“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás." 1 Carta de San Pablo a los Corintios 13, 4-8.
La
nación venezolana tiene puestos sus ojos sobre la nueva Asamblea Nacional que
asumió el compromiso de un cambio. Esperamos verlos hacer Política, el poder y
la autoridad al servicio del bien común fundamentado en el amor al prójimo.
Aspiramos cambiar la opresión por libertad, la injusticia por justicia, la
discriminación por igualdad y la violencia por paz, aspiramos vivir en
democracia.
La
demagogia y la compra de conciencias deben quedar atrás. El espíritu de
trascendencia tiene que posicionarse en la sociedad mediante el convencimiento
de que cada quien es responsable de su vida y en la medida en que se asume
consigo mismo, con la familia y con la sociedad el compromiso de respetarse y
reconocerse mutuamente como personas la convivencia en paz se consolida.
La
tarea no será sencilla, hay que desmontar el Estado totalitario rojo erigido
durante 17 años, mediante una estructura legal que hay que derogar y sustituir
por leyes justas, que deberán ser administradas por un Poder Judicial
independiente, garante del equilibrio y la dignidad de la persona humana, que
tome las decisiones judiciales en base a la verdad y la razón y no obedezca a
la mentira y el odio, como lo evidencian las confesiones del magistrado Aponte
y del fiscal Nieves.
La
justicia garantiza la vida, la libertad, el honor, la reputación, la familia,
los bienes y demás derechos, de ellos la libertad es uno de los más preciados.
Cada segundo de prisión injusta es irrecuperable; es como morir en vida, es el
hijo que no se vio crecer, es el amor con la pareja que no se pudo compartir,
el trabajo que no se pudo realizar, es entrar joven y salir maduro, la tristeza
inmensa de la injusticia; es imposible no comprender el terror a la tortura, la
sensación del desamparo, la magnitud del daño en quien está preso injustamente,
mucho más cuando lo ha sido por defender su derecho a ser humano y a ser tratado
como tal. Un ejemplo emblemático lo tenemos en Iván Simonovis y los policías
metropolitanos, presos por proteger a la marcha opositora en los sucesos del
2002, sentenciados injustamente con la pena máxima por delitos de lesa
humanidad para que no pudieran gozar de ningún beneficio, incluyendo la
amnistía. Quien está preso injustamente necesita que se haga justicia, que se
declare su inocencia, a ellos no podemos olvidarlos ni dejar de luchar por su
libertad.
La
Asamblea Nacional entrante ha anunciado como una prioridad el Decreto de
amnistía para liberar a los presos de conciencia que superan en número a los
que hay en Cuba.
Como
venezolana confío que el cambio comenzó y que el restablecimiento de la
justicia nos liberará a todos.
El
odio encarceló, persiguió, enjuició, torturó, expolió, expulsó y discriminó a
millones de venezolanos; el amor, la solidaridad nos permitirán vivir en
libertad, justicia, igualdad y paz.
Elinor
Montes
elmon35@gmail.com
@Elinormontes
Miranda
- Venezuela
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