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En los albores del siglo XX,
Moisei Ostrogorski, publicó el libro “La democracia y los partidos políticos” en donde señala
que “Estas organizaciones han sido
exitosas en asegurarse el trabajo de la maquinaria gubernamental, pero han
fracasado miserablemente en respaldar el poder de los ciudadanos”. El escritor bielorruso desarrolló su reflexión en un precario
contexto democrático en 1912 y sus planteamientos no dejan de sorprender por la
similitud que se observa en la actualidad con la vida política latinoamericana,
donde el discurso de la dirigencia justifica lo dicho por el escritor. Para él,
cuando la organización partidaria deja de ser un medio para convertirse en un
fin, pierden sentido los principios, las convicciones, los programas e incluso
la moral.
Sostiene el escritor; “el sistema de partidos,
revestido de las formas de elección popular y asociación, apareció como un
estallido deslumbrante de principios democráticos”, pero lo que ocurrió fue
todo lo contrario: “no prevaleció una razón democrática, sino el uso de los
sentimientos para ganar adhesiones”. La sin-razón fue revestida de
procedimientos democráticos de elección. Sucede
entonces, continúa, que, ante la cada vez mayor necesidad de elegir
gobernantes, parlamentarios y ahora también líderes, se forman ciudadanos
pasivos, donde: “democratizado solo en apariencia, el sistema de partidos
reduce las relaciones políticas a un conformismo meramente exterior”.
Señaló que un paso necesario para restablecer el orden
democrático no es la extinción o prohibición de los partidos, sino su
relativización. “Que los partidos dejen de ser estructuras rígidas y burocráticas.
Que dejen de ser un fin en sí mismos”. Para Ostrogorski, ésta es la
salida a la tiranía del partido sobre el ciudadano; a la existencia de acuerdos
falsos que sólo se cimentan en la búsqueda irracional del poder. Ya no se
trataría, entonces, de establecer un sistema de partidos donde la estructura
organizativa tenga el fin de preservarse a sí misma, sino, precisamente, de ir
más allá y plantearse la alternancia de los partidos políticos en el poder.
Finalmente, en mi opinión, los partidos son fundamentales para el fortalecimiento de las
democracias por ser: los vehículos del pluralismo político, por permitir la conformación
de grupos sociales con intereses similares y por facilitar que las diferencias
políticas en una sociedad puedan ser canalizadas y resueltas por medios cívicos
e institucionales. Entonces el epilogo del libro de Ostrogorski debería ser:
A pesar de sus obituarios, el cadáver
de los partidos no apareció nunca. Ellos continúan más vivos que nunca y ojala
que en constante renovación.
Noel Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
Gente- Generación Independiente
Coordinador Nacional de IPP - Gente
@alvareznv
Caracas - Venezuelau
@beanavas
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