¿DEPAUPERAR A PROPÓSITO?
El evangelista Mateo pone en boca de Jesús esas palabras que expresan
con claridad que las acciones deben evaluarse por los resultados.
Resulta
increíble cómo en tan poco tiempo las políticas erróneas y la tozudez en
mantenerlas han convertido al país más próspero de América en el país más
miserable. Después de casi 20 años de una supuesta revolución que iba a gestar
una sociedad próspera e igualitaria, y
acabaría con los vicios del pasado, Venezuela ostenta tres récords vergonzosos
que demuestran el terrible fracaso de dicha revolución:
Somos el país con mayor
inflación en el mundo, inflación que aniquila los repetidos aumentos de sueldos
y ha disuelto los ahorros y los beneficios sociales.
Somos el país más violento
donde la delincuencia campea soberana y nos ha robado las calles, los parques,
las playas, las escuelas, los hospitales y hasta las iglesias, lo que evidencia
la gravísima descomposición social y el imperio de la inmoralidad y de la
impunidad.
En el año pasado más de
28.000 venezolanos fueron asesinados,
cifra muy superior a la de países que están en guerra o que han sufridos grandes terremotos
o tragedias naturales.
La inseguridad,
el hambre y la falta de oportunidades ha forzado a millones de venezolanos a
abandonar el país para probar suerte en
otros lugares porque aquí no ven futuro.
El tercer récord de la ignominia es el
de la corrupción que ha robado miles de millones de dólares y ha ocasionado una
nueva boliburguesía que exhibe sin vergüenza sus riquezas.
A mí me resulta de
un cinismo hiriente escuchar los fervientes llamados de amor al pueblo de
personas que viven por completo de espaldas a su realidad y que disfrutan de
todos los beneficios que les permite el acceso al poder. Ellos ignoran por completo el
sufrimiento de las colas o el dolor de no tener qué darles de comer a los
hijos, ni sufren por la escasez de medicinas o repuestos… Su ropa, zapatos y
bolsos, sus relojes, el avión y vehículos
en que viajan con todo un séquito de guardaespaldas, guardianes, anillos de seguridad, acompañantes; la posibilidad
de ir cuando quieran a cualquier rincón del mundo y hospedarse en los lugares
más exclusivos pues para ellos sí hay abundantes dólares baratos,… demuestran
la mentira de sus declaraciones de amor al pueblo y evidencian que no les importan sus
sufrimientos, sino seguir disfrutando del poder y de sus beneficios.
Pero tal vez el mayor fracaso de
esta revolución es en la economía y en la productividad ignorando que la soberanía de un país se sustenta en su
soberanía alimentaria.
¿Dónde quedaron
los fundos zamoranos, los gallineros verticales, los huertos hidropónicos, la
ruta de la empanada, las cooperativas productivas, el trueque?
¿Qué pasó con
las areperas socialistas, los
bicentenarios, los pedevales y mercales?
¿Cuáles son los resultados de las
empresas expropiadas o estatizadas?
¿En
verdad creen que la agricultura urbana,
los huertos escolares o los materos con siembras de pimentón o tomates
en los edificios, van a resolver los
problemas de la escasez y el hambre?
Parecen ignorar que el paso del rentismo a
la productividad supone sobre todo un
cambio cultural que debe privilegiar y cultivar valores como el esfuerzo, la
responsabilidad, el trabajo, la honestidad,
la puntualidad, el riesgo, la eficiencia, y la capacitación.
A mi modo de ver, en la raíz de muchos de
los problemas que sufrimos está el que
han puesto al frente a personas que
carecen de los conocimientos y la experticia necesarias para impulsar la productividad.
¿Por qué no ponen al frente de los motores, que pareciera que no terminan de
arrancar, a personas que han sido
exitosas en impulsar la productividad y
saben de eso?
Antonio Perez Esclarin
pesclarin@gmail.com
@pesclarin
Zulia - Venezuela
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