El Estado brasileño es el más conservador de la región
sudamericana y ha defendido su patrimonio socio histórico con gran eficiencia
hasta la actualidad. Hoy actuando por intermedio del poder judicial, su brazo
legal, el Estado pone en jaque a Lula,
un dirigente político de gran popularidad, pero potencial enemigo de su integridad.
El original Estado brasileño aparece a principios del
siglo XIX cuando la crisis de las guerras napoleónicas en Europa
repercuten rompiendo el pacto colonial ibérico en América. En ese
momento, se producen salidas diferentes entre Hispanoamérica y Lusoamérica, mientras en la primera una
coyuntura revolucionaria termina en
independencia y después surge el periodo de formación de diferentes Estados
nacionales; en la segunda, Brasil se forma en 1822 como un Estado para mantener
la unidad de una nación de regiones
heterogéneas que heredaban un territorio colonial portugués común, situación
que continúa hasta el presente.
Para regentar el
ente supranacional se forma una elite de consenso de poder, única en todo el
continente americano, que empezó siendo una nobleza imperial y después de 1889
se redefine como republicana. Esta elite opta por la conciliación como
estrategia para mantener la unidad nacional evitando las rupturas traumáticas, y durante el proceso histórico
independiente nadie se atrevió a desafiar esta norma de convivencia. Pero, en
el año 2003 gana las elecciones Lula y
llega al centro del Estado por
primera vez un “out sider”, un sindicalista de extracción popular sin estudios
quien aprovecha la coyuntura creada por el debilitamiento del sistema
capitalista mundial, el ascenso económico de China y las favorables condiciones
políticas nacionales para emprender un vigoroso movimiento de cambio social,
conocido como el Lulismo.
Evidentemente, la elite estatal se puso en guardia desde
el primer momento pero prefirió coexistir hasta el año 2005 cuando estalla el
primer escándalo de corrupción llamado
el ‘Mensalao’ que Lula logra solventar
ganando mayor fuerza popular. No obstante, el Lulismo estuvo en el gobierno
pero no pudo conquistar el Estado.
En tal sentido, cuando Lula deja la presidencia, la
situación internacional cambia, las contradicciones nacionales aumentan y
estalla el segundo caso de corrupción en Petrobras. Entonces, la elite de poder estatal arremete nuevamente
a partir del 2013 contra Lula, quien
como máximo líder del Partido de los Trabajadores y símbolo del poder contestarío del actual
Estado se va debilitando lentamente y el
poder judicial lo va cercando con el propósito de acertarle el golpe mortal que
derrumbe todo el andamiaje de poder alcanzado por el Lulismo.
La situación se
encuentra en su momento climático, cuando se hacen públicos los errores de
actuación cometidos por Lula, pero ninguno mayor que su desconocimiento de los factores del poder
estatal. El desenlace del actual drama pude ser muy discutible, pero todos concuerdan en aceptar que será de
gran importancia para la región en un momento de discusión sobre el modelo de
desarrollo a seguir.
Alejandro Mendible
alejandromendibleucv1@gmail.com
mendiblealejandro@gmail.com
Caracas – Venezuela
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por
Jesús Enrique Matheus
Linares
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@UranioMomoy
Caracas - Venezuela
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