En esta parte del
Continente, las modalidades políticas y los comportamientos gubernamentales
llegan como las olas: avanzan, cubren y pasan. Desde los años de la época
libertadora en América Latina hasta el
presente, ha habido esta secuencia que
ha marcado una gran diferencia en su evolución con respecto a Norteamérica y a
Europa.
En el Norte, los
ingleses colonizaron el territorio exterminando parcialmente a los nativos y se
instalaron con sus respectivas familias para quedarse en el sitio, en
condiciones de dueños. En su época de Independencia, los mismos nuevos nativos,
en su mayoría de procedencia o descendencia inglesa, lucharon contra la Corona
Inglesa se independizaron y lograron fundar su país. Luego se planteó otra
contienda interna entre el Norte y el Sur por la abolición de la esclavitud y
la unificación federada de los Estados. Triunfó el Norte, se abolió la
esclavitud y se consolidó el país en una Federación de Estados que constituye
la nación del Norte.
En el Sur, españoles
y portugueses, en su mayoría prófugos de la justicia, mercenarios o
aventureros, se apoderan del territorio y se instalaron en convivencia con los
nativos locales. No para producir y construir. Sí con la intención de expoliar las riquezas
naturales, metales y piedras preciosas para enviarlas a sus respectivas Coronas
europeas. Y, de esa manera, colaborar en el financiamiento de guerras, la
opulencia y los desmanes en el mundo. Estos invasores tenían como meta personal
reunir una dote suficiente para luego regresar ricos a sus patrias. Desde
luego, el sentimiento de Patria nueva fue inexistente entre ellos y para ellos.
Cuando se inicia la
ola independentista en América del Sur, los invasores, a diferencia del Norte,
ya se habían mezclado con los habitantes locales. Prolifera un mestizaje
poblacional que, definitivamente, es lo que define una gran diferencia con los
del Norte, que sí se unieron para formar un único país basado en el concepto de
que "en la unión, está la fuerza". Mientras tanto, en el Sur el
concepto fue -y continúa siendo- "divide y vencerás". Sólo Simón
Bolívar creyó hasta el día de su muerte, en el concepto de la Patria Grande y
unida. Eso nunca se logró. De hecho, hasta el día de hoy la región se sigue
distinguiendo por ser un espacio geográfico dividido territorialmente, y en la que sus componentes insisten en
tratarse con desconfianza. Es decir, de la ola independentista quedó como
resultado una multiplicidad de repúblicas débiles, rurales y poco
evolucionadas.
El Siglo XIX cierra
así un momento que se proyecta hacia el Siglo XX con un lento proceso de
reconstrucción regional, hasta concluir políticamente en la década de los 40
con un cúmulo de naciones casi todas gobernadas bajo la égida del caudillismo,
de férreas dictaduras o de gobiernos militaristas, alejados del espíritu y la motivación
democrática que avanzaba fuera del Continente.
Es cierto que al
final de esa misma década de los cuarenta, hubo casos aislados de interés serio
y cierto a favor de las modalidades gubernamentales democráticas en la zona. No
obstante, lo hicieron influidos por un componente de origen local: el
populismo. Una figura nueva, es verdad, pero que equivalía realmente a una
fusión de caudillismo, dictadura y militarismo, cubierto con ropaje de supuesta
Democracia, ya que equivalía a pensar y actuar al margen del componente
imprescindible de un sistema gubernamental de libertades: una base
institucional firme, inobjetable, con poderes públicos al servicio de los
ciudadanos y no de falsos demócratas.
Ante semejante
fragilidad institucional, es por lo que en los años 50 regresa nuevamente una
ola de dictaduras militares y/o militaristas, hasta que su pobre desempeño
termina sirviéndole de motivo justificado para que en los 60 reaparezca el
interés pendular por la necesidad imperiosa de vivir en Democracia, aunque sin
haber superado las causas que anteriormente habían servido de excusa para que
emergiera el siempre erróneo concepto del militarismo salvador.
De hecho, es
precisamente esa realidad la que hace posible que en Venezuela, a finales de
los 90, sea un militar el que asuma el
control del poder por la vía de los votos y no de las balas. Sólo que lo hace
en combinación y connivencia con los Castro Comunistas cubanos, como expresión
materializadora de los propósitos ansiados por el "Foro de Sao Paulo",
a la par de países comunistoides de otras latitudes, además de naciones regidas
por dictaduras, y, en su mayoría, catalogadas
de países forajidos. Es la gran modalidad gubernamental del Siglo XXI, y
que se comienza a proyectar con fuerza a partir del estratégico aprovechamiento
de la inmensa masa de dinero que le ingresó a Venezuela durante los últimos 15
años, pero también con un objetivo claramente definido en Brasil: la
instauración de un sistema gubernamental hegemónico y comunista en América Latina.
Pero caen los precios
de las materias primas en el mundo, incluyendo los del petróleo. En Venezuela,
fallece el principal propulsor y financista del avance populista-comunista en
América Latina, Hugo Chávez Frías, y se
cierra así el cofre financiero venezolano de la mal llamada "Revolución
del Siglo XXI".
Lo peor para
Venezuela, sin embargo, no es la desaparición física del caudillo militar. Es
que el país entra en una gran recesión económica con la inflación y las
devaluaciones más altas del mundo, además de que el declive de la ola pasional
y popular por el populismo se extiende a ciertos países de la región,
principalmente los comprometidos ideológicamente con la misma tesis financiada
con el petróleo venezolano.
En lo que esto se ha
traducido, es que el hambre, la escasez, la corrupción, el populismo engañoso y
la decepción han generado una
incontenible expansión de rechazo hacia una cierta forma de gobernar, a partir
de modalidades dictatoriales con ropaje democrático, y comienza a cambiar el panorama
a favor del llamado espíritu de libertades.
De hecho, el siempre
usado lema de los autocalificados progresistas "Yankee Go Home",
progresivamente ha comenzado a cambiar, y pasado a transformarse en "Yankee Come
Home". Cuba, cuna ideológica y armada del propósito arrastrado
históricamente, inicia el viraje hacia
la reconciliación con los Estados Unidos y los países democráticos del mundo,
después de casi 60 años de distanciamientos o de falsas relaciones bilaterales.
De igual manera, Colombia inicia un
proceso de pacificación con la narcoguerrilla comunista. Argentina se da un nuevo Gobierno,
diametralmente distinto al que lo sometía al personalismo. Brasil entra en convulsión social con
alto peligro de descabezamiento
presidencial. Y mientras que en Bolivia y en Ecuador sus ciudadanos comienzan a
pronunciarse en contra de las hegemonías personalistas y caudillescas, en
Venezuela, además de asestarse una derrota inobjetable a nivel parlamentario en
contra de lo que representaba el liderazgo del fallecido Hugo Chávez, el
Gobierno en funciones, sencillamente, no descansa en su propósito de contribuir
a sepultar la base de sustentación de ese mismo movimiento, con su desafortunado y pobre desempeño
administrativo.
El resto de países
del Sur está en plena evolución hacia un cambio de reencuentro con formas de
gobierno distintas a las que vienen fracasando en los últimos años. Todo eso
está haciendo posible que se perciba a mediano plazo el surgimiento de una
evolución positiva que, posiblemente, permitirá promover nuevos procesos de
integración continental. Es cierto, aún hay resabios en pie de la base
sustentadora del esquema gubernamental que insiste en sostenerse, como siempre,
medrando de la seria fragilidad social regional. Sin embargo, también se
impulsa una ola de desarrollo y de progreso que, de convertirse en
aciertos, pudiera hacer entender que
sólo unidos, es posible formar una gran alianza productiva, cultural y social
competitiva en el orden global.
La creencia que
entusiasma y anima a ser optimistas, se deja sentir en lo dicho hace poco en un
evento vecinal nacional: “En América Latina, somos cariñosos; tenemos ritmo
para bailar. El concepto familia lo tenemos arraigado. Somos
"amigueros" y nos gusta la buena vida. Todo eso indica que, entre
nosotros, no debe haber fronteras. Debemos integrarnos como un solo pueblo. Sí
podemos ser también otra gran y poderosa
Federación de Estados siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos y de la propia
Unión Europea. Por supuesto, para llegar hasta allí, hay que entender
que sólo lo lograremos trabajando con miras a dicho propósito,
erradicando el populismo, las dictaduras y las desigualdades. También que hay
que luchar contra las causas de la
pobreza y de la corrupción. Y que las más poderosas motivaciones para ser una
sociedad de trabajo productivo, siempre serán más y mejor educación; investigación teórica y
aplicaba. También trabajo y más
trabajo”.
En honor a ese gran
hombre Latinoamericano que fue Simón Bolívar, y por haber dedicado su vida en
procura de la unificación y formación de "la Patria Grande", desde
luego, la única moneda del Sur debería ser el BOLÍVAR.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por
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