BITÁCORA
INTERNACIONAL
Obama se alineo con el Foro de San Pablo al darle un segundo aire a los
Castro y apoyar la incorporación de las FARC a la política, para ello impuso la
tesis de no desestabilizar al régimen venezolano. Con Trump esto ha cambiado
radicalmente.
Para muchos venezolanos y latinoamericanos el triunfo de Trump es no
solo incomprensible sino deleznable. Hubieran preferido que la exsecretaria de
Estado de Obama, Hillary Clinton, estuviera en la Casa Blanca. Es que la
prepotencia del personaje que además estigmatiza y responsabiliza a los
migrantes, en particular a los mexicanos, de los males de ese país lo hace antipático e incluso odiado.
Pero en materia internacional las cosas para Venezuela parecen haber
cambiado. Luego de la política de G. W. Bush de ignorar políticamente la región
-y digo políticamente pues en lo económico desarrolló varios Tratados de Libre Comercio-,
Obama optó por una política que acercamiento. De ella resaltan dos pilares: la metamorfosis de la lucha contra
el narcotráfico -el “Plan Colombia”- hacia la legalización de las FARC y el cambio de la tradicional política hacia
Cuba de aislamiento hacia una de “engagement”.
Lo trágico de estas dos políticas es que se alinean con las del Foro de
San Pablo. La primera por aquello de llegar al poder por vías democráticas y,
la segunda, la vuelta de Cuba a la región transformada para darle un segundo
aire a la revolución a través de la apertura de Raúl. Pero, esas “razonables”
políticas afectaron la transición de Venezuela hacia la democracia. Para
impulsarlas Obama decidió evitar desestabilizar al régimen de Caracas hasta que
esos objetivos se consiguieran o hubieran avanzado lo suficiente. Se desarrolló
un “entente”. Obama desarrollaba una política de apaciguamiento hacia el
régimen, ambos apoyaban la paz en Colombia y la economía en Cuba. Claro con sus
encontronazos periódicos. Por eso solo apoyaron nuestras luchas tímidamente.
Recordemos lo que costó para que Obama sancionara a los violadores de
derechos humanos (DD.HH.) de 2014. O más claro cuando en octubre pasado el
régimen mató el Revocatorio (RR) y se planteó el diálogo como salida a la crisis.
La mayoría de la oposición presionaba para salir a las calles a exigir el RR,
pero entonces apareció Tomas Shannon, del Departamento de Estado, quien
arrastró al Vaticano a apaciguar los ánimos e incluso como dijo el exembajador
de EE.UU. ante la OEA, Roger Noriega, ejerciendo “bulling” a los renuentes.
Esto ha cambiado. Trump no está interesado en facilitar la “apertura” de
Cuba sino devuelve los DD.HH. y las libertades fundamentales a su pueblo. Y lo
de las FARC se resolvió para Colombia, pero hizo metástasis en Venezuela en
términos de narcotráfico, lo que le preocupa a EE.UU. Ya Trump ha marcado una
línea dura para Venezuela, pero aquí a muchos no les gusta y no se atreven a
retratarse con él.
Algunos piensan que la administración Trump no podrá liderar un
movimiento en el continente en apoyo de Venezuela por el trato que le está
dando a México, pues se revive en la región el “antiyanquismo”. Pero ya sabemos
que en Suramérica los gobiernos con los
que ya ha hablado Trump sí lo apoyarían.
A los demás hay que decirles que no apoyar decididamente la vuelta a la
democracia en Venezuela por las relaciones EE.UU.-México sería condenarnos por
el pecado de otros. Y que ya pagamos muy duro por la paz de Colombia y la
“apertura” castrista.
Alfredo Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena
Internacionalista
Canada
Caracas - Venezuela
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