RASGOS DEFINITORIOS
Hay que admitir que el populismo suele estar a la derecha y a la
izquierda. The Economist la gran revista británica, describe magistralmente la
confusión. El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, que ha liquidado a
cientos de vendedores de drogas, es populista. Pero también lo es, y en grado
sumo, el boliviano Evo (Ego) Morales, cocalero inveterado que ha multiplicado
por cuatro las tierras dedicadas a ese cultivo.
El populismo son creencias y conductas que hermanan a figuras
erróneamente situadas en bandos opuestos. Fidel Castro, comunista hasta el
último minuto de su vida, y Juan Domingo Perón, cuasi fascista formado en la
Italia de Mussolini, en donde fue attaché militar del gobierno argentino, eran
primos hermanos ideológicos y se profesaban una mutua admiración.
El profesor de Princeton Jan-Werner Müller, en su breve libro What is
populism, publicado en el 2016 por la University of Pennsylvania Press de
Filadelfia, se acerca al tema acertadamente. De sus páginas extraigo once
categorías que distinguen a cualquier sociedad populista, pero hago la
aclaración de que no todos estos rasgos deben estar presentes para calificar de
esa manera a un gobierno.
Incluso, se puede ser un demócrata, como fueron el argentino Raúl
Alfonsín o el primer Alan García (o el primer Carlos Andrés Pérez), y presentar
características populistas. En todo caso, esos datos aislados no son
suficientes para calificar a un gobierno de populista. Es necesario que
coincidan seis o siete síntomas de los más graves para determinar que se trata
de un régimen de esa naturaleza.
Estos son los once rasgos definitorios:
1. Antielitismo: se culpa a la
élite política, económica, o simplemente urbana, de colocarse de espaldas a las
necesidades del pueblo. En Camboya llegaron a ejecutar maestros por saber leer
y escribir. En China, durante la Revolución Cultural de Mao, apresaron a
personas por llevar lentes. En Cuba hubo épocas, especialmente en los años
sesenta, en que el uso de corbatas equivalía a identificarse con la burguesía
explotadora.
2. El exclusivismo: sólo
“nosotros” (quienes detentan el poder) somos los auténticos representante del
pueblo. Los “otros” son los enemigos del pueblo. Los “otros”, por lo tanto, son
unos seres marginales a los que se puede y se debe castigar.
3. El caudillismo: se cultiva
el aprecio por un líder que es el gran intérprete de la voluntad popular.
Alguien que trasciende y supera a las instituciones, y cuya palabra se
convierte en el dogma sagrado de la patria (Hitler, Mussolini, Perón, Fidel
Castro, Juan Velasco Alvarado, Hugo Chávez).
4. El adanismo: (por Adán) la
historia comienza con ellos. El pasado es una sucesión de fracasos,
desencuentros y puras traiciones. La historia de la patria se inicia con el
movimiento populista que ha llegado al poder para reivindicar a los pobres y desposeídos
tras siglos de gobiernos entreguistas, unas veces vendidos a la burguesía local
y otras a los imperialistas extranjeros.
5. El nacionalismo: una
nefasta creencia en la propia superioridad que conduce al proteccionismo o a
dos reacciones aparentemente contrarias. El aislacionismo para no mezclarnos y
contaminarnos con los diferentes, o el intervencionismo para esparcir nuestro
“magnífico” modo de organizarnos, lo que da lugar a sangrientas aventuras.
6. El estatismo: o la acción
planificada del Estado, y nunca el crecimiento espontáneo y libre de la
sociedad y sus emprendedores, lo que supuestamente colmará las necesidades del
pueblo amado, necesariamente pasivo.
7. El clientelismo: concebido
para generar millones de estómagos agradecidos que le deben todo al gobernante
que les da de comer y acaban por constituir su base de apoyo.
8. La centralización de todos
los poderes. El caudillo o la cúpula dominante controla el sistema judicial y
el legislativo. La separación de poderes y el llamado check and balances son
ignorados.
9. El control y manipulación
de los agentes económicos, comenzando por el banco nacional o de emisión, que
se vuelve una máquina de imprimir billetes al enloquecido dictado del
Ejecutivo.
10. El doble lenguaje. La
semántica se transforma en un campo de batalla y las palabras adquieren una
significación diferente. “Libertad” se convierte en obediencia, “lealtad” en
sumisión. Patria, nación y caudillo se confunden en el mismo vocablo y se
denomina “traición” cualquier discrepancia.
11. La desaparición de cualquier
vestigio de cordialidad cívica asociado a la tolerancia y la diversidad. Se
utiliza un lenguaje de odio que preludia la agresión. El enemigo es siempre un
gusano, un vende-patria, una persona entregada a los peores intereses.
Ahora le toca a usted, lector, discernir si el gobierno de su país es a)
perdidamente populista, b) moderadamente populista, c) nada o casi nada
populista. Vale le pena hacer ese ejercicio.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la Internacional Liberal
Estados Unidos
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