martes, 14 de marzo de 2017

EGILDO LUJÁN NAVA, ¿CARRETERAS O GUILLOTINAS?

FORMATO DEL FUTURO…

El país no es Caracas ni las regiones son monte y culebra. Son todos los Estados en conjunto los que conforman y hacen grande a Venezuela. La descentralización regional es una  imperiosa necesidad.  Propuesta Nacional.
   
En América Latina, alguna vez se tomó a Venezuela como modelo de desarrollo vial urbano y extraurbano. Sus carreteras y autopistas eran motivo de cita obligada en los centros de estudios del Continente. Y para los venezolanos, desde luego, todo eso era una razón para sentirse orgullosos de lo que tenían. También de que, día a día, como  si todo eso no fuera suficiente, las vías crecían en Kilómetros, pero también en seguridad y en calidad para sus viajeros.

Los gobiernos civiles, la descentralización y hasta los propios usuarios, de esa manera, hacían posible lo que hasta finales de la década de los 30 en pleno Siglo XX, sencillamente, lucía imposible. Se recuerda que había un sistema de peajes que garantizaba: el mantenimiento de las vías, un  servicio de grúas y de ambulancias, además de un servicio de vigilancia y de una amplia red de gasolineras con todos los servicios y comida rápida, además de repuestos para vehículos.

Dicho de otra manera, viajar por las carreteras del país era un placer. Inclusive, en la propuesta gubernamental y empresarial de convertir a Venezuela en destino turístico nacional e internacional, nada lucía descabellado. Era posible y factible. Además, la inseguridad no aparecía entre los principales problemas a los que debían enfrentarse los viajeros en el país. Por el contrario, cualquier contingencia era un problema de interés para autoridades y viajeros en general.

De manera sorprendente, todo cambió. Y se inició cuando, repentinamente, la descentralización administrativa del país involucionó. Caracas volvió a ser el centro y el epicentro de las decisiones. A tal extremo, de que a partir de 1999 pareciera haberse puesto en marcha una orden  de destrucción y desmejora del sistema vial, hasta concluir en el panorama de hoy: un sistema vial venezolano destrozado; con puentes caídos; miles de  cráteres entre asfalto destruido, fallas de bordes y ausencia de mantenimiento visual, amén de una total inexistencia de señalización.

En fin, todo convertido en un total desastre, agravado por la ausencia absoluta de los servicios pertinentes imprescindibles en cualquier país medianamente civilizado, y en donde más de cuatro millones de vehículos tratan de desplazarse por la geografía nacional.

¿Turismo en Venezuela?. ¿Cómo?. Imposible. Actualmente, por ejemplo, movilizarse por carreteras en el país es una aventura; una provocación al riesgo. Tanto es como accidentarse;  implica someterse  a un riesgo de dimensiones inconmensurables. De hecho, ya se ha engendrado una  nueva cultura del y para el viajero: no viaje solo; transite en compañía de otros viajeros; hágalo, de ser posible, en caravanas y con la participación de un buen número de vehículos: es la manera más práctica y confiable de brindarse protección colectiva.

De igual manera, si el sistema de transporte en el que se moviliza sufre un daño, evite dedicar tiempo excesivo al intento improvisado  de reparación. ¡Puede ser fatal¡. Recurra al servicio particular de grúas, previa confirmación de que dicha atención es prestada por la unidad de una empresa confiable.  Es la opción más inteligente. Porque no debe olvidar que piezas para la reparación o la reposición, además de neumáticos, teóricamente,sólo pueden adquirirse en centros urbanos poblados.

¿Turismo en Venezuela? ¿Basado en qué?. Las campañas publicitarias gubernamentales llamando a hacer turismo en Venezuela, definitivamente, no pasan de ser un canto a la ironía. Y para referencia, un ejemplo: viajar por los estados Apure, Guárico y Lara. La vialidad de los estados llaneros, definitivamente, es incalificable. ¿Se trata de carreteras o de guillotinas?. No. Ni lo uno ni lo otro. Unidas son un verdadero caos. Y la calificación nace por lo que implica  movilizarse por allí: hacerlo llevando como compañeros de ruta bidones de gasolina, es decir, el riesgo de lo inflamable ante la imposibilidad de poder comprar combustible en el camino,  además de un par de neumáticos de repuesto, apelando al siempre útil recurso de la prevención.

¿Cómo no citar el hecho de movilizarse por Guárico, pasar por Lesna, vía Altagracia, y encontrarse ante  la súbita desaparición de la carretera civilizadamente  asfaltada, y entrarle a un camino de muchos kilómetros, tipo "Cross Country", de pura tierra, huecos de todas dimensiones, y en el medio de una soledad que asusta?.

¿Cómo evitar no caer en pánico en la cobertura de esa misma ruta, cuando, repentinamente, los compañeros de viaje pasan a ser los componentes de  un grupo de motorizados vestidos de negro, con pasamontañas y fuertemente armados con armas cortas y largas?. ¿Qué decirle a tales viajeros actitud de perros rabiosos, con libertad para detener a cualquier vehículo, y luego con la potestad de, entre miradas fijas, agresivas y también con arma en mano, permitir el paso, después de hacer sentir deferencia o favor bien administrado?.

Imposible no pensar en ese momento que el viaje pudiera estar llegando a su final, y que los viajeros ajenos a dicha indumentaria y armas, obviamente, también pudieran estar a merced de la voluntad de unos desconocidos, pero con obvios sesgos de propiedad del terreno y de los bienes y vidas ajenas. Mucho menos no sentir que la garganta, también repentinamente, había sido dominada por el peso de un extraño nudo, además de la natural incidencia de una incontenible resequedad; la misma, por cierto, con la que hubo que viajar hasta Valle de la Pascua y siguientes kilómetros, llevando como nuevo compañero de viaje -y remolcado- a otro vehículo accidentado, con tres señoras urgidas de ayuda para no someterse en pocos minutos a la forzosa compañía de la noche.

Apure permite el desplazamiento; tampoco lo facilita, ni lo ofrece en mejores condiciones. Pero las mismas, definitivamente, no lucen hermanadas con las de Guárico. Mucho menos con las del estado Lara, en donde las carreteras exhiben un mejor tratamiento protector de sus autoridades, si bien tampoco se corresponden con lo que debiera ser el más óptimo tratamiento en beneficio de los viajeros.

Al final, el desastre vial descrito no es potestativo de uno o de otro Estado. Se observa y -¿se sufre?-  en casi toda la red de carreteras a nivel nacional. Desde luego, desde el volante o como pasajero, nadie sabe responderse si es posible que dicho deterioro sea la consecuencia de una acción premeditada, para incomunicar a las poblaciones o inmovilizar al ciudadano. Después de todo, la mediatización y restricción de ir de un lugar a otro en el país, no alcanza a impedir que cada  ciudadano pueda hacer uso de su posibilidad de pensar, suponer, intuir o de encontrar una  objetiva justificación a  tanta destrucción junta.

Lo que sí es cierto, es que semejante e injustificada destrucción constituye otra de las razones para hacer lo indecible y lo imposible, hasta que la descentralización administrativa del país vuelva a ser un derecho venezolano, y no patrimonio de falsos caudillos o de montoneras procedimentales. Cada Estado venezolano debe disponer de autonomía administrativa, libertad de ejercicio operativo y posibilidad financiera, para que las mejoras o cambios regionales no sigan siendo la extensión maquillada de una extorsión política centralista.

Mientras que a los estados no se les permita desarrollar su potencialidad humana, natural y económica, en atención a principios constitucionales que tienen que dejar de ser patrimonios de pocos en detrimento de muchos, la posibilidad transformadora regional vivirá un eterno desfase.

¿A qué obedece realmente la decisión política y administrativa de impedir que las autoridades regionales sean las responsables del funcionamiento pleno de  sus escuelas, liceos y universidades, como  de sus sistemas de salud y hospitales, cárceles y vías de comunicación?.

¿En dónde está ubicada la finalidad de someter la ciudadana voluntad participativa de cada estado, para que dispongan de un transparente sistema fiscal, judicial y penitenciario, y que les evite someterse a la obligación de tener que movilizarse a la Capital de la República para realizar cualquier trámite o gestión oficial?.

Sentir a Venezuela, querer a Venezuela, convertir a cada venezolano en doliente cierto y sincero de su Patria, será posible,  en la medida que  a la ciudadanía se le permita convertir en ejercicio diario la vida en libertad. Porque sólo así se construye ciudadanía.

Concentrar poder por el sólo hecho de la concentración en sí misma, definitivamente, no hará posible que la destrucción vial que hoy exhibe la nación, supere dicha condición y permita que el país recupere el espacio que alguna vez detentó en América Latina. Todo lo contrario: se agudizará. Y, entonces, la responsabilidad de lo que ha sucedido, inevitablemente, seguirá  siendo patrimonio de quienes,  intencionalmente, o por indolencia extrema, hoy no son capaces de permitir que Venezuela pase a convertirse en el añorado destino turístico nacional e internacional al que puede llegar, y con reales posibilidades competitivas en el Continente y en el Caribe.       

Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
“Gente” Generación Independiente
Coordinador Nacional 
de Independientes Por el Progreso (IPP)
Miranda - Venezuela

Eviado a nuestros correos por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314

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