martes, 17 de enero de 2017

EGILDO LUJÁN NAVA, CAMARÓN QUE SE DUERME, SE …

FORMATO DEL FUTURO…

"Un  hombre con Dios siempre tiene la mayoría",  Jhon Knox, 1505-1572  
                                                                                                                             
Teóricamente, la Venezuela de trabajo ya se reactivó. Pero lo hizo parcialmente. Aún hay una parte importante que se prepara para hacerlo. 0 para seguir desactivada. Entre los componentes de este último grupo, desde luego, están centenares de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas por no estar en condiciones de producir o sin nada para vender.  Es decir, agentes económicos productores de bienes y servicios, distribuidores o comercializadores, contribuyentes activos desde hace décadas y que identifican en el 2017 la presencia del día fatídico del cierre, o el de dar marcha atrás.

Los centenares de miles de modestos trabajadores unipersonales que conforman la fuerza laboral de la informalidad, por su parte, no han dejado de estar en “su” sitio de brega. Ellos están claros en que viene  otra bandada de venezolanos en procura de lugares públicos para sobrevivir, ante el anuncio de la desaparición de puestos de trabajo formales, y hay que impedir el desplazamiento.

La puja por el puesto de “trabajo” en las aceras, es verdad, la determina la capacidad del favorecido para pagar la “vacuna” al agente uniformado  -o a los muchos- que se permiten “disciplinar” el comercio callejero. Sin embargo, en Venezuela, en donde las autoridades correspondientes se ufanan al afirmar que la tasa de desempleo nacional está porcentualmente por debajo del 7%, el problema no es de estadísticas;  es el de saber estar “conectado” con el que administra poder y lo ejerce con base en la multiplicidad de códigos que han sido organizados en el submundo de la corrupción.

Más vale ubicar a un “pana conectado” que sepa cómo y a quién pagar “vacuna” para poder “chambear” en el medio urbano, antes que tener que migrar. Porque la migración venezolana, que en sus primeras oleadas se llevó a centenares de miles de profesionales y de talentosos muchachos recién graduados en múltiples profesiones, ahora está arrastrando a verdaderos contingentes masivos de padres y madres de familia dispuestos a conseguir el pan para los suyos fuera de su propia tierra. Y es a este grupo al que ahora le están restringiendo su acceso, bien en Colombia, en Brasil, Trinidad y Tobago, Aruba, Bonaire o Curazao. Y la razón, según las autoridades locales, es que esos visitantes por posible tiempo indefinido no son tan productivos, como sí una carga social para los estados de los distintos países, ya limitados para atender a los suyos.

Lo que sí es cierto, es que esta otra Venezuela, la que no pareciera quitarle el sueño a ningún alto, mediano o improductivo burócrata criollo, de lo que realmente  se está ocupando  en el espesor de esta jungla de dificultades, es de no tener que ser parte de los obligados a reeditar  lo vivido a finales del 2016.

Los que vivieron tales días navideños entre desquicios monetarios, el tsunami inflacionario y la arremetida incontrolable de la delincuencia organizada o espontánea, insisten en decir que prefieren no estar en el país  para finales del 2017.

Para ellos, los días navideños en Venezuela siempre fueron motivo de alegría, de abrazos, de unión familiar y de gratos encuentros con amigos. Los del año pasado, sin embargo, fueron  días de tristeza, de carencias, inclusive de imposibilidad de atender a los niños de la casa, con el tradicional  cumplimiento del regalo del  "Niño Jesús" por lo caro y escaso de los juguetes. Hasta los adultos debieron acordar la ausencia de regalos que impusieran reciprocidades familiares.

Más que Navidad y Noche Vieja de Fin de Año, entre los habituales -y siempre peligrosos-fuegos artificiales que les daban gran colorido a las horas nocturnas del 24 y del 31 de diciembre, en esta ocasión todo se circunscribió al duro escándalo del silencio, de las penumbras por las deficiencias del servicio eléctrico, y  la tristeza de una ciudadanía que sigue acumulando rechazo, cuestionamiento y menosprecio por aquellos a quienes identifica como los responsables de lo que le sucede.

Sin embargo, pocos venezolanos ausentes del poder  se privaron de no compartir abrazos efusivos. Sólo que en esta ocasión, en adición al rechazo, al cuestionamiento y al menosprecio, el gesto pasó a convertirse en el encuentro corporal a favor de la solidaridad venezolana de estímulo y de aliento. Fue la respuesta a la obligación de no comprometer la necesidad de sólidas esperanzas de que aun cuando 2017 pudiera ser de mayores y exigentes retos que en el 2016, expresa también un valioso número de días  útiles para restárselo a la cantidad de la permanencia de quienes insisten en seguir conculcando libertades individuales y derechos familiares.

Disfrutar de libertades individuales y derechos familiares, por cierto,  implica calificar de seriamente deprimente  que el mismo 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, el propio  Presidente de la República, y desde el Campo de Carabobo, se hubiera ocupado de informarle a la ciudadanía sobre la estructuración de una red nacional de información y de espionaje ciudadano, al mismo estilo del instaurado en Cuba  por el régimen Castrista.

Es decir, en el medio del impacto emocional colectivo que vivían ese día millones de ciudadanos por la carencia de bienes y la obvia intención gubernamental de exterminar un componente cultural de fuerza y peso en una sociedad mayoritariamente cristiana, el elemento sustitutivo era la activación de otra expresión de supuesta fuerza gubernamental en su relación con la ciudadanía y su sometimiento.

Pueblo contra pueblo al servicio de un Estado que no titubea en la perversión individual, desde el mismo momento que decide convertir a hombres y mujeres en espías y colaboradores en propósitos contra sus propios familiares y vecinos.

Venezolano contra venezolano en un ambiente de terror y sin la activación de los fusilamientos referenciales cubanos, es verdad, pero cuyo pedante y ostentoso anuncio se produce en las postrimerías del año cuando Venezuela desplaza a El Salvador del primer lugar, como el país con el mayor número de muertes violentas en el mundo. ¿0 es que acaso 28.400 asesinatos al año no cuentan y tampoco importan a quienes, en una abundancia de expresiones a favor de la paz, instan a prepararse para vivir entre el miedo y la violencia?.

Sin duda alguna, 2017 es un año que promete. Y no precisamente tranquilidad, armonía, paz y entendimiento entre los venezolanos. Pero es precisamente a los venezolanos a quienes les corresponde aceptar la existencia de dicha realidad, entenderla y convertirla en causa capaz de nuclear actitudes de mayor fuerza a favor de la Democracia, de la vida y de la convivencia  en un ambiente de auténtica libertad.

Ante este exigente y complicado panorama, a los ciudadanos democráticos, hoy en clara mayoría por más del 80% de la población, no les queda otra alternativa que lograr una verdadera unión ciudadana. Y apuntalar y respaldar las instituciones y organizaciones capaces de hacer posible dicha unidad: la Asamblea Nacional, los Partidos Políticos que están dentro y fuera de la Mesa de la Unidad Democrática, la Academia, los Gremios sociales y organizaciones civiles entre otros, incluyendo, desde luego, a la representación empresarial formal y sindical. Hasta concluir con la formalización de un Acuerdo Nacional basado en una propuesta de reinstitucionalización y de verdadera transformación económica y social del país, a cargo en este caso  de las expresiones llamadas a asumir la representación ciudadana y la organización gubernamental, los partidos políticos.

En consenso, se tendría que estructurar un equipo liderado por un ciudadano que tenga el menor rechazo público como expresión idónea, preferiblemente con formación y experiencia gerencial, y el necesario respaldo de las manifestaciones organizadas del hoy llamado oficialismo y de la oposición. ¿0bjetivo?: hacer posible el funcionamiento de un verdadero Gabinete -o equipo de trabajo-  multidisciplinario y de auténticos especialistas, y con el reto de garantizarle al país, en un lapso no mayor de doce meses, la estabilización imprescindible para que  se constituya una Asamblea Nacional Constituyente.

Ese proceso, desde luego, tendría que gozar del respaldo y colaboración irrestricta de la institucionalidad militar, ya que de lo que se trata es de  que ese poder constituido pueda garantizarle a Venezuela la concreción de condiciones para que, en un período no mayor de un segundo año, haya un evento electoral en el que sean los ciudadanos -el soberano-  los que elijan las nuevas autoridades encargadas de hacer posible la hoy necesaria recuperación de la nación.

Sin duda alguna, llegar hasta allí implica la necesidad de disponer de  una expresión electoral ajustada a derecho, y capaz de garantizar transparencia, seriedad y compromiso jurídico y moral con dicha misión. En otras palabras, otro Consejo Nacional Electoral que garantice la celebración de elecciones verdaderamente limpias y justas.  Una institución que sea capaz de hacer posible un proceso electoral sin violencia, en paz, y consciente de que de su responsable desempeño depende la posibilidad de una transición transformadora del país.

El futuro de Venezuela y de sus habitantes no puede seguir supeditado o condicionado por el sometimiento a la fuerza del Plan de la Patria, ni de un escarceo interminable con las expresiones opositoras. Ya no queda tiempo para diatribas, insultos, odios y acusaciones. Es indispensable pasar la página,  construir entendimiento y soluciones. Los venezolanos tienen legítimo derecho a decidir su destino por la vía del sufragio. Asimismo, y sin hablar de perdón -porque eso  implica admitir anticipadamente culpabilidades en algo- también las partes  se tienen que dar una amnistía con garantía de cumplimiento.

Nadie puede negociar o convenir acuerdos con un cuchillo en la garganta. Que se cometieron errores, sí, es verdad. Pero el país está ante una situación -y condiciones- donde, sin desconocer  que hay  responsables de múltiples errores de parte y parte, urgen respuestas .  Aquellos que tengan problemas personales pendientes con la justicia, que se sometan a la misma y que se les garantice el derecho de defenderse ante una ley totalmente justa e imparcial.

Si no hay entendimiento, acuerdos y la materialización de una salida, eso implica continuar por la vía actual, en la que lo predominante es el control del poder. Y si ese es el camino obligado, nada ni nadie salvará a Venezuela  de ir derecho a la ruina y  a un caos social de violencia, hambre y muerte.  Eso es incursionar en otro terreno, del que Venezuela no ha estado ausente después de su transición post-independentista. A ese terreno, dice la historia, se sabe cuándo se entra, pero no cuándo se puede salir, ni a qué costo.

¿ Es definitivamente necesario someter a la ciudadanía a vivir en un ambiente de mayor destrucción a la que ya está viviendo?. Seguramente, nadie avala ni respalda esa posibilidad. Entonces, no hay que prestarse pasivamente a compartir el sueño del camarón. El de la indiferencia. El de no me importa. El de la ausencia absoluta de la obligación de no aceptar la sumisión. Tampoco el de ser complaciente ni cómplice de una situación que sí es superable, pero que implica aceptar retos y asumir riesgos. Después de todo,se trata de evitar que la  Casa Grande,el país, sea devorada por  el incendio siempre voraz del odio.

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela

Eviado por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314


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