio que nada pudo haber influenciado más en mi decisión de concurrir a la instalación de la nueva directiva de la Asamblea Nacional que el desbordante entusiasmo de millones de venezolanos que, cual virus contagioso, invadió mi espíritu y alma que hizo posible decidiera trasladarme desde la ciudad de Maracay a mi siempre añorada Caracas, la de mis recuerdos infantiles, juveniles, de adolescente y adulto, de la cual me separé, más no me divorcié, hace 15 años, y a la que retornaré en cualquier momento.

Con mi hijo, Eduardo, un caraqueño de profundas convicciones democráticas, libre pensador y soñador por excelencia, quien me había indicado la noche anterior del día 5 me acompañaría, preparé mis aperos: celular, bolígrafo y libreta en mano (necesarios instrumentos de trabajo). A temprana hora del día siguiente nos trasladarnos desde Los Palos Grandes hasta la sede del Palacio Legislativo. Tomamos el Metro en la estación Miranda y cuando se desplazaba a la altura de Chacaíto, su conductor anunció que las estaciones de Bellas Artes, Plaza Carabobo, La Hoyada y Capitolio se encontraban cerradas. Cosa nada extraña, pues cuando el oficialismo realiza algunos de sus actos en las céntricas calles de la capital, el acceso al Metro es gratuito y no cierran ninguna de las estaciones. No había que elucubrar nada. El abuso de poder es ilimitado.

En Chacaíto abordamos un autobusete cuya ruta pasaba por la avenida Bolívar. A la altura de La Hoyada desembarcamos y allí comenzó nuestro recorrido, muy grato por lo demás, por cuanto en nuestro tránsito descubrimos la presencia de amigos, uno de ellos el colega y humorista Claudio Nazoa, quien portaba una graciosa pancarta en la que se leía: “Liberen a White Label y también al viejo Parra”. Impedidos de pasar la barrera custodiada por la GN, en la avenida Universidad, iniciamos nuestro periplo por las esquinas de Marrón a Cují hacia la avenida Urdaneta, y a la altura de la esquina de Santa Capilla, hombres y mujeres ataviados con franelas y gorras rojas, portando pancartas alusivas a la revolución socialista y contra el imperio, no se cansaban de gritar consignas a favor del régimen de Maduro. A pocos metros, más de una treintena de motorizados con pasamontañas cubrían sus rostros y alzaban sus puños cerrados, inequívoco símbolo de amenaza.

Bajando a la esquina de Principal diagonal con la plaza Bolívar, un grupo de personas afectas al régimen atendían el llamado de una dama, que con megáfono en mano invocaba las “bondades” del llamado Parlamento Comunal, que no es otra cosa que una pretendida figura paralela al genuino parlamento elegido con el voto del soberano. Proseguimos el camino hasta la esquina de Capitolio y tampoco pudimos acceder a la sede del edificio del Poder Legislativo, pese a mostrar nuestras credenciales de periodista. Reconocemos que por falta de tiempo y debido a nuestra llegada a la capital en la noche anterior, no pudimos acreditarnos debidamente, razón por la cual no nos quedó otra alternativa que optar por retirarnos del escenario, e iniciar el regreso a pie desde ese sitio hasta la plaza la Candelaria, en cuyo lugar una tienda en  la que venden aparatos domésticos y de línea blanca y televisores exhibía una gigantesca pantalla que nos permitió ver el acto de la toma de posesión de la nueva directiva de la Asamblea Nacional.

Colmado de numerosos visitantes, el propietario del establecimiento comercial no tuvo reparos en admitir la inesperada presencia, de tal manera que vimos y escuchamos toda la ceremonia de la toma de posesión de la nueva directiva de la Asamblea Nacional, que ahora preside Henry Ramos Allup, la cual fue interrumpida en numerosas ocasiones por un diputado oficialista, jefe de la bancada del PSUV, quien a cada instante subía al podio en su afán de sabotear el acto, particularmente en momentos cuando el diputado Julio Borges, jefe de la fracción de la Mesa de la Unidad, pronunciaba su discurso.

No cabía la menor duda de que los oficialistas estaban empeñados en boicotear la ceremonia protocolar, en la que las nuevas autoridades elegidas mayoritariamente por el voto del soberano, comenzarían a pasar la página de la historia contemporánea, tras 17 largos e ininterrumpidos años de ultraje a los derechos humanos, a la nación, a la propia Constitución Nacional y al pueblo venezolano, bajo un ropaje de tinte comunista que disfrazado de socialismo, al que groseramente lo denominaron bolivariano, hizo de las suyas a más no poder.

De regreso a nuestro punto de partida, para retornar al día siguiente a la capital aragüeña, mi hijo soltó esta pregunta: Papá ¿qué opinión te merece lo que ocurrió hoy en el Capitolio, y cómo ves lo que a partir de ahora pueda suceder, ante el empeño del gobierno de no querer aceptar democráticamente la derrota? Comencé por hacer un ligero inventario mental de lo que pocos días atrás había sucedido y que por boca del propio Nicolás Maduro y sus segundones políticos del PSUV el país había comenzado a experimentar, que iban desde amenazas de desconocer el triunfo de la oposición por supuestos fraudes en algunas mesas de votación el pasado 6-D, hasta un llamado a la “rebelión popular”, esto último penado por la ley y la carta magna, sin importarles un ápice las consecuencias de tan irresponsable llamado, que felizmente el pueblo venezolano ignoró. Tras estas observaciones le respondí: “Hijo, los tiempos por venir se presentan muy difíciles, ante el empeño del régimen en pretender eternizarse en el poder, contrariando el espíritu democrático del que tanto hacen alarde, pero para sus propios beneficios, más no para el pueblo como populista y demagógicamente pregonan”.

Lo que ocurrió y ha seguido ocurriendo en días posteriores, nos muestra a un régimen que irrespeta la voluntad de un pueblo cansado de tanto oprobio, corrupción, inseguridad, abuso de poder y amenazas a empresarios, medios de comunicación y al propio soberano, pero que más pronto que nunca la nueva Asamblea Nacional comenzará a despojar del manto de la impunidad a todos aquellos “chavistas bolivarianos boliburgueses”, que a costa de los dineros del erario nacional enriquecieron de la noche a la mañana. Fue uno de los puntos de honor que la oposición ofreció en la campaña, y que no dudamos llevará a cabo en sus primeras tareas parlamentarias.

Es una lección que los verdaderos demócratas comprenden, pero no aquellos que ungidos de todopoderosos dueños del país no entienden que el ejercicio del poder es para servir, y no para servirse de él. Es para convertir en realidades tangibles las aspiraciones de todos los ciudadanos de un país, sin diferencias ideológicas de naturaleza alguna. Quien asume el poder democráticamente debe tener el firme convencimiento de que este desgasta y que aspirar a ejercerlo eternamente es síntoma de una egolatría y de una vanidad fatua. Es considerarse indispensable e insustituible. Es no alcanzar a comprender que “la gloria es transitoria” y que nadie es irremplazable.

Quien ejerce el poder político debe saber de antemano que la política es una mezcla de convicción y de responsabilidades y que debe reconocer sus aciertos y errores y no achacárselos a los demás. Debe medir las consecuencias de sus acciones y que llegado el caso se atreva a decir, como Lutero: “No puedo hacer otra cosa, aquí me detengo”.

Estas reflexiones nos permiten observar que Nicolás Maduro no tiene la estatura política y no conoce las responsabilidades que tiene consigo mismo, pues desconocer el amplio triunfo obtenido por la oposición con mayoría de las curules en la Asamblea Nacional, es negar la voluntad del soberano, y lejos de proponer fórmulas que enderecen el entuerto económico en el que nos hallamos sumidos los venezolanos, alza el hacha de la guerra para atizar más aún el escenario que vive en los actuales momentos el país.

Maduro está convencido de que fuera de él solo existen oscuridad, mentiras, chantajes, inmoralidad, embebido en un espíritu persuadido de su destino heroico y mesiánico, heredado de su padre putativo “el comandante eterno”. ¡Qué peligro!

Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP.122)
Aragua - Venezuela

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