Una vez más el
terrorismo islámico golpea el corazón de Europa y una vez más se vuelven a dar
y a repetir las mismas explicaciones sobre las causas de lo ocurrido. Que
fueron kamikazes extremistas, que
pertenecen a una célula “yihadista”, que son de nacionalidad belga o francesa, que ya están identificados,
que viven en tal barrio, que están
buscando a los que se escaparon, etc. etc.
Quien lee las noticias que llegan desde Europa sobre lo
ocurrido en Bélgica hace apenas un par
de días, tiene la impresión de que se trata de un acto de terrorismo interno,
es decir, de unos jóvenes, en esta ocasión de nacionalidad belga, en los
anteriores sucesos de Paris de nacionalidad francesa, que viven en guetos,
a quienes el sistema
ha marginado, y que por esa razón cayeron en las redes del terrorismo.
El mensaje que se envía en el fondo, no
es otro que, más que musulmanes, son nacionales europeos quienes protagonizan
esos actos de barbarie terrorista; algo que no es del todo verdad, pues una
cosa es haber nacido en un país y otra muy distinta pertenecer culturalmente a
ese país. Además de que, si bien es cierto que no todos los musulmanes
practican el terrorismo, también lo es que todos los terroristas que lo ejercen
en Europa, salvo organizaciones
independentistas como ETA o IRA, son musulmanes.
Pareciera, si hacemos caso de algunos medios
informativos, que Bélgica o Francia, o Europa en general, son responsables de semejantes tragedias. Y ciertamente lo
son, pero no por las razones o motivos que se señalan, sino por otros más abominables.
Bastaría con que nos preguntáramos de donde provienen los
equipos y el armamento de ISIS y quien o quienes lo financian. La
información al respecto es más que abundante para quien la quiera ver. Rusia, EEUU y determinados países de la Unión
Europea como la propia Francia, les venden a organizaciones y países árabes
vehículos artillados, armas y dotaciones de combate de todo tipo que van a
parar directamente al terrorismo como se
le llama ahora “yihadista”; termino, por cierto, de invención occidental para quitarle hierro al
que debía ser su verdadero nombre: terrorismo islámico.
Los siempre mezquinos, pero poderosos intereses económicos de occidente, se hacen
la vista gorda frente al apoyo “neutral” al terrorismo de sus aliados árabes
petroleros. Países como Arabia Saudita, o en general, los emiratos y pequeños reinos que conforman la península arábica, junto
con otros que como Irak o la propia Siria, han ido y venido en el devenir de su
historia, tirados por los hilos de la diplomacia francesa o británica,
auténticos titiriteros, hacia o fuera de su órbita. En este caldo de cultivo,
tendríamos que agregar la anarquía en
que quedaron los países musulmanes del norte de África y algunos del medio
oriente, como consecuencia de la famosa “primavera árabe”, también alentada por
occidente.
Pero la nota más resaltante, quizás, de la hipocresía
occidental radica en la manera de encarar el tema del islamismo, cuando se pone
a prueba su legado cultural en materia de derechos y libertades. Unos derechos
y libertades que han sido siempre la expresión de las mayorías, pues son las
mayorías en cualquier sistema democrático las que imponen su opinión, hábitos y
forma de vida. Mientras que un occidental, cuando viaja a un país islámico,
tiene que adaptarse a sus costumbres, le gusten o no, como por ejemplo que las
mujeres deben taparse la cabeza y vestirse recatadamente, comportarse de
determinada manera en público, e incluso no hablar si hay hombres presentes; en
un país occidental , una mujer del islam exigirá, porque sabe que puede
hacerlo, que se le respete andar por la calle con el burka y que sus hijas asistan a la escuela de
la misma manera, sin importarle lo que diga su reglamento en cuanto a
vestimenta.
En otras palabras, que las mayorías deben adecuarse y
respetar su religión y cultura musulmana, sin importarles las normas de del colegio que son de
aplicación igualitaria para todos, sin distingos de ningún tipo, ni como eso
puede alterar la disciplina del colegio, la educación del alumnado, o el entendimiento
de algunos padres franceses, ingleses o alemanes que posiblemente no estaban de
acuerdo tampoco con el uniforme del
colegio, por razones diferentes, pero
que sin embargo aceptaron que sus hijos lo llevaran.
No digamos nada de
las expresiones de religión en sí mismas o de la práctica de la fe de un
occidental en un país musulmán, porque eso es prácticamente imposible. No solo porque escasean o simplemente no
existen templos, sino porque será mal visto e incluso prohibido a riesgo de su
vida. Por el contrario, en occidente proliferan las mezquitas y hasta los
derechos de los Imanes en algunas comunidades, junto a las enseñanzas del islamismo, al amparo de su sistema de
libertades y derechos.
A veces da la impresión de que existiera hasta miedo de
decir algo en contra o que pudiera ofender la susceptibilidad del islam. El
ejemplo más reciente, lo encontramos en
la visita a Roma y al Vaticano del jefe de estado iraní, en enero
pasado, para cuya visita fueron tapadas algunas obras de arte que contenían
desnudos e imágenes aparentemente
indecentes para el islamismo. Unas expresiones artísticas que forman parte de
la historia de la humanidad, pero que el estado italiano y la iglesia católica
se reprimen de mostrar, a representantes de otra fe.
¿Doble moral, hipocresía, miedo, falta de personalidad o
de convicción en sus propios valores y creencias? Si en algo el Islamismo supera a occidente es
en su firmeza a la hora de defender su
religión, dogmas y cultura; y es aquí
precisamente aquí donde radica su mayor fortaleza.
Mientras los líderes occidentales sigan enfrentando el
desafío islámico como un punto más dentro de la agenda internacional, de
naturaleza controlable, con daños colaterales, pero también grandes beneficios,
el problema del terrorismo musulmán no tendrá solución alguna y el anti
islamismo y los sentimientos ciudadanos contra todo lo que representa la
cultura musulmana, crecerán espontáneamente, a un ritmo imparable y peligroso
para la paz mundial.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
Miranda -
Venezuela
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