“Las cualidades eminentes que caracterizan al hombre grande: valor para arrostrar el peligro, inteligencia para vencer, amor a la patria y odio a la tiranía”. Simón Bolívar
Debo comenzar esta crónica admitiendo en principio que
nada pudo haber influenciado más en mi decisión de concurrir a la instalación
de la nueva directiva de la Asamblea Nacional que el desbordante entusiasmo de
millones de venezolanos que, cual virus contagioso, invadió mi espíritu y alma
que hizo posible decidiera trasladarme desde la ciudad de Maracay a mi siempre
añorada Caracas, la de mis recuerdos infantiles, juveniles, de adolescente y
adulto, de la cual me separé, más no me divorcié, hace 15 años, y a la que
retornaré en cualquier momento.
Con mi hijo, Eduardo, un caraqueño de profundas
convicciones democráticas, libre pensador y soñador por excelencia, quien me
había indicado la noche anterior del día 5 me acompañaría, preparé mis aperos:
celular, bolígrafo y libreta en mano (necesarios instrumentos de trabajo). A
temprana hora del día siguiente nos trasladarnos desde Los Palos Grandes hasta
la sede del Palacio Legislativo. Tomamos el Metro en la estación Miranda y
cuando se desplazaba a la altura de Chacaíto, su conductor anunció que las
estaciones de Bellas Artes, Plaza Carabobo, La Hoyada y Capitolio se
encontraban cerradas. Cosa nada extraña, pues cuando el oficialismo realiza
algunos de sus actos en las céntricas calles de la capital, el acceso al Metro
es gratuito y no cierran ninguna de las estaciones. No había que elucubrar
nada. El abuso de poder es ilimitado.
En Chacaíto abordamos un autobusete cuya ruta pasaba
por la avenida Bolívar. A la altura de La Hoyada desembarcamos y allí comenzó
nuestro recorrido, muy grato por lo demás, por cuanto en nuestro tránsito
descubrimos la presencia de amigos, uno de ellos el colega y humorista Claudio
Nazoa, quien portaba una graciosa pancarta en la que se leía: “Liberen a White
Label y también al viejo Parra”. Impedidos de pasar la barrera custodiada por
la GN, en la avenida Universidad, iniciamos nuestro periplo por las esquinas de
Marrón a Cují hacia la avenida Urdaneta, y a la altura de la esquina de Santa
Capilla, hombres y mujeres ataviados con franelas y gorras rojas, portando
pancartas alusivas a la revolución socialista y contra el imperio, no se
cansaban de gritar consignas a favor del régimen de Maduro. A pocos metros, más
de una treintena de motorizados con pasamontañas cubrían sus rostros y alzaban
sus puños cerrados, inequívoco símbolo de amenaza.
Bajando a la esquina de Principal diagonal con la
plaza Bolívar, un grupo de personas afectas al régimen atendían el llamado de
una dama, que con megáfono en mano invocaba las “bondades” del llamado
Parlamento Comunal, que no es otra cosa que una pretendida figura paralela al
genuino parlamento elegido con el voto del soberano. Proseguimos el camino
hasta la esquina de Capitolio y tampoco pudimos acceder a la sede del edificio
del Poder Legislativo, pese a mostrar nuestras credenciales de periodista.
Reconocemos que por falta de tiempo y debido a nuestra llegada a la capital en
la noche anterior, no pudimos acreditarnos debidamente, razón por la cual no
nos quedó otra alternativa que optar por retirarnos del escenario, e iniciar el
regreso a pie desde ese sitio hasta la plaza la Candelaria, en cuyo lugar una
tienda en la que venden aparatos
domésticos y de línea blanca y televisores exhibía una gigantesca pantalla que
nos permitió ver el acto de la toma de posesión de la nueva directiva de la
Asamblea Nacional.
Colmado de numerosos visitantes, el propietario del
establecimiento comercial no tuvo reparos en admitir la inesperada presencia,
de tal manera que vimos y escuchamos toda la ceremonia de la toma de posesión
de la nueva directiva de la Asamblea Nacional, que ahora preside Henry Ramos
Allup, la cual fue interrumpida en numerosas ocasiones por un diputado
oficialista, jefe de la bancada del PSUV, quien a cada instante subía al podio
en su afán de sabotear el acto, particularmente en momentos cuando el diputado
Julio Borges, jefe de la fracción de la Mesa de la Unidad, pronunciaba su
discurso.
No cabía la menor duda de que los oficialistas estaban
empeñados en boicotear la ceremonia protocolar, en la que las nuevas
autoridades elegidas mayoritariamente por el voto del soberano, comenzarían a
pasar la página de la historia contemporánea, tras 17 largos e ininterrumpidos
años de ultraje a los derechos humanos, a la nación, a la propia Constitución
Nacional y al pueblo venezolano, bajo un ropaje de tinte comunista que
disfrazado de socialismo, al que groseramente lo denominaron bolivariano, hizo
de las suyas a más no poder.
De regreso a nuestro punto de partida, para retornar
al día siguiente a la capital aragüeña, mi hijo soltó esta pregunta: Papá ¿qué
opinión te merece lo que ocurrió hoy en el Capitolio, y cómo ves lo que a
partir de ahora pueda suceder, ante el empeño del gobierno de no querer aceptar
democráticamente la derrota? Comencé por hacer un ligero inventario mental de
lo que pocos días atrás había sucedido y que por boca del propio Nicolás Maduro
y sus segundones políticos del PSUV el país había comenzado a experimentar, que
iban desde amenazas de desconocer el triunfo de la oposición por supuestos
fraudes en algunas mesas de votación el pasado 6-D, hasta un llamado a la
“rebelión popular”, esto último penado por la ley y la carta magna, sin
importarles un ápice las consecuencias de tan irresponsable llamado, que felizmente
el pueblo venezolano ignoró. Tras estas observaciones le respondí: “Hijo, los
tiempos por venir se presentan muy difíciles, ante el empeño del régimen en
pretender eternizarse en el poder, contrariando el espíritu democrático del que
tanto hacen alarde, pero para sus propios beneficios, más no para el pueblo
como populista y demagógicamente pregonan”.
Lo que ocurrió y ha seguido ocurriendo en días
posteriores, nos muestra a un régimen que irrespeta la voluntad de un pueblo
cansado de tanto oprobio, corrupción, inseguridad, abuso de poder y amenazas a
empresarios, medios de comunicación y al propio soberano, pero que más pronto
que nunca la nueva Asamblea Nacional comenzará a despojar del manto de la
impunidad a todos aquellos “chavistas bolivarianos boliburgueses”, que a costa
de los dineros del erario nacional enriquecieron de la noche a la mañana. Fue
uno de los puntos de honor que la oposición ofreció en la campaña, y que no
dudamos llevará a cabo en sus primeras tareas parlamentarias.
Es una lección que los verdaderos demócratas
comprenden, pero no aquellos que ungidos de todopoderosos dueños del país no
entienden que el ejercicio del poder es para servir, y no para servirse de él.
Es para convertir en realidades tangibles las aspiraciones de todos los
ciudadanos de un país, sin diferencias ideológicas de naturaleza alguna. Quien
asume el poder democráticamente debe tener el firme convencimiento de que este
desgasta y que aspirar a ejercerlo eternamente es síntoma de una egolatría y de
una vanidad fatua. Es considerarse indispensable e insustituible. Es no
alcanzar a comprender que “la gloria es transitoria” y que nadie es
irremplazable.
Quien ejerce el poder político debe saber de antemano
que la política es una mezcla de convicción y de responsabilidades y que debe
reconocer sus aciertos y errores y no achacárselos a los demás. Debe medir las
consecuencias de sus acciones y que llegado el caso se atreva a decir, como
Lutero: “No puedo hacer otra cosa, aquí me detengo”.
Estas reflexiones nos permiten observar que Nicolás
Maduro no tiene la estatura política y no conoce las responsabilidades que
tiene consigo mismo, pues desconocer el amplio triunfo obtenido por la
oposición con mayoría de las curules en la Asamblea Nacional, es negar la
voluntad del soberano, y lejos de proponer fórmulas que enderecen el entuerto
económico en el que nos hallamos sumidos los venezolanos, alza el hacha de la
guerra para atizar más aún el escenario que vive en los actuales momentos el
país.
Maduro está convencido de que fuera de él solo existen
oscuridad, mentiras, chantajes, inmoralidad, embebido en un espíritu persuadido
de su destino heroico y mesiánico, heredado de su padre putativo “el comandante
eterno”. ¡Qué peligro!
Carlos E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
*Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas
(CNP.122)
Aragua - Venezuela
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