Recientemente el BCV
publicó las cifras de inflación del año 2015; esta se ubicó, en promedio, en
180,9%, el nivel más alto del que se tenga memoria en Venezuela y el más
elevado a escala mundial. No obstante, muchos aducen que la inflación que se
padece es substancialmente mayor. Eso se debe a que lo que más impacta a
cualquier ciudadano es el incremento de los precios de los productos más
básicos, como los alimentos, los cuales han experimentado aumentos mucho más
agudos.
Adicionalmente,
creemos que aquella inflación promedio reportada fue subestimada, ya que la
metodología para su cálculo fue modificada a través de la revisión de las
ponderaciones aplicadas a las distintas agrupaciones de productos y servicios,
posiblemente con la finalidad de reportar una inflación más baja. Expliquemos
esto.
Mensualmente el BCV y
el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) determinan el comportamiento a
escala nacional de los precios de múltiples bienes y servicios, agrupados en
trece bloques, tales como alimentos y bebidas no alcohólicas, vestido y
calzado, salud, etc. De esa forma se puede determinar cómo han variado los
precios de los distintos componentes que constituyen cada una de esas
agrupaciones, y se calcula un índice de precios para cada una de ellas. Así se
establece cuál ha sido el aumento que han experimentado los precios de los
componentes de cada bloque durante un período dado, como un mes o un año, y se
puede decir que, por ejemplo, en 2015 los precios de los componentes incluidos
en el grupo alimentos y bebidas no alcohólicas aumentaron 315%, en promedio,
mientras que los de la agrupación vestido y calzado se incrementaron 146,5%.
A los fines de
calcular cuál fue el aumento global de precios, se calcula un índice general
nacional como el promedio de los índices de las trece agrupaciones, y se pondera
o sopesa cada uno de ellos de acuerdo con la importancia que en el presupuesto
familiar tiene cada grupo. Obviamente, la agrupación que mayor importancia
tiene es la de alimentos y bebidas no alcohólicas, mientras que otras, como
equipamiento del hogar o comunicaciones, tienen pesos mucho más bajos. Esas
ponderaciones tradicionalmente se mantienen constantes a lo largo de varios
años, aun cuando se puede argumentar que con el paso del tiempo la importancia
de los distintos grupos en los patrones de consumo familiar puede variar, y
deben ajustarse, en consecuencia, las ponderaciones respectivas. Sin embargo,
lo que ha sido tradicional es que el BCV y el INE mantengan constantes las
ponderaciones por períodos prolongados, tal como fue el caso del lapso comprendido
entre 2008 y mediados de 2014. Aun cuando no se ha suministrado información
alguna, es obvio que las ponderaciones fueron modificadas a partir de la
segunda mitad de 2014, bajando el peso del rubro alimentos y bebidas no
alcohólicas. De haberse mantenido las ponderaciones sin modificación, en
Ecoanalítica hemos calculado que la inflación de 2014 habría sido 76% y no 68,5%, como se reportó, y la de 2015 habría
sido 240,5% y no 180,9%.
Incluso, si aceptamos
el criterio que justifica el ajuste de las ponderaciones a lo largo del tiempo,
los cálculos oficiales seguirían estando subestimados, pues en períodos de
recesión económica, como los que se han vivido en los últimos años, en los que
se reduce la capacidad de compra de la población y aumenta la pobreza, lo que
es lógico esperar es que aumente el peso de los grupos de productos básicos,
como los alimentos y las medicinas, en los presupuestos familiares, y se debe,
en consecuencia, aumentar la ponderación de estos rubros en el cálculo de la
inflación general. De ser ese el caso, la inflación de los dos últimos años
habría sido aún mayor que aquella calculada sobre la base de mantener
constantes las ponderaciones de las distintas agrupaciones que, como ya se
dijo, fue de 76% para 2014 y 240,5% para el año pasado.
Pedro Palma
palma.pa1@gmail.com
@palmapedroa
Caracas - Venezuela
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