No importa dónde
viva, el tamaño de su localidad o el estrato social donde se asienta su
residencia. Si por allí hay un local, expendio de lo que sea, seguramente verá
una cola. Bastante más larga que la del año pasado y, probablemente, también
con bastante menos productos de los que se encontraban en la víspera.
El gobierno con su
eterna lógica de ocultar el bulto ve ahora las colas con ojos distintos. Supone
erróneamente que la molestia de los ciudadanos en cola puede ser compartida con
la oposición ahora en funciones parlamentarias. Se dirán, como parte de una
explicación tan desacertada como consoladora, que quienes prometieron enfrentar
las colas no lo han logrado, ergo, serán señalados como corresponsables del
problema.
Por si el
discernimiento de su antigua clientela, hoy protagonistas del voto castigo,
sigue sin acusar a los recién llegados a la Asamblea de los errores históricos
del Ejecutivo, el decreto de emergencia económica tiene el doble filo de, por
un lado, tratar de corresponsabilizar a la oposición y, por el otro, señalarla
como obstruccionista de las medidas de sanación que supuestamente tiene
diseñado el nuevo gabinete.
Como es de esperarse,
la mayoría en la Asamblea no avalará semejante decreto. Tomará las previsiones,
seguramente, no solo de no aprobarlo, sino de hacer algunas recomendaciones o,
en su defecto, señalar las insuficiencias del decreto, lo desacertado del
diagnóstico que está detrás de los nuevos controles y, lo que finalmente será
demoledor, rechazarlo por repetido, fallido, que no funcionó y nos trajo hasta
acá.
En cualquier caso,
con, o seguramente sin, decreto de emergencia, el gobierno seguirá
imposibilitado de revertir el malestar social y económico que lo llevó a la
derrota del pasado diciembre. Sin el cambio de esa situación, el malestar
seguirá en la calle y, por lo severo que pitan los meses por venir, es posible
que estemos a las puertas de una crisis de gobernabilidad que haga a la
Asamblea el gran protagonista, no porque vaya a solucionar las colas o reducir la
inflación; sino porque saque del camino a quien impide que esos problemas se
resuelvan.
Vamos para el tercer
año seguido de crisis económica. La dimensión de la misma dista mucho de ser lo
que se dio a conocer con las cifras al tercer trimestre del Banco Central y,
obviamente, también es mayor que las inexistentes cifras sociales o las
descabelladas mentiras que se dijeron en la presentación de la Memoria y
Cuenta.
No solo es falso que
la pobreza, no importa el método empleado para su cálculo, ha descendido (ello
simplemente reta a la propia ley de la gravedad después de las cifras de
inflación y recesión del BCV), sino que además todo el “balance social” fue
mediatizado con indicadores de empleo y distribución que cada vez dicen menos
sobre la situación del país.
Mientras el gobierno
siga ignorando la crisis, imputándole a otros su responsabilidad o tratando de
ganar tiempo con comisiones y decretos, la crisis seguirá su rumbo y, como un
huracán de conflictos y tensiones, terminará llevándose por delante puede que
no solo un gobierno, sino puede que incluso a todo el sistema político.
Será la Asamblea el
lugar desde el cual reconstruir los estragos del huracán que se avecina.
Luis Pedro España N.
lespana@ucab.edu.ve
@luispespana
Caracas - Venezuela
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