La
caída de los precios del petróleo ha sido un fenómeno cuya importancia no puede
desdeñarse. Ningún país petrolero lo hace. La diferencia con Venezuela es que
otros productores, miembros o no de la Organización de Países Exportadores de
Petróleo, no mantienen absoluta dependencia de los altos precios del crudo para
su desenvolvimiento.
Han
tomado previsiones y ahorrado parte de sus ingresos petroleros para momentos de
relativos bajos precios como los actuales y han fomentado sectores
agropecuarios, industriales y de servicios en manos de particulares, es decir
de ciudadanos de esos países, para asegurarse torrentes de inversiones
permanentes no provenientes de los ingresos petroleros.
A
la vez que han mantenido sistemas políticos que inspiran absoluta confianza a
inversionistas propios y extranjeros que no obstante la coyuntura de los bajos
precios petroleros mantienen altas inversiones, las cuales minimizan el efecto
erosivo que en Venezuela causa el derrumbe de los precios.
De
allí que es poco seria la posición del grupo político que desde hace diecisiete
años tiene un control férreo de todos los poderes públicos venezolanos. Han
desarrollado una multimillonaria campaña propagandística para popularizar la
tesis según la cual nuestro país está
metido en problemas porque los precios del petróleo se derrumbaron de más de
cien dólares a menos de treinta el barril.
Muchos
otros países sufrieron el bajón pero no viven el impacto que los venezolanos
hemos padecido. Esa afirmación habla por sí sola.
Maduro
tiene ya tres años de presidente y antes estuvo catorce como vicepresidente,
ministro de Relaciones Exteriores, Presidente de la Asamblea Nacional y como
factor político de mucho poder dentro del gobierno. Nunca estuvo de observador
ni de invitado de piedra. Por tanto, no son convincentes posiciones autoindulgentes en las que se
declara víctima de la sorpresiva reducción de los ingresos petroleros.
Tiempo
y poder han tenido para tomar previsiones. ¿Por qué tuvieron que gastarse todo
lo que ingresó esos doce largos años con petróleo por encima de cien dólares el
barril? Y no es que hayan sido malos los otros varios años con ingresos por
encima de setenta y ochenta dólares el barril.
Nada
hicieron al respecto y hoy el país paga las consecuencias de esa irresponsable
imprevisión.
Ciertamente
crearon el Fondo Nacional de Desarrollo Endógeno, mejor conocido por sus
siglas, FONDEN, pero el objetivo de éste eran las inversiones, distinto
propósito del de un Fondo de Estabilización Macroeconómica, incluso previsto en
la Constitución Nacional.
Ese
Fondo de Desarrollo Endógeno no ha dejado desde el año de su creación, 2005,
ninguna inversión que valga la pena comentar. Ha sido más bien un fondo para
gastos, cualquier tipo de gastos que a Chávez se le antojara antes y ahora a
Maduro.
Los
dirigentes del PSUV y sus diputados ante la Asamblea Nacional se limitaban a
celebrar la socarrona viveza de un fondo que no era presentado ante la Asamblea
Nacional para aprobación y vigilancia, como si se tratase de dineros heredados
por el Ejecutivo de un extraterrestre y personalísimo causante, y que por ese
ardid, al no ser incorporado al presupuesto nacional, no se sumaban esos montos
para el cálculo del situado que debió enviarse a estados y municipios. Todo una jugada delictiva para negar fondos a
alcaldes y gobernadores que no les obedecían.
Si
a lo largo de estos últimos diecisiete años de total control del gobierno y de
otras instituciones políticas, hubiesen estimulado y auspiciado un fuerte
sector privado de la economía, grande sería el torrente de inversiones no
petroleras que tuvieran hoy a Venezuela como centro de sus acciones. Pero no
fue así.
Por
lo contrario, se dedicaron a amenazar cualquier iniciativa particular. A
humildes comerciantes los acosaban, aún hoy, por tonterías. El SENIAT los
clausuró momentánea o definitivamente porque no tenían la copia azul del recibo
sino la rosada cuando el fiscal de ese organismo levantaba el informe.
Cualquier argumento ha sido válido para humillar e invalidar a quienes
consideran adversarios políticos o disidentes de sus líneas de acción.
Ganaderos
y agricultores con varias generaciones al frente de pequeñas, medianas y
grandes fincas, han sido perseguidos, intervenidos y expropiados. Daba dolor
ver a modestos empresarios del campo sacando millones de bolívares de donde no
los tenían para poder cancelar los honorarios de bufetes y especialistas que
durante meses se dedicaron a reconstruir cadenas titulativas, el tracto legal
de fincas que desde hace centenares de años habían estado en manos de sus
antepasados o que ellos adquirieron en buena lid, registro público mediante,
pero cuya titularidad era cuestionada por un gobierno que quería esas tierras.
La
carga de la prueba había sido invertida por el chavismo. Era ahora el
propietario quien debía probar su titularidad y no el acusador, en este caso el
gobierno, demostrar el fraude o hurto de la propiedad.
Expropiaron,
sin razón alguna, a un gentío. Fueron dejando un desierto en el campo. Hoy día
el estado es propietario de centenares de fincas que nada producen. Ni se cría
ni se siembra. Son sólo el lugar de pago de una larga nómina de activistas. La
verdad es que así el petróleo no alcanza ni que se venda a mil dólares el
barril.
Poco,
casi nada se produce hoy en el país y eso no tiene que ver con los altos
inventarios de crudos que tienen los países industriales, con las fuentes
alternas de energía, con la contracción de las economías china, rusa e india,
que ha contribuido a la baja demanda de hidrocarburos. No se produce en
Venezuela porque desde el gobierno han destruido la economía al hostigar a los
productores, a la gente de trabajo.
Como
si no bastase con lo anterior, el gobierno de Chávez, antes, y ahora el de
Maduro, han hecho lo que les ha dado la gana con las reglas del juego. No hay
ley que dure dos meses. Y si duran, las violan. Los tribunales están allí para
cumplir con la voluntad y capricho de los mandones de turno y no para hacer
justicia. El Tribunal Supremo de Justicia atiende instrucciones de comisarios
políticos, no el frío texto de los expedientes en curso.
Las
bajas jugarretas de siete abogados que conforman la llamada Sala Constitucional
contra políticos de oposición, son cuidadosamente observadas por los
inversionistas, por aquellos que tenían unos reales dispuestos para montar un
negocio, o que habían constituido una sociedad para solicitar un préstamo
bancario y llevar adelante un proyecto. Todos se acobardan. Todos deducen que
ellos, que ningún poder tienen, pueden también ser objeto de esas trampas
judiciales para favorecer a los testaferros de los políticos poderosos en el
poder. O piensan que mañana, después de tener todo en marcha, pueden ser
expropiados sin que nadie los defienda.
Total,
ninguna inversión viene a Venezuela y ningún venezolano se atreve a poner su
patrimonio para multiplicarlo en generación de empleos, de bienes y de
servicios. Es preferible aguantarse.
Esas
son las causas gruesas por las cuales la economía venezolana se encuentra
postrada. No los bajos precios del petróleo. Mucho menos el ridículo argumento
de la guerra económica, que supone que industriales, comerciantes e
inversionistas quiebran a propósito, dañando su patrimonio, sólo para darse el
gusto de ver fracasar al gobierno que los lesiona. Nunca antes necedad tan
grande fue tratada de convertir en teoría.
Uno
de los elementos más llamativos en esta oscura hora en la que no hay alimentos,
repuestos para automóviles, medicinas ni insumos para la actividad
agropecuaria, es que la autocrítica y la humildad brillan por ausencia. No hay
un solo asomo de rectificación.
Nada
se produce en el país. No hay dólares para importar. Además, las líneas de
créditos se perdieron y tardarían meses en restablecerse. El bolívar no vale
nada. No hay una sola voz confiable en el gobierno.
Lo
más grave de todo eso es que los perjuicios son para Venezuela toda. No es que
Maduro se desprestigia y no llega ni a 15% de aceptación popular, es que la
gente se muere no por las enfermedades sino por falta de medicinas.
La
verdad es que aunque fue electo por un período determinado, los venezolanos no
merecemos que una persona con tal grado de ceguera y con tan evidente ineptitud
para comprender la hora actual y emprender las urgentes rectificaciones que la
sociedad demanda, siga al frente del Poder Ejecutivo.
Como
tampoco nada abona para que quienes le han servido de soporte en la destrucción
del país continúen al frente de gobernaciones, alcaldías y otros centros de
decisiones públicas.
Es
la hora de luchar por el cambio total.
Claudio
Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
@claudiocontigo
Caracas,
Venezuela
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