FORMATO DEL FUTURO…
"Un hombre con Dios siempre tiene la mayoría", Jhon Knox, 1505-1572
Teóricamente, la Venezuela de trabajo ya se reactivó. Pero lo hizo
parcialmente. Aún hay una parte importante que se prepara para hacerlo. 0 para
seguir desactivada. Entre los componentes de este último grupo, desde luego,
están centenares de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas por no estar
en condiciones de producir o sin nada para vender. Es decir, agentes económicos productores de
bienes y servicios, distribuidores o comercializadores, contribuyentes activos
desde hace décadas y que identifican en el 2017 la presencia del día fatídico
del cierre, o el de dar marcha atrás.
Los centenares de miles de modestos trabajadores unipersonales que conforman
la fuerza laboral de la informalidad, por su parte, no han dejado de estar en
“su” sitio de brega. Ellos están claros en que viene otra bandada de venezolanos en procura de
lugares públicos para sobrevivir, ante el anuncio de la desaparición de puestos
de trabajo formales, y hay que impedir el desplazamiento.
La puja por el puesto de “trabajo” en las aceras, es verdad, la
determina la capacidad del favorecido para pagar la “vacuna” al agente
uniformado -o a los muchos- que se
permiten “disciplinar” el comercio callejero. Sin embargo, en Venezuela, en
donde las autoridades correspondientes se ufanan al afirmar que la tasa de
desempleo nacional está porcentualmente por debajo del 7%, el problema no es de
estadísticas; es el de saber estar
“conectado” con el que administra poder y lo ejerce con base en la multiplicidad
de códigos que han sido organizados en el submundo de la corrupción.
Más vale ubicar a un “pana conectado” que sepa cómo y a quién pagar
“vacuna” para poder “chambear” en el medio urbano, antes que tener que migrar.
Porque la migración venezolana, que en sus primeras oleadas se llevó a
centenares de miles de profesionales y de talentosos muchachos recién graduados
en múltiples profesiones, ahora está arrastrando a verdaderos contingentes
masivos de padres y madres de familia dispuestos a conseguir el pan para los
suyos fuera de su propia tierra. Y es a este grupo al que ahora le están
restringiendo su acceso, bien en Colombia, en Brasil, Trinidad y Tobago, Aruba,
Bonaire o Curazao. Y la razón, según las autoridades locales, es que esos
visitantes por posible tiempo indefinido no son tan productivos, como sí una
carga social para los estados de los distintos países, ya limitados para
atender a los suyos.
Lo que sí es cierto, es que esta otra Venezuela, la que no pareciera
quitarle el sueño a ningún alto, mediano o improductivo burócrata criollo, de
lo que realmente se está ocupando en el espesor de esta jungla de dificultades,
es de no tener que ser parte de los obligados a reeditar lo vivido a finales del 2016.
Los que vivieron tales días navideños entre desquicios monetarios, el
tsunami inflacionario y la arremetida incontrolable de la delincuencia
organizada o espontánea, insisten en decir que prefieren no estar en el
país para finales del 2017.
Para ellos, los días navideños en Venezuela siempre fueron motivo de
alegría, de abrazos, de unión familiar y de gratos encuentros con amigos. Los
del año pasado, sin embargo, fueron días
de tristeza, de carencias, inclusive de imposibilidad de atender a los niños de
la casa, con el tradicional cumplimiento
del regalo del "Niño Jesús"
por lo caro y escaso de los juguetes. Hasta los adultos debieron acordar la
ausencia de regalos que impusieran reciprocidades familiares.
Más que Navidad y Noche Vieja de Fin de Año, entre los habituales -y
siempre peligrosos-fuegos artificiales que les daban gran colorido a las horas
nocturnas del 24 y del 31 de diciembre, en esta ocasión todo se circunscribió
al duro escándalo del silencio, de las penumbras por las deficiencias del
servicio eléctrico, y la tristeza de una
ciudadanía que sigue acumulando rechazo, cuestionamiento y menosprecio por
aquellos a quienes identifica como los responsables de lo que le sucede.
Sin embargo, pocos venezolanos ausentes del poder se privaron de no compartir abrazos efusivos.
Sólo que en esta ocasión, en adición al rechazo, al cuestionamiento y al
menosprecio, el gesto pasó a convertirse en el encuentro corporal a favor de la
solidaridad venezolana de estímulo y de aliento. Fue la respuesta a la
obligación de no comprometer la necesidad de sólidas esperanzas de que aun
cuando 2017 pudiera ser de mayores y exigentes retos que en el 2016, expresa
también un valioso número de días útiles
para restárselo a la cantidad de la permanencia de quienes insisten en seguir
conculcando libertades individuales y derechos familiares.
Disfrutar de libertades individuales y derechos familiares, por
cierto, implica calificar de seriamente
deprimente que el mismo 28 de diciembre,
Día de los Santos Inocentes, el propio
Presidente de la República, y desde el Campo de Carabobo, se hubiera
ocupado de informarle a la ciudadanía sobre la estructuración de una red
nacional de información y de espionaje ciudadano, al mismo estilo del
instaurado en Cuba por el régimen Castrista.
Es decir, en el medio del impacto emocional colectivo que vivían ese día
millones de ciudadanos por la carencia de bienes y la obvia intención
gubernamental de exterminar un componente cultural de fuerza y peso en una
sociedad mayoritariamente cristiana, el elemento sustitutivo era la activación
de otra expresión de supuesta fuerza gubernamental en su relación con la
ciudadanía y su sometimiento.
Pueblo contra pueblo al servicio de un Estado que no titubea en la
perversión individual, desde el mismo momento que decide convertir a hombres y
mujeres en espías y colaboradores en propósitos contra sus propios familiares y
vecinos.
Venezolano contra venezolano en un ambiente de terror y sin la
activación de los fusilamientos referenciales cubanos, es verdad, pero cuyo
pedante y ostentoso anuncio se produce en las postrimerías del año cuando
Venezuela desplaza a El Salvador del primer lugar, como el país con el mayor
número de muertes violentas en el mundo. ¿0 es que acaso 28.400 asesinatos al
año no cuentan y tampoco importan a quienes, en una abundancia de expresiones a
favor de la paz, instan a prepararse para vivir entre el miedo y la violencia?.
Sin duda alguna, 2017 es un año que promete. Y no precisamente
tranquilidad, armonía, paz y entendimiento entre los venezolanos. Pero es precisamente
a los venezolanos a quienes les corresponde aceptar la existencia de dicha
realidad, entenderla y convertirla en causa capaz de nuclear actitudes de mayor
fuerza a favor de la Democracia, de la vida y de la convivencia en un ambiente de auténtica libertad.
Ante este exigente y complicado panorama, a los ciudadanos democráticos,
hoy en clara mayoría por más del 80% de la población, no les queda otra
alternativa que lograr una verdadera unión ciudadana. Y apuntalar y respaldar
las instituciones y organizaciones capaces de hacer posible dicha unidad: la
Asamblea Nacional, los Partidos Políticos que están dentro y fuera de la Mesa
de la Unidad Democrática, la Academia, los Gremios sociales y organizaciones
civiles entre otros, incluyendo, desde luego, a la representación empresarial
formal y sindical. Hasta concluir con la formalización de un Acuerdo Nacional
basado en una propuesta de reinstitucionalización y de verdadera transformación
económica y social del país, a cargo en este caso de las expresiones llamadas a asumir la
representación ciudadana y la organización gubernamental, los partidos
políticos.
En consenso, se tendría que estructurar un equipo liderado por un
ciudadano que tenga el menor rechazo público como expresión idónea,
preferiblemente con formación y experiencia gerencial, y el necesario respaldo
de las manifestaciones organizadas del hoy llamado oficialismo y de la
oposición. ¿0bjetivo?: hacer posible el funcionamiento de un verdadero Gabinete
-o equipo de trabajo- multidisciplinario
y de auténticos especialistas, y con el reto de garantizarle al país, en un
lapso no mayor de doce meses, la estabilización imprescindible para que se constituya una Asamblea Nacional
Constituyente.
Ese proceso, desde luego, tendría que gozar del respaldo y colaboración
irrestricta de la institucionalidad militar, ya que de lo que se trata es
de que ese poder constituido pueda
garantizarle a Venezuela la concreción de condiciones para que, en un período
no mayor de un segundo año, haya un evento electoral en el que sean los
ciudadanos -el soberano- los que elijan
las nuevas autoridades encargadas de hacer posible la hoy necesaria
recuperación de la nación.
Sin duda alguna, llegar hasta allí implica la necesidad de disponer
de una expresión electoral ajustada a
derecho, y capaz de garantizar transparencia, seriedad y compromiso jurídico y
moral con dicha misión. En otras palabras, otro Consejo Nacional Electoral que
garantice la celebración de elecciones verdaderamente limpias y justas. Una institución que sea capaz de hacer
posible un proceso electoral sin violencia, en paz, y consciente de que de su
responsable desempeño depende la posibilidad de una transición transformadora
del país.
El futuro de Venezuela y de sus habitantes no puede seguir supeditado o
condicionado por el sometimiento a la fuerza del Plan de la Patria, ni de un
escarceo interminable con las expresiones opositoras. Ya no queda tiempo para
diatribas, insultos, odios y acusaciones. Es indispensable pasar la
página, construir entendimiento y
soluciones. Los venezolanos tienen legítimo derecho a decidir su destino por la
vía del sufragio. Asimismo, y sin hablar de perdón -porque eso implica admitir anticipadamente
culpabilidades en algo- también las partes
se tienen que dar una amnistía con garantía de cumplimiento.
Nadie puede negociar o convenir acuerdos con un cuchillo en la garganta.
Que se cometieron errores, sí, es verdad. Pero el país está ante una situación
-y condiciones- donde, sin desconocer
que hay responsables de múltiples
errores de parte y parte, urgen respuestas .
Aquellos que tengan problemas personales pendientes con la justicia, que
se sometan a la misma y que se les garantice el derecho de defenderse ante una
ley totalmente justa e imparcial.
Si no hay entendimiento, acuerdos y la materialización de una salida,
eso implica continuar por la vía actual, en la que lo predominante es el
control del poder. Y si ese es el camino obligado, nada ni nadie salvará a Venezuela de ir derecho a la ruina y a un caos social de violencia, hambre y
muerte. Eso es incursionar en otro
terreno, del que Venezuela no ha estado ausente después de su transición
post-independentista. A ese terreno, dice la historia, se sabe cuándo se entra,
pero no cuándo se puede salir, ni a qué costo.
¿ Es definitivamente necesario someter a la ciudadanía a vivir en un
ambiente de mayor destrucción a la que ya está viviendo?. Seguramente, nadie
avala ni respalda esa posibilidad. Entonces, no hay que prestarse pasivamente a
compartir el sueño del camarón. El de la indiferencia. El de no me importa. El
de la ausencia absoluta de la obligación de no aceptar la sumisión. Tampoco el
de ser complaciente ni cómplice de una situación que sí es superable, pero que
implica aceptar retos y asumir riesgos. Después de todo,se trata de evitar que
la Casa Grande,el país, sea devorada
por el incendio siempre voraz del odio.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314
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