MALAS INVERSIONES
El venidero día 20 será la toma de posesión de Donald Trump. En las
democracias maduras y en algunas de las menos maduras (como la nuestra 1959/98)
tales eventos suelen revestir un carácter de celebración cívica dentro de un
ambiente de tranquilidad en el que la alternancia de partidos y personas es
algo normal, con las naturales expectativas por los cambios de estilo y
orientación que no suelen pasar a mayores. Tal clima ha dejado de ser lo
“normal” no solo en Venezuela, donde ya llevamos varios lustros acostumbrados
al enfrentamiento violento, la polarización que impide el reconocimiento del
otro y demás características que han enrarecido y deteriorado el clima de
convivencia requerido para que las sociedades convivan en paz. También en
Estados Unidos y últimamente en Francia, Holanda, Austria y otros países más
han aparecido señales preocupantes.
Sin embargo, ocurre que no solo en nuestro patio se ha impuesto el
sectarismo sino que en aquellas latitudes donde la “civilización” dice ser la
regla ahora resulta que ellos también han entrado en la espiral descendente.
Como primer ejemplo sobresale la asunción de mando por Mr. Trump que se viene
desenvolviendo en un ambiente que –creemos– nunca antes se había escenificado
en el “imperio”. Cierto es que algunos mandatarios entrantes no se las llevaban
bien con sus antecesores (Truman/Eisenhower o Nixon/Ford), pero nunca el clima
de la campaña ni previo a la toma de posesión había tenido la aspereza que hoy
se aprecia en Estados Unidos donde la gentileza y don de gentes de Barack Obama
y su familia contrastan con la embestida soez, grosera y desconsiderada de
quien ha hecho del “bullying” político su marca registrada.
En estos días previos a la ceremonia de investidura apreciamos con
desagrado las palabras altisonantes que defeca quien va a instalarse en la Casa
Blanca, somos testigos de insultos, muestras de misoginia e intolerancia,
descalificación soez de figuras que osan emitir opiniones diferentes (Meryl
Streep, etc.) artistas de renombre que se han negado a ser contratados para las
festividades (Elton John, Madonna, las Rockettes del Radio City) y pare usted
de contar.
Observamos con asombro cómo un ciudadano billonario que gana la
Presidencia del país más poderoso del mundo rehúsa divorciarse de sus
importantísimos negocios de escala mundial accediendo tan solo a colocarlos en
un fideicomiso a ser manejado por sus hijos. Si acaso tal arreglo satisface lo
meramente legal –lo cual muchos dudan– es evidente que no cumple con los
estándares éticos que el cargo y la cultura política norteamericana exigen.
El Congreso recién instalado –con mayoría republicana en ambas cámaras–
ya ha iniciado los trámites formales para ver si logra derogar o limitar el
seguro de salud conocido como Obamacare que ampara a más de 30 millones de
norteamericanos y que ha sido uno de los mayores logros de humanización del
sistema de salud del país. Tal derogatoria fue una de las ofertas electorales
de Trump sí, pero junto con el muro prometido en la frontera con México y la
amenaza de deportación de quienes llegaron a Estados Unidos ilegalmente como
niños traídos por sus padres, más las amenazas de aislamiento, guerra tarifaria
y demás medidas que están en el tapete contribuyen a la existencia de un
ambiente con tal grado de polarización que no augura un futuro en el cual
Estados Unidos cumpla no solo con su papel de ejemplo de democracia y bienestar
en lo interno sino de faro para guiar a otras naciones.
Un hijo nuestro, afincado en el “imperio” como uno de los cientos de
miles de emigrados, afirma con negro humor que el libreto que se presenta se
parece mucho al de Venezuela pero en inglés. “Mutatis mutandi” no le falta algo
de razón.
Dentro de ese cuadro, que por los momentos apenas perfila lo que pudiera
venir, no parece que Washington vaya a preocuparse mucho por la crisis
venezolana ni por el “diálogo”, ni que esté dispuesto a desempeñar el papel
moderador que una gran democracia pudiera irradiar en el continente. Así pues,
general Padrino, puede usted guardar sus tanques y su “poderosa flota” para
ahorrar los churupos, ya que nadie va a venir a poner en entredicho la
soberanía de la patria como a usted le gusta anunciar a cada rato. Tampoco hace
falta en estas difíciles circunstancias comprar más armas a Rusia cuando no hay
divisas ni para importar comida para el pueblo al que se dice defender. De
paso, pudiera también pedirles a los cubanos que se vayan.
Adolfo P. Salgueiro
apsalgueiro1@gmail.com
@apsalgueiro1
Internacionalista
Miranda - Venezuela
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